Mala Fama
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Pedro Sánchez y la invisibilidad de las mujeres
¿No deberíamos considerar retrógrado que Pedro Sánchez firme libros que le escribe la talentosa Irene Lozano?
Si algo nos molesta a los que escribimos libros es que los escriban los demás. Sobre todo el presidente del gobierno. Anda que no tiene cosas que hacer un presidente del gobierno ni nada, y encima escribe libros, pensamos. A uno, de joven, con todo el tiempo del mundo a su disposición, ya le costaba la vida juntar cincuenta mil palabras. Ahora, metido en la mi vida adulta verdadera, cada nuevo titulillo que se da a la imprenta supone literalmente una heroicidad. Pero Pedro Sánchez puede negociar investiduras y escribir libros de cuatrocientas páginas a la vez, y estar en plena forma física.
Esa es la tesis oficial, amigos. Llegó a las librerías esta semana
Sin embargo, con humor, debemos preguntarnos cuándo ha escrito Pedro Sánchez las cien mil palabras que componen su nuevo ademán autobiográfico. Recuerdo que, cuando me puse a escribir mi primer libro, me pregunté con alarma (21 años tenía) cuánto se tardaba en escribirlos. Nadie me lo había dicho. Tardé tres meses. El último que he escrito me ha llevado un año y ocho meses. Entre medias, todos los libros que he publicado han devorado horas y días y semanas, paciencia, esperanzas y caridad. Escribir un libro, estar escribiéndolo, es un delirio. No es como que puedas presidir naciones.
En la entrada que la Wikipedia dedica a la periodista Irene Lozano, podemos leer: “Pedro Sánchez le atribuyó la redacción de su Manual de resistencia (2019), en el que sin embargo no figura como autora: “Este libro es fruto de largas horas de conversación con Irene Lozano, escritora, pensadora, política y amiga. Ella le dio forma literaria a las grabaciones, prestándome una ayuda decisiva”. Ella, por su parte, declaró que “Yo hice el libro, pero el autor es el presidente”. Se puede escribir, a su vez, todo un ensayo sobre este parrafito.
Escribir un libro no es surtirlo de testimonios. Si así fuera, los cientos de mujeres con los que habló Svetlana Aleksiévic para su libro
Del mismo modo, una biografía autorizada de un personaje público vivo, aunque cuente con su participación, no es obra suya, sino del biógrafo. También Emmanuelle Carrére es el autor de
Sánchez estaba estos meses concediendo amnistías y 15.000 millones de euros, e Irene Lozano estaba juntando cien mil palabras
La frase de Irene Lozano: “Yo hice el libro, pero el autor es el presidente” viene a decirnos que ella ha escrito
Un libro no son sólo miles de palabras, sino (precisamente) el gobierno de esas palabras. Sánchez estaba estos meses concediendo amnistías y 15.000 millones de euros, e Irene Lozano estaba juntando cien mil palabras sobre Sánchez. Él cuenta, pero ella escribe; él es en bruto (la vida), ella cincela y organiza (cultura). Todas las palabras que puedan salir de boca del presidente sobre sí mismo y sus cositas de presidente no son ni remotamente algo parecido a un libro. Son palabrería. Hacer de la palabrería un todo unitario, armónico, esencial, inclinado emocionalmente hacia algún sitio, tonificado de cierta manera concreta, es lo que ha hecho (el currazo que ha hecho) Irene Lozano en Tierra firme.
Y su nombre no aparece en el libro.
Gestación subrogada del intelecto
Estamos tan acostumbrados a las estafas en el mundo editorial que ya ni nos escandaliza esta gestación subrogada del intelecto. Escribir libros va a acabar siendo como engendrar niños: una cosa que te hacen los pobres hasta que te los puedan hacer las máquinas.
Pero, de pronto, podríamos ponernos -sí, amigas- feministas. Por una vez. Como todos. Con los argumentos tan propios de nuestro tiempo. Firmes. Terrenales. Intransigentes.
Puestos de todo esto, ¿no deberíamos considerar que Pedro Sánchez está contribuyendo a invisibilizar la escritura de las mujeres? Irene Lozano deja de escribir libros propios para escribir los de Sánchez, que se lleva todo el mérito o, al menos, el registro bibliotecario. Ella escribe y no existe, como María Lejárraga respecto a Gregorio Martínez Sierra. Y anda que no habéis escrito libros y artículos sobre cómo Gregorio se apoderó de la obra de María, y la hundió.
Yo leí Manual de resistencia y me pareció un libro bastante cuco. Seguro que Tierra firme también está muy bien. ¿Por qué Irene Lozano no puede recibir el crédito que su talento y buen hacer con las biografías se merece? ¿Por qué no puede obtener el premio Nacional de Ensayo? ¿Va a obtener Pedro Sánchez el premio Nacional de Ensayo que da el gobierno de Pedro Sánchez? ¿Y si el libro Tierra firme lo valiera?
Gracias a Twitter, sabemos que nuestro presidente era prácticamente incapaz de escribir un tuit gramaticalmente impecable hasta que llegó a la Moncloa, donde también se los debe de escribir alguien. Leemos en uno del 27 de agosto de 2011: “Al cine a ver el perfecto anfitrión la crítica es muy buena, qué os pareció?” Tres frases cuya puntuación resolvía Sánchez con una sola coma, y un interrogante huérfano. Alguien así quizá pueda presidir un país, pero desde luego no puede escribir libros. Tenemos un ministro de Cultura que ensalza y celebra autoras que no ha leído, y un presidente del gobierno que firma libros que le ha escrito una mujer omitida. Es muy gracioso.
Y edificante.
Si algo nos molesta a los que escribimos libros es que los escriban los demás. Sobre todo el presidente del gobierno. Anda que no tiene cosas que hacer un presidente del gobierno ni nada, y encima escribe libros, pensamos. A uno, de joven, con todo el tiempo del mundo a su disposición, ya le costaba la vida juntar cincuenta mil palabras. Ahora, metido en la mi vida adulta verdadera, cada nuevo titulillo que se da a la imprenta supone literalmente una heroicidad. Pero Pedro Sánchez puede negociar investiduras y escribir libros de cuatrocientas páginas a la vez, y estar en plena forma física.
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