Mala Fama
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Con Franco trepábamos mejor
Recaredo Veredas presenta en 'Soberbia' un estimulante retrato de las familias bien madrileñas y de sus aspiraciones y sinuosidades
La oveja negra en las familias bien siempre es negra porque hace arte, cuando lo correcto es hacer oposiciones a Registrador Civil del Estado. El arte de la oveja negra no molesta porque se salga del retrato del abuelo, sino porque se hace habitualmente sobre las cosas secretas de la estirpe. A veces los hijos de los ricos se ponen a escribir, y desde hace algunos años menudean en las librerías españolas apellidos excesivos. Hay una constelación de Jacobos, Borjas y Gabrielas que ha publicado novelas como quien filtra fotos inadecuadas al ¡Hola! Esto nos parece bien. El barrio de Salamanca no puede ser solo números y que Valle-Inclán, Cela y Galdós residieron en sus calles. También tiene que contarse lo que era ir al colegio de la mano de la criada.
Recaredo Veredas (Madrid, 1970) es un abogado con bufete propio que encima quiere ser escritor. No le basta con el bastanteo, además quiere salir en Babelia. Lo tiene difícil porque es ya un señor de cincuenta y pico años y para hacer literatura contable en España hay que ser una mujer que sufre. ¿No lo sabían?
Acaba de publicar una novela titulada
Me gusta la vida de los ricos porque salen muchos hoteles y a veces se caen de los caballos.
Me gusta la vida de los ricos porque salen muchos hoteles y a veces se caen de los caballos
Veredas nos presenta a un ampuloso Sebastián López de Lucena cuya meta "es la gloria". Nacido durante el franquismo, no sabe cómo hacer para trepar en dictadura porque cualquier día se acaba, y entonces habría que trepar en la otra dirección. Mientras, firma o no firma manifiestos contra el franquismo y va o no va a las manifestaciones. Es una pócima de mucho equilibrio, la del éxito.
Mientras Franco, López de Lucena aspira a ser el gran médico mundial español, un poco como Marañón o Ramón y Cajal, y toda su vida se orienta a ganar el Nobel, mayormente por inventar (en eso está) el pulmón artificial. Para su medro, elige con cuidado los amigos, las tertulias, las amantes y las palabras. "La medicina del franquismo lo mira con deseo". Cuando alguien hacía algo bien con Franco, todo era Franco.
Fracasa. La novela nos habla del sueño roto de un aspirante a la inmortalidad, que lo tenía todo a mano, incluso a Franco, y no pudo conseguirlo.
Soberbia, con un tono glacial muy acertado, nos lleva de la mano por la decadencia de un linaje de la élite madrileña, por las iglesias donde se casan (San Fermín de los Navarros) y los colegios privados donde estudian; por los "pichis, pijamas y peleles", que no siempre son ropa de niño. A veces son personas.
En Madrid, o eras pichi o pelele. A todo ayudaba el dinero, el abolengo: "Toda su vida será un sueño, con su parte de pesadilla, pero siempre amortiguada por billetes y apellidos".
La novela evoluciona desde un Oppenheimer franquista a un La amante de Lady Chatterley con vistas al Guadarrama. La mujer sola y tiesa, asexual, oprimida, está muy bien descrita en su sexo sin quitarse el camisón. Luego hay hijos a los que los ricos quieren más que al otro si salen guapos o sacan buenas notas. Obviamente el hijo que no quieres te sale escritor.
La novela va pareciéndose poco a poco a una película nostálgica de Jose Luis Garci, con mucho Madrid bonito y el tintineo de fondo de algunos whiskies
¿Qué es el fracaso? Ser clase media. "Somos clase media y siempre lo seremos, no tiene nada de malo. Asumidlo pronto porque si hipotecáis la casa la perderéis y entonces sí que pasaréis vergüenza", dice la hija.
La novela va pareciéndose poco a poco a una película nostálgica de Jose Luis Garci, con mucho Madrid bonito y el tintineo de fondo de algunos whiskies. Salen coach primitivos ("gurú"), que le sacan el dinero a la gente dándole consejos que ya figuraban en los sobrecitos de azúcar de los bares; sale cocaína, "equitación acrobática", bullying y un poco de crimen. También las primeras ONG.
Es todo de ser rico y no ser feliz. Hay gente así de incompetente.
Esta novela, en fin, no la había pedido nadie (una novela sobre un señorito que no consigue el premio Nobel y llora), pero, ya que está, parece sin duda que nos la merecíamos.
La oveja negra en las familias bien siempre es negra porque hace arte, cuando lo correcto es hacer oposiciones a Registrador Civil del Estado. El arte de la oveja negra no molesta porque se salga del retrato del abuelo, sino porque se hace habitualmente sobre las cosas secretas de la estirpe. A veces los hijos de los ricos se ponen a escribir, y desde hace algunos años menudean en las librerías españolas apellidos excesivos. Hay una constelación de Jacobos, Borjas y Gabrielas que ha publicado novelas como quien filtra fotos inadecuadas al ¡Hola! Esto nos parece bien. El barrio de Salamanca no puede ser solo números y que Valle-Inclán, Cela y Galdós residieron en sus calles. También tiene que contarse lo que era ir al colegio de la mano de la criada.
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