Mala Fama
Por
Siempre se puede hacer el ridículo un poco más
El premio Herralde recae en un libro de cuentos transmutado en "novela excepcional"; un libro de cuentos, encima, del montón
Me pillan de bastante mal humor y pomposamente deprimido por la situación de la literatura en España. Yo creo que es el primer año en nuestra historia editorial en el que todos los premios de prestigio han hecho el ridículo. Es como si el espíritu de Pedro Sánchez se hubiera posado sobre cabezas culturales, mentes leídas y voluntades antaño rigurosas. Ése espíritu dice: todo vale.
Antes podías dialogar y contender con propuestas intelectuales que te resultaran intempestivas. Ahora uno se pregunta qué sentido tiene debatir sobre libros que, cuando éramos serios, ni siquiera hubieran sido publicados. Debatir lo obvio es difícil. Habría que volver a Jakobson y a la función poética del lenguaje, a explicar las metáforas y por qué seguimos leyendo el Quijote. No tiene uno tantas ganas, la verdad.
El caso es que cayó en mis manos el último premio Herralde,
Al premio concurrieron 1.566 manuscritos. Un disparate. Ni siquiera es probable que, poniendo toda la voluntad del mundo, una editorial pueda revisar y cribar semejante cantidad de originales. Con todo, fueron capaces de encontrar un libro de cuentos para darle un premio de novela. Tiene mérito saltarse 1.565 novelas para localizar justito la que no lo es y, por ello, se merece un premio.
El libro no es nada. Así a ojo, es el típico libro que publicaría Caballo de Troya porque su autor es director de cine y las frases no se caen. Ni siquiera es malo. Es, ya digo, nada. No puedo ni siquiera discutir su calidad. Después de leerlo me dije:"Es que no puedo ni criticarlo, no puedo ni enfadarme". Es como si Anagrama premiara un melón, un autobús o un beso como mejor novela del año. ¿Qué se supone que vas a decir ahí?
La mejor novela es un libro de cuentos. Es como si Anagrama premiara un melón, un autobús o un beso como mejor novela del año
Todo vale, sí. Se trata de un libro de cuentos, y como tal debería haber sido descalificado de un simple vistazo. Se trata de una primera obra, y como tal tendría que ser apoteósica para imponerse a cientos de autores solventes que a buen seguro han hecho el canelo sumándose a esos mil quinientos manuscritos presentados. Toda la vida escribiendo y soñando con ganar el Herralde, y se lo dan a un señor que hace cine y que en las páginas finales de su libro reconoce que llevaba casi diez años sin poner juntas dos palabras. O sea, según nos cuenta en su nota, un día de 2020 le entraron todas las musas literarias por la ventana, y su efusión instantánea resulta ser de mayor calidad artística que la de las 1.565 novelas que han escrito otros, cien o doscientos de ellos escritores profesionales.
Ustedes quizá malicien que ya está aquí este tipo (yo) montando polémicas. No. ¿Qué se creen que están diciendo en privado esos cien o doscientos escritores profesionales sobre el premio Herralde? Cosas mucho peores que las que yo asentaré aquí.
¿Qué se creen que están diciendo en privado esos cien o doscientos escritores profesionales sobre el premio Herralde?
La sensación que tengo es que nos encontramos en la pura agonía de un modelo publicitario. Las editoriales crean premios para vender más libros, pero al menos antes trataban de que el galardón recayera en un escritor de verdad, en una obra de fuste, en la novela donde una escritora se dejaba la piel. Ahora se puede premiar cualquier chorrada.
Lo asombroso es cómo cierta inercia en los medios de comunicación hace que estos premios insensatos sigan ocupando páginas enteras en el periódico. Y cómo, después, la novela/chorrada supera cómodamente la carrera de obstáculos de la crítica, con reseñas en general positivas o benévolas o incluso entusiastas. Es como cuando nos entra en grupo la risa floja y todo el mundo parece imbécil. Es exactamente igual.
Una literatura de imbéciles
Mientras asistía a este nuevo episodio de hilaridad colectiva, vi varias cosas. Vi en Youtube la presentación del nuevo libro de Juan Manuel de Prada. En hora y pico, Juan Manuel de Prada podía interesarte más o menos, caerte mejor o peor, camelarte para leer su libro o dejarte sin ganas de abrirlo. Pero ante su discurso sólo podías decir una cosa: esto es un escritor.
Un tipo al que no conozco de nada me mandó su libro de cuentos. Se llama Gonzalo Núñez y su libro se titula 'Los búlgaros'. Eso es escribir
Y ese escritor está prácticamente marginado, no sabe uno ya ni por qué. Es como ver una enciclopedia metida en un armario mientras todo el mundo aplaude una pintada en la pared. Luego fui jurado de un premio literario en una ciudad andaluza (que no detallo para no perjudicarlo más aún). Volví sinceramente emocionado de haber dado un premio limpio a un buen escritor por un libro singular. Así se hacen las cosas. Y cuando se hacen así (bien) las cosas ayudas a un escritor de verdad y pones en el mercado un libro de algún valor y destinas dinero público a promover la cultura (patrocina el ayuntamiento) y un sello se pone de parte de la literatura.
Finalmente, un tipo al que no conozco de nada (de Twitter) me mandó su libro de cuentos. Se llama Gonzalo Núñez y su libro se titula
En serio, ¿por qué?
Porque tenemos la cultura que se merece nuestro miedo.
Me pillan de bastante mal humor y pomposamente deprimido por la situación de la literatura en España. Yo creo que es el primer año en nuestra historia editorial en el que todos los premios de prestigio han hecho el ridículo. Es como si el espíritu de Pedro Sánchez se hubiera posado sobre cabezas culturales, mentes leídas y voluntades antaño rigurosas. Ése espíritu dice: todo vale.
- Sobran libros, pero no sabemos cuáles Alberto Olmos
- La cultura explicada al ministro de Cultura Alberto Olmos
- Sánchez: ganar pisoteando la razón Alberto Olmos