Mala Fama
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Debería darte vergüenza que tu hijo se dedique a la política
No queda apenas margen para que esta profesión señale algo más que una decidida bajeza moral
Entre la inutilidad y la delincuencia, afloró la filosofía. El PP había votado excarcelar etarras y tuvo la suerte de que el periodismo de ganarse querellas quiso ganarse más querellas. Salió un piso alquilado por Ábalos en el centro de Madrid, y algunas bolsas con dinero. Al PSOE le atropellaron con su propia estrategia: cambiar enseguida de conversación. Como la única oposición al gobierno la hace la prensa, se me ocurrió un eslogan para el PP: “Somos inútiles, pero no delincuentes”. Durante unos instantes, le vi mucha fuerza a ese eslogan. Luego ya no.
Sin embargo, X (Twitter) hizo su magia y exhumó una charla de hace ocho meses que lo explicaba todo. Cuando accedí a ella en Youtube, contaba sólo con 689 visualizaciones. No sabemos en manos de quién estamos porque no veis los vídeos hasta el final.
En éste, Pablo Simón, politólogo, disertaba ante lo que parecían sobre todo jovencitas con el pelo muy cuidado. Era como el Tom Cruise de Magnolia, el de “respect the cock”, pero en versión continental: “Respect the UE”. Llevaba hasta un hoodie de la Unión Europea. Detrás, un escenario azul mostraba el ingenio de toda esta gente: “Prepárate para ser VEP”. Y debajo: “Very european people”.
Se trata de una iniciativa para que la gente crea en Europa, a pesar de la evidencias. Pablo estaba desatado. Quería que todos los asistentes salieran echando estrellas doradas por la boca y con el alma impresa en Pantone Reflex Blue. Sin embargo, se vino tan arriba que, en el tramo final de la ponencia, proclamó la necesidad del cinismo. El cinismo es bueno, si lo practican los buenos.
Se trata de una iniciativa para que la gente crea en Europa. Pablo estaba desatado
Dijo: “Soy enormemente partidario de mentir”. Y también: “Hay que jugar sucio, porque los malos juegan sucio”. Los malos son todos los que a Pablo Simón le parezcan los malos. Así, los que defendieron y consiguieron el brexit eran muy malas personas.
Puso un ejemplo de mentira europea: “¡Decid que la Unión Europea les puede salvar la vida, que es fundamental, que la Unión Europea les puede dar más becas, aunque no tenga competencias sobre esto!”. Pero tú dilo, coño.
Aunque no conozco a fondo la trayectoria e incursiones de este politólogo, su arenga final resultaba iluminadora, retrospectivamente. Dado que luchar contra el cambio climático es bueno, por ejemplo, mintamos; digamos que va a desaparecer Alicante en veinte años, y las morsas, en cinco; pintemos los mapas del tiempo de rojo crematorio aunque sea una majadería y afirmemos cada verano que fue “el verano más caluroso de la historia”. Como también reducir la brecha de género en el trabajo es algo bueno, mintamos más. Digamos que las mujeres cobran un 20% menos por hacer el mismo trabajo. No pasa nada, los malos están diciendo otras mentiras, como que las mujeres quieren ser enfermeras y no ingenieras. No tienen imaginación.
De jugar sucio, Simón no ponía ejemplos. A mí se ocurre que matar a tiros al candidato rival y amañar unas elecciones generales entraría dentro del saludable concepto “juego sucio”.
La propuesta de Simón, como ven, no tiene límites claros, pues mentir puede hacerse tanto con becas a estudiantes como con niños muertos en Gaza; y jugar sucio puede llevarnos desde despegar carteles del partido rival a amenazar de muerte a su hijo si el candidato no se retira. El límite de la gente buena es el cielo.
Digamos que va a desaparecer Alicante en veinte años, y las morsas, en cinco
Sin embargo, esta política de la mentira y de la cuchillada nos lleva a una evidencia selectiva: hay que valer. O sea, el político tiene que saber mentir y ser capaz de encontrar su lado gángster. No sirve cualquiera para salir ante millones de conciudadanos y, mirándoles a los ojos, engañarles. Y no sirve cualquiera para recabar información íntima de un rival y filtrarla o exponerla como amenaza. También hay que conseguir que despidan gente (periodistas, por ejemplo), e iniciar campañas contra jueces que no entienden de política: son tan idiotas que creen que tu “juego sucio” es delito. ¿Qué tipo de persona vale para esto? Pues alguien a quien no dejarías al cuidado de tus hijos, pero al que dejas al cuidado de tu país.
Frente a estos mindundis del presente intelectual, aún podemos contar con la civilización. Casualmente, X me enviaba a las tropas de élite de la cultura al tiempo que los cortes del vídeo de Pablo Simón aparecían por todas partes. Así, el psiquiatra Pablo Malo tuiteaba esta cita de Blaise Pascal: “El mal nunca se hace tan a fondo ni tan bien como cuando se hace con buena conciencia”. La diferencia entre los malos y los buenos es que los buenos son mucho más peligrosos.
La revista Zenda tuiteaba estas palabras de Hannah Arendt: “Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que nadie crea en nada. Un pueblo que ya no distingue entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal.”
Y el usuario Jesús Fontela colgaba un vídeo del filósofo Julián Marías donde describía el concepto de élite: “No es el que tiene privilegios, es el que se exige a sí mismo hacer las cosas bien.”
De un lado, tenemos a Pascal, Arendt y Julián Marías; y del otro, a tertulianos y politólogos con sudadera. Los primeros sugieren que nuestros gobernantes deberían ser los mejores de entre nosotros; los segundos, que son, de hecho, los mejores de entre los canallas. Estamos en un tiempo donde hacer política es hacer canalladas.
Un tiempo en el que toda madre debería avergonzarse de que su hijo sea político.
Entre la inutilidad y la delincuencia, afloró la filosofía. El PP había votado excarcelar etarras y tuvo la suerte de que el periodismo de ganarse querellas quiso ganarse más querellas. Salió un piso alquilado por Ábalos en el centro de Madrid, y algunas bolsas con dinero. Al PSOE le atropellaron con su propia estrategia: cambiar enseguida de conversación. Como la única oposición al gobierno la hace la prensa, se me ocurrió un eslogan para el PP: “Somos inútiles, pero no delincuentes”. Durante unos instantes, le vi mucha fuerza a ese eslogan. Luego ya no.
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