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Y tú no podías sacar a tus hijos a la calle
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Alberto Olmos

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Y tú no podías sacar a tus hijos a la calle

Koldo García no paró quieto durante la pandemia mientras todo un país fue encerrado en casa

Foto: Koldo García, exasesor de José Luis Ábalos, a la salida de la Audiencia Nacional. (EFE/Sergio Pérez)
Koldo García, exasesor de José Luis Ábalos, a la salida de la Audiencia Nacional. (EFE/Sergio Pérez)
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Cuando la cosa se puso fea, llamamos a Koldo. Como saben, la cosa se puso fea en 2020, con un apocalipsis que amenazó con barrernos a todos de la faz de la Tierra. En España, varios millones de funcionarios se paralizaron, varias Cámaras de Comercio desistieron y toda la industria manufacturera nacional bajó los brazos y reconoció su miseria: no sabemos fabricar mascarillas. De hecho, no sabemos ni importarlas. Pero tenemos a Koldo.

Koldo (García para más vecindad) era el hombre común, el español reglamentario. Él sabía qué hacer en esta situación, y cómo hacerlo. Su bagaje era providencial: había dado paso a la clientela en un club de alterne y había cortado troncos con un hacha. Entre el hacha y la prostituta, no queda nada por aprender.

Como el personaje de Hodor en Juego de Tronos, Koldo (Koldo/Hodor) estaba ahí colocado desde la primera temporada, con mucho mimo en su caracterización. Su acción legendaria estaba aún por llegar y, mientras, se le paseaba por las moquetas, se le subía a los aviones, se le daban premios que sólo ahora hemos entendido justísimos; se le indultaba. Fue medalla al mérito de la Guardia Civil, y medalla de la Comunidad Foral de Navarra, y fue premiado además por la Ertzaintza y vuelto a premiar por la policía de Pamplona. O los conocía a todos del club de alterne o con el hacha hizo algo más que cortar un tronco, pensaríamos.

Ya Aznar le había indultado en 1996 de un delito de lesiones.

Foto: Koldo García, la semana pasada, tras pasar por la Audiencia Nacional. (Europa Press/Ricardo Rubio)

Todo este agasajo anticipado no fue suficiente. Era el chófer y campanillero de José Luis Ábalos antes de ser ministro, y cuando fue ministro lo nombró consejero de Renfe Mercancías, así como vocal del consejo Rector de Puertos del Estado. (Existen estas cosas en España, sí). ¿Qué consejos daría Koldo sobre trenes? ¿Qué vocales redondearía allá en los puertos? Nos agradaría saberlo.

Koldo recorrió todo el engranaje del Estado durante veinticinco años, sin abrir la boca. No hay ni un sólo vídeo donde Koldo diga algo, o salude a un tren que se va. “Gracias por el indulto; gracias por la medalla; lleven los trenes para el norte, bajen los trenes para el sur; limpien los puertos”. No, nada. Silencio y privilegio, durante décadas.

Su hermano encontró trabajo en el ministerio de Transportes; y su esposa, también. Todo esto no era corrupción. Es como funciona un país

Luego su hermano encontró trabajo en el ministerio de Transportes, con Ábalos; y su esposa, también. Todo esto no era corrupción, amigos. Es como funciona un país.

Puedes presumir públicamente de ello, soy consejero, soy vocal, no sé nada, tengo un hacha, mi hermano, mi esposa, todo legal, indecente. Cuando llegues tú a ministro, pon a tu prima, la que no acabó el BUP. Así va el juego.

Por fin, mandamos a Koldo a comprar mascarillas, como si fuera nuestro hombre en Wuhan. Le dimos como 50 millones de euros, que tampoco eran para tanto. Las mascarillas llegaron, ¿no? La gente se ha enfadado, sin embargo, la policía, los jueces. Para una vez que Koldo hace algo por nosotros, lo queréis meter en la cárcel.

Foto: Koldo García, junto a varios sobres, fotografiado en un restaurante. (EC)
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De todo el dinero público y de todos los privilegios recibidos del Estado en los últimos treinta años, sólo con el recado de las mascarillas Koldo había trabajado a nuestro favor. La vida es extraña.

placeholder El exministro José Luis Ábalos. (EFE/Archivo)
El exministro José Luis Ábalos. (EFE/Archivo)

Mientras tú estabas en casa, encerrado, Koldo estaba trabajando. Imaginen a un hombre que tiene que comprar mascarillas con una empresa sinestésica, Soluciones de Gestión. Ya sólo el nombre de la empresa marea: no dice nada. Por lo menos en negocios anteriores ponía muy claro en la puerta “Puticlub”. Se entendían.

Mientras tú conectabas con los amigos por zoom, un viernes noche, Koldo hacía llamadas, facturas, números. Lograba el primer millón, el primer palet de material sanitario.

Foto: Edificio en el que Koldo García compró un piso en Benidorm. (EC)

Mientras tú aplaudías a los médicos y enfermeras desde tu balcón o ventana, Koldo hacía otra cosa con las manos. Frotárselas. No paraba quieto.

Hay que ser un hombre de mucho carácter y mucha sensibilidad para frotarse las manos en medio del fallecimiento simultáneo de decenas de miles de personas. Hay gente así, empresarial, sensible, con hacha.

Mientras tú no podías ir a enterrar a tu abuelo, Koldo ya tenía en casa billetes de quinientos euros como para enterrarse a sí mismo, con todo lo grande que es. Una cosa no tiene nada que ver con la otra, es verdad; pero sucedió así: tu abuelo muerto, Koldo millonario.

Mientras tú aplaudías a los médicos y enfermeras desde tu balcón o ventana, Koldo hacía otra cosa con las manos. Frotárselas. No paraba quieto

Koldo compró tantas mascarillas que tuvimos que utilizarlas hasta el 5 de julio de 2023. No se acababan nunca, las puñeteras mascarillas. Fueron más de tres años en los que Koldo decidía si podíamos entrar aquí o allá sin mascarilla, según se le fuera a él vaciando el palet. Era el portero de España. El “puerta” de la puerta de tu propia casa. Hodor, “el que sujeta la puerta”, al fin. Todo cobraba sentido.

Koldo estaba en tu puerta, y tú no podías sacar a tus hijos a la calle.

Cuando la cosa se puso fea, llamamos a Koldo. Como saben, la cosa se puso fea en 2020, con un apocalipsis que amenazó con barrernos a todos de la faz de la Tierra. En España, varios millones de funcionarios se paralizaron, varias Cámaras de Comercio desistieron y toda la industria manufacturera nacional bajó los brazos y reconoció su miseria: no sabemos fabricar mascarillas. De hecho, no sabemos ni importarlas. Pero tenemos a Koldo.

Koldo García
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