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Uno de los peores alimentos que existe es la fruta
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Alberto Olmos

Mala Fama

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Uno de los peores alimentos que existe es la fruta

Resulta alarmante la cantidad de fruta incomestible que se vende en los supermercados

Foto: Imagen: iStock/CSA-Archive.
Imagen: iStock/CSA-Archive.
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Uno de los peores alimentos que existe es la fruta. Hay muchas frutas, y los niños siguen aprendiéndose sus nombres y coloreando sus formas y jugando con la fruta de plástico que les trajo Papá Noel; pero han dejado de comer fruta. Comen una cosa coloreada parecida al plástico que los adultos se venden entre ellos. Podrán decir lo que quieran sobre los donuts y las chocolatinas, menos que saben mal. Un Kit Kat siempre sabe a Kit Kat. Una fruta casi nunca sabe al nombre que tiene, sino a algún tipo de podredumbre semántica.

La fruta no llevaba fecha de caducidad porque los sentidos del degustador le alertaban de su tiempo finiquitado. Esta confianza en el animal humano sólo nos ha traído dramas. Por ejemplo, que la fruta no se pueda devolver. Compramos fruta bajo nuestra propia responsabilidad. Toquetear fruta y darle golpecitos valida que luego no te reembolsen tu dinero. ¡Usted mismo creyó que esto era fruta!

No sé ustedes, pero yo compro fruta para mis hijos y casi siempre hay que tirarla. “Casi siempre” es una hipérbole porque hay que escribir exagerado para que te hagan caso. Pero que el 40% de la fruta que compro es incomestible se lo puedo asegurar. Te dan menos veces cal de la pared por cocaína que poliuretano por plátanos.

El 40% de la fruta que compro es incomestible se lo puedo asegurar. Te dan menos veces cal de la pared por cocaína que poliuretano por plátanos

No hace falta saber nada de frutas para calibrar su calidad. Basta con dársela a un niño. El niño tiene el paladar puro, infalible. Si algo está malo, lo sabe. “Papá, está mala la mandarina”. No hay nada más que decir. El niño sentencia la fruta.

Da igual al supermercado al que vayas, aunque todos pongan lo primero de todo la fruta para ayudarte a disimular que vas a comprar whisky. Daría nombres, pero no quiero que nos quiten la publicidad. Sea un súper u otro, la fruta es engañosa, hipócritamente colorida. Casi siempre te llevas a casa un bote de Titanlux.

Piensen en las fresas, la obsolescencia programada de las frutas. Son muy listas. Te reciben rojas, espléndidas. Las compras con alegría y se caducan en veinticuatro horas. Se ponen blancas, víricas, de gotelé. Las tiras. A lo mejor te ha dado tiempo a comerte tres fresas. Las fresas parece que hay que comérselas en el propio supermercado, como los pobres de pedir. La fruta en general hay que comerla tan rápido que no te dé tiempo a pagarla.

Mi fruta falsa favorita son las uvas sin semilla. Parece un invento increíble, este de quitarle la semilla a la uva. Lo que ha pasado es que también le han quitado la uva a la uva, y ya no hay uva, sino un cartel que dice “uvas s/s”, que sólo son un holograma de la uva. Las traen congeladas de Chile, cosa innecesaria, siendo como son corcho para comer. Yo recuerdo un tiempo donde comer uvas sabía a uva. A campanadas. Ahora celebramos las campanadas con bolitas de poliespan.

placeholder Racimos de uvas sin pepitas. (Europa Press/Jesús Hellín)
Racimos de uvas sin pepitas. (Europa Press/Jesús Hellín)

No crean que no he pensado si me puede una nostalgia equívoca, la memoria dolorosa de la infancia. Pero, si Cortázar nunca soñaba con olores, la memoria nunca falsifica sabores. Yo de niño comía fruta dulce, jugosa, preciosa, portentosa, sana, vitamínica. La fruta era de fiar.

¿Han visto esos melocotones con los que Rafa Nadal podría ganar otro Roland Garros?

El ministerio de Bustinduy te dice que comas fruta, pero no te dice dónde comprarla. Para eso estaba Podemos. Con Podemos perdimos a una gente que te decía dónde estaba la fruta buena. Recuerdo que los de Podemos, cuando existían y daban lecciones (Ione, en concreto) decían comprar la fruta en pequeños comercios, sacristías de la vitamina, tabernáculos de la vida sana y verdadera. Hay madres que hacen lo mismo y te recomiendan fruterías casi secretas, que siempre lleva una mujer llamada Olga, aunque a veces atiende su hija Maribel. Todo un sistema de producción y distribución y venta de frutas atravesando de Norte a Sur el país y tienes que acabar comprando la fruta de estraperlo, en una tienducha con cartones por el suelo, paredes crudas y carteles pintados a mano; que te pesa la fruta una señora como hace cincuenta años.

Yo supongo que los ricos sí comen fruta buena. Para volver a ver una manzana de verdad hay que irse al hotel Ritz.

Antes en un cubo de la basura encontrabas mejor fruta que hoy en tu supermercado de confianza

Pero los pobres ya no pueden comer fruta. Si dudan si los tomates son una fruta o una hortaliza, piensen en lo malos que están. Es fruta. Yo recuerdo una infancia con tomates, alegre, vagamente subdesarrollada, una infancia donde los tomates eran un espectáculo. ¿Han visto últimamente muchos tomates espectaculares? ¿No vienen todos con esa línea blanca por todo su diámetro, cuando los cortas, como si no los hubieran hecho bien en un horno después de congelarlos quitando todo el tomate que había en el tomate?

Nada da más asco hoy que la fruta. La fruta de nuestro tiempo es la bollería industrial, por la felicidad que da. La fruta ya no da ninguna felicidad a los niños, y espera que no les dé cáncer. Antes se buscaba fruta en los cubos de la basura, tan buena era esa fruta. Antes en un cubo de la basura encontrabas mejor fruta que hoy en tu supermercado de confianza.

Uno de los peores alimentos que existe es la fruta. Hay muchas frutas, y los niños siguen aprendiéndose sus nombres y coloreando sus formas y jugando con la fruta de plástico que les trajo Papá Noel; pero han dejado de comer fruta. Comen una cosa coloreada parecida al plástico que los adultos se venden entre ellos. Podrán decir lo que quieran sobre los donuts y las chocolatinas, menos que saben mal. Un Kit Kat siempre sabe a Kit Kat. Una fruta casi nunca sabe al nombre que tiene, sino a algún tipo de podredumbre semántica.

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