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No son escritores, sino obsesos sexuales
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Alberto Olmos

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No son escritores, sino obsesos sexuales

Un nuevo lugar común insostenible se extiende por el campo literario: los autores escriben demasiado sobre sexo

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Tao Lin es un escritor posmoderno norteamericano de origen taiwanés vegano y abstemio que, no contento con todo eso, también tuitea. En España lo leímos cuando la modernez de nuestro siglo alcanzó su pico más alto, en torno a 2011, y todo eran libros denominados "artefactos" y Manuel Vilas no publicaba (ni soñaba con publicar) en Planeta y mucha gente se preguntaba qué corte de pelo quedaba mejor en la solapa y nadie te contaba su vida cada dos semanas en su primera novela inútilmente dolorosa. Oh, qué tiempos.

Diez años lleva sin publicar en España Tao Lin, lo cual quiere decir que no todo son malas noticias en el mundo editorial. Ya me había olvidado de él (representó, aún me acuerdo, al autor definitivo, perfecto, liofilizado, que no come carne y no vota a Trump porque sólo bebe agua con MDMA: lo dice él mismo a todas horas), hasta que el otro día alguien retuiteó una cosa suya de incomparable atractivo hermenéutico. Este era su tuit: "Una razón por la que he disfrutado durante toda mi vida de la narrativa escrita por mujeres es porque ellas no están obsesionadas con el sexo como sí lo están tantos escritores varones". ("One reason I've enjoyed reading fiction by women throughout my life is because they aren't obsessed with sex like so many male writers are".)

Me parece, este tuit, una pieza ejemplar de estupidez e hipocresía contemporáneas.

Ya saben que el postureo feminista es incluso azacaneante en muchos hombres, sobre todo si tienen voz pública y quieren mantener una cotización cultural ganada a base de, en efecto, mentir sin parar para adaptarse a los tiempos que corran. Como es obvio, Tao Lin, cuya cuenta de Twitter se abrió en 2008 y alcanza casi los 9000 posts, no se había acordado en los últimos dieciséis años de informarnos de los motivos por los que lee con tantísimo placer a las escritoras. Esto se debe a que el motivo por el que lee mucho a las chicas no se le había ocurrido aún.

Normalmente te las das de feminista un par de años antes de que cuatro chicas revelen lo baboso, abusón y sucio que eres con las mujeres

Es muy complicado dárselas de feminista, como saben. Normalmente te las das de feminista un par de años antes de que cuatro chicas revelen lo baboso, abusón y sucio que eres con las mujeres. Además hay que encontrar una frase cursi, tierna, humilde, un punto humillante. Las que habíamos visto hasta ahora iban de la muy plana "los mejores escritores de la actualidad son mujeres" a la más sacrificada "yo voy a dar un paso atrás para dejar sitio a las escritoras". El patetismo por convertirse en aliado, y seguir siendo llamado a congresos y festivales, y seguir publicando, y que Mariana Enríquez te haga un blurb, es impresionante.

Con todo, la frase de Tao Lin es generosamente mameluca, como decimos. Ustedes pueden fijarse en distintos segmentos de su enunciado y pasar por alto el punto débil del discurso, que no es otro que ese "durante toda mi vida". Esas palabras nos advierten de lo que Tao Lin quiere decirnos en realidad: no que las mujeres escriban menos sobre sexo que los hombres, sino que él lleva leyendo escritoras toda su vida. Su arriesgada pirueta feminista no busca establecer más que eso.

Superado el bochorno ante su declaración, me puse a pensar por qué su idea sobre sexo y literatura era, por un lado, cómoda y triunfal y, por otro, un disparate. Es cierto que Tao Lin, acusando a los escritores de salidos, queda bien, y esto se debe a que los hombres en general pueden ser tildados sin mucho desacierto como obsesionados con el sexo. La frase suena verídica por todos esos hombres que no escriben.

Piensen qué sexo hay en Cervantes, que obsesión sexual varonil hay en Shakespeare; o en Tolstoi, Dostoievski, Balzac o Mark Twain

Sin embargo, yendo a los hombres que sí escriben, la frase es una apoteosis de ignorancia y mal cálculo. Es sencillo: hasta la llegada del siglo XX, prácticamente el 100% del canon literario y prácticamente el 100% de cualquier canon literario alternativo carecen de voltaje sexual sobresaliente. Es decir, puedes pasarte la vida entera leyendo escritores varones anteriores a 1920 sin encontrar una sola escena de sexo explícito, una sola novela que trate sobre ansias masculinas por follar u otra en la que el amor carnal quede siquiera en primer plano. Piénsenlo; piensen qué sexo hay en Miguel de Cervantes, que obsesión sexual varonil hay en Shakespeare; o en Tolstoi (quizá sólo en La sonata a Kreutzer), Dostoievski, Balzac, Dickens, Melville o Mark Twain. Salvo el marqués de Sade y la poetisa Safo, el acervo literario de unos mil años de literatura es eminentemente recatado. Tao Lin podría vivir ocho vidas sin leer otra cosa que esos mil años de literatura (masculina) recatada.

placeholder El escritor Tao Lin. (Wikimedia commons)
El escritor Tao Lin. (Wikimedia commons)

De hecho, se cuentan con los dedos de una mano los autores varones de lectura mínimamente obligada desde principios del siglo XX que pueden entrar en la denominación de obsesos sexuales: Henry Miller, Charles Bukowski, Philip Roth o Michel Houellebecq. Muy pocos más (bueno, el Lolita de Nabokov). Nada en la obra de Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Pierre Michon, Jonathan Franzen o David Foster Wallace resulta apabullantemente sexual.

O piensen en la obra completa de Georges Perec o Thomas Bernhard. No recuerdo una sola escena de sexo en las diez o veinte mil páginas que debe de alcanzar la obra de cada uno. Ni en las diez o veinte mil páginas escritas por Peter Handke.

La trivialidad aliada de Tao Lin, encima, denota una pésima lectura de las escritoras. Tao Lin lleva toda su vida, entendemos, leyendo a las escritoras equivocadas. Hay importante corpus de literatura escrita por mujeres que, si una obsesión tiene, es precisamente el cuerpo; y, claro, lo que hace una con ese cuerpo entre otros cuerpos. Desde Clarice Lispector por lo menos ("escribo con el cuerpo").

El mejor libro de Annie Ernaux va de un amante. Despentes escribe casi únicamente sobre sexo

El mejor libro de Annie Ernaux va de un amante: Pura pasión. Virginie Despentes escribe casi únicamente sobre sexo. Sara Mesa pasará a la historia por cambiar sexo en Un amor por trabajos de albañilería. Hasta el mundo del best seller se abastece gruesamente de mujeres que escriben abiertamente sobre sus ganas de follar: desde 50 sombras de Grey a toda la obra de Megan Maxwell.

Qué puntería hay que tener, amigos, para esquivar toda esta literatura escrita por mujeres y pensar que las mujeres no escriben sobre sexo.

Seguramente hoy en día hay muchísimas más escritoras jóvenes hablando de experiencias sexuales en sus novelas de debut que hombres escribiendo sobre su ofuscación erótica. Y encima eso nos parece a todos bien, menos a Tao Lin, monje feminista de mazapán.

La conclusión de todo ello es evidente: si Tao Lin quiere leer libros sin referencias crudas a la sexualidad humana, lo más sensato que puede hacer es leer únicamente a hombres.

Tao Lin es un escritor posmoderno norteamericano de origen taiwanés vegano y abstemio que, no contento con todo eso, también tuitea. En España lo leímos cuando la modernez de nuestro siglo alcanzó su pico más alto, en torno a 2011, y todo eran libros denominados "artefactos" y Manuel Vilas no publicaba (ni soñaba con publicar) en Planeta y mucha gente se preguntaba qué corte de pelo quedaba mejor en la solapa y nadie te contaba su vida cada dos semanas en su primera novela inútilmente dolorosa. Oh, qué tiempos.

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