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Pedro Sánchez está gobernando; no molesten
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Alberto Olmos

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Pedro Sánchez está gobernando; no molesten

El presidente del gobierno no debe sufrir molestia alguna mientras lucha contra el fascismo y nos trae otro chaparrón de progreso

Foto: Foto: iStock.
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Nadie ha entendido lo que ha hecho Pedro Sánchez entre los días 24 y 29 del mes pasado, lo cual no ha impedido a muchos aplaudir su actuación. Por culpa de los “ataques y bulos” dirigidos contra él y su esposa, el presidente iba a sopesar durante cinco días la opción de dimitir. Finalmente, no ha dimitido. Entre medias, Almodóvar lloró, no más de 20.000 personas salieron a la calle para apoyarle, se publicaron tres o cuatro manifiestos a su favor y el Rey tuvo que preparar el palacio para recibir visita el lunes por la mañana a primera hora.

El resultado de todo este trajín es que estamos igual que estábamos, pero con más miedo a Sánchez.

No cuesta mucho recordar el martirio personal sufrido por diversos políticos en los últimos años, y compararlo muy favorablemente con las penas de nuestro espectacular presidente. Pablo Iglesias ocuparía en mi opinión el puesto más alto en el podio del acoso, seguido muy de cerca por Albert Rivera. Imaginen lo que es ver tu casa rodeada todos los días por gente que te quemaría vivo; imaginen lo que es verse asociado incansablemente al consumo de cocaína. Begoña Villacís fue hostigada mientras llevaba en su vientre una vida de nueve meses; a Mariano Rajoy, entonces presidente del gobierno, le dieron un puñetazo en la cara.

Pedro Sánchez viene a decirnos que el sufrimiento de los políticos tiene un límite, que no es otro que él y, sobre todo, su esposa. Sólo esa esposa entre todas las esposas y entre todos los familiares. Él mismo reía y decía “y más cosas” mientras María Jesús Montero preguntaba a la bancada popular en el Congreso: “¿Es verdad que la mujer de Feijóo recibió, su empresa, una ayuda de la Xunta?”

Pedro Sánchez viene a decirnos que el sufrimiento de los políticos tiene un límite, que no es otro que él y, sobre todo, su esposa

Con todo, Pedro Sánchez podría legítimamente pensar en retirarse si la menor mención negativa en prensa hacia su cónyuge le provocara un intolerable malestar. La política, respondiendo a la pregunta que se hacía el propio presidente en su carta, no vale la pena nunca, salvo para los peores de entre nosotros. Esos resisten siempre.

Pedro Sánchez lleva más de veinte años en política, una década en primera línea y los últimos seis años en Moncloa. No diría yo que la política no está hecha para él.

Mientras llegaba el lunes decisorio, el CIS competía con Pegasus. Que José Félix Tezanos quisiera preguntarnos cómo veíamos la cosa sólo parecía indicar que Sánchez no se iba; que el programa espía rondara las conversaciones dirigía nuestra atención hacia un secreto colosal que en verdad guiaba los pasos de Sánchez hacia el retiro. En ningún caso se creía nadie que un juez investigando a Begoña Gómez fuera a provocar su renuncia a tres años más en Moncloa.

placeholder El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Complejo de la Moncloa. (Moncloa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en el Complejo de la Moncloa. (Moncloa)

Los periodistas de izquierdas firmaban un manifiesto contra el periodismo. A veces el periodismo de investigación sale regular. Cuando El Confidencial publica exclusivas que perjudican al PP o a la monarquía, sí hace periodismo. Fuera de estos damnificados, este periódico fabrica bulos, aunque el procedimiento indagatorio sea exactamente el mismo.

Como sabemos todos, la comida que a ti no te gusta (qué sé yo, el brócoli) no puede considerarse comida.

Sánchez dijo el lunes que “la mayoría social” le ayudó a no renunciar. Parece que hay un montón de gente a la que no le gusta el brócoli, ni las elecciones libres.

Cuando El Confidencial publica exclusivas que dañan al PP o a la monarquía, hace periodismo. Fuera de estos damnificados, fabrica bulos

Tres horas después del discurso del presidente a favor del “juego limpio” en política, el CIS publicó su encuesta flash, donde se entendía mejor lo que había querido decir Sánchez con regenerar nuestra democracia. Preguntaba el CIS por las mentiras y los insultos, y por la imparcialidad de la Justicia. El pueblo opinaba que insultar está mal, y que la Justicia depende de quién seas y de cuánto dinero tengas. El pueblo es sabio. Entonces el CIS proponía “límites” para esos insultos y “reformas” para esa Justicia, y el pueblo aceptaba lo primero con mayoría de un 90,5% y lo segundo con mayoría de un 81,4%. ¿Qué iba a decir? La sabiduría se vuelve estupidez bastante pronto.

Pedro Sánchez se dijo a sí mismo que podía dimitir, fue sólo una idea que se le pasó por la cabeza. Luego se dio cuenta de que una dimisión suya era lo que querrían sus adversarios, pues les haría muy felices. Entonces, Sánchez, no dimitiendo, ganó a sus adversarios. Feijóo todavía no sabe a qué le han ganado.

Decir que Begoña Gómez está un tanto groseramente conectada con empresas que finalmente recibieron ayudas del gobierno presidido por su marido es un bulo; decir que alguien en España (la derecha) quiere “relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico” es una verdad sólida.

A eso le ha ganado Sánchez.

Nadie ha entendido lo que ha hecho Pedro Sánchez entre los días 24 y 29 del mes pasado, lo cual no ha impedido a muchos aplaudir su actuación. Por culpa de los “ataques y bulos” dirigidos contra él y su esposa, el presidente iba a sopesar durante cinco días la opción de dimitir. Finalmente, no ha dimitido. Entre medias, Almodóvar lloró, no más de 20.000 personas salieron a la calle para apoyarle, se publicaron tres o cuatro manifiestos a su favor y el Rey tuvo que preparar el palacio para recibir visita el lunes por la mañana a primera hora.

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