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Bulos buenos: mentiras que nos hacen mejores
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Alberto Olmos

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Bulos buenos: mentiras que nos hacen mejores

Parece que mentir a todo el mundo no siempre es negativo; a veces es lo más progresista

Foto: Ilustración de un político diciendo mentiras sobre el cambio climático. (iStock)
Ilustración de un político diciendo mentiras sobre el cambio climático. (iStock)
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El bulo bueno empieza en la infancia, cuando le decimos a un niño que, si no se come el brócoli, no va a crecer. Lo cierto es que los niños crecen incluso comiendo donettes, tiene mucha manía de crecer, un cuerpo joven. También les aseguramos que existen los Reyes Magos y el hombre del saco, un señor que les va a secuestrar si, en fin, no hacen lo que les decimos. Los padres, si algo hacemos constantemente, es mentir a los niños para que hagan lo que les decimos.

Con los adultos, el bulo bueno era evangélico, catolicón, de púlpito. Los curas prevenían la masturbación avisando de la ceguera que podía producirte. El infierno, así por resumir, es un bulo. Las personas se portaban un poco mejor si les advertías de que iban a arder vivas en un gran caldero.

Muerta la religión, se inventó la superioridad moral. Curiosamente, la superioridad moral le gustó de inmediato a todo aquel que odiaba la religión. Estaba bien inventada, porque en lugar de aspirar incansablemente al bien (siempre pecamos), la superioridad moral te concedía directamente la santidad. La superioridad moral es una religión sin feligreses, todos son santos; sin paraíso postrero, pues el paraíso es tu vida diaria de ser superior; sin tradición, porque el bien se inventa cada día, según se nos van acabando los pecados.

Muerta la religión, se inventó la superioridad moral. Curiosamente, la superioridad moral le gustó de inmediato a aquel que odiaba la religión

En todo lo demás, la superioridad moral es lo mismo que la religión. Básicamente te da paz y esa forma de hablar (se ve mucho) como de cura recién confesado. Uno alcanza la gracia precisa de la superioridad moral cuando hace muchos años que no grita.

Bulos buenos

Para que la gente sea buena, sigue siendo imprescindible el bulo; el bulo bueno, ya decimos. Pedro Sánchez empezó en esto de hacernos mejores afirmando que “las mujeres cobran un 20% menos que los hombres por hacer el mismo trabajo”. Lo repetía en cada mitin, allá por 2015. Si tenía un día flamenco, decía que era un 30%.

Ana Pastor en El Objetivo dijo que era mentira. Esto fue antes de que Ana Pastor se diera cuenta de que era verdad, es decir, de que no es tan importante que algo sea mentira si es, al mismo tiempo, progresista. En su programa dejaba claro, con datos del INE, que una mujer no cobra menos que un hombre por “trabajar las mismas horas y con las mismas condiciones laborales”. De hecho, en algunos sectores cobraba más.

Pedro Sánchez luchaba por el bien de las mujeres, así en general, y tú debías estar a su lado o, por el contrario, con el fascio

Curiosamente, el bulo del 20% dejó de decirse, y nadie nos contó si habían exterminado ese porcentaje nefando o si, simplemente, se habían cansado de mentir. Lo importante era que Pedro Sánchez luchaba por el bien de las mujeres, así en general, y tú debías estar a su lado o, por el contrario, con el fascio.

Greta Thunberg borró un tuit de 2018 donde decía que en 2023 íbamos a morir todos. Literalmente: “Un científico top nos avisa de que el cambio climático borrará a la Humanidad de la faz de la Tierra si en cinco años no paramos de utilizar combustibles fósiles”. Mucha gente guardó ilusionada el tuit durante esos cinco años para poder luego echarse unas risas. Se las echaron. Greta no decía exactamente que íbamos a morir en 2023, pero se entendía la idea: es necesario aterrorizar a la población adulta.

placeholder Greta Thunberg en una protesta por el cambio climático en Estocolmo. (Reuters)
Greta Thunberg en una protesta por el cambio climático en Estocolmo. (Reuters)

Son incontables los titulares en prensa que avisaron de catástrofes climáticas que nunca se produjeron, desde costas inundadas por la crecida de las aguas a tucanes que no iban a volver a enamorarnos con sus bonitos colores. Se decía que en algunos sitios jamás iba a nevar de nuevo. Pero siguió nevando.

Daba igual. Como con la discriminación de las mujeres, la preservación de la naturaleza habilita moralmente para el bulo bueno. Que sea mentira no quiere decir que no sea verdad en un sentido figurado. Hay verdades líquidas, especulares, cojonudas, yo qué sé.

Se llaman símbolos. Cuando se dice, un poco por animar el patio, que España “es el país con más fosas comunes del mundo después de Camboya” no es por ponernos camboyanos, sino por abrir la conversación de forma ventajosa y “apelar” a la conciencia colectiva. Eso afirmó, exhibiendo envidiable acrobacia intelectual, Martin Kohan, escritor argentino, sobre los 30.000 desaparecidos durante la dictadura de aquel país; que la cifra era conceptual e interpelativa. “Que la cifra de treinta mil no responda al conteo uno por uno de los cuerpos de las víctimas no implica que la cifra sea caprichosa o arbitraria”, afirma el autor. De hecho, sí lo es, pero los argentinos tienen sus propias matemáticas.

Nunca mentir a la población adulta ha generado sociedades sanas

Así las cosas, debemos asumir que el bien moderno no rinde pleitesía a la verdad, sino a cierto tipo de propaganda que necesita simplificar falseando para que lo bueno retumbe en la conciencia de la sociedad. Como era muy complicado explicar la desigualdad salarial entre hombres y mujeres (llevaría al menos dos o tres agotadoras frases), se acuñó el eslogan del 20%. Como es difícil transmitir el horror del terrorismo de estado con cifras ajustadas, se recurrió a la levadura del cero sucesivo, que impresiona más.

Para los orwellianos de bien (aquí uno), esta práctica es desastrosa. Nunca mentir a la población adulta ha generado sociedades sanas. Además, el mejor argumento para los negacionistas de uno u otro asunto es justamente señalar que el argumento contrario está inflado, exagerado o pervertido, lo cual resulta a menudo muy fácil de demostrar. Recuerden ese 0,00001% de denuncias falsas por violencia de género, tan inverosímil para cualquiera que conozca más de cuatro divorciados.

La verdad nunca es publicitaria (piensen si hay algún anuncio que no mienta), sino cimental. Primero se coloca la verdad y luego se puede edificar. La opción opuesta, mentir bonito, fabricar eslóganes, practicar un alarmismo intimidatorio, no refuerza la democracia, sino el sueño de imponer al fin una dictadura perfecta.

El bulo bueno empieza en la infancia, cuando le decimos a un niño que, si no se come el brócoli, no va a crecer. Lo cierto es que los niños crecen incluso comiendo donettes, tiene mucha manía de crecer, un cuerpo joven. También les aseguramos que existen los Reyes Magos y el hombre del saco, un señor que les va a secuestrar si, en fin, no hacen lo que les decimos. Los padres, si algo hacemos constantemente, es mentir a los niños para que hagan lo que les decimos.

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