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Alberto Olmos

Mala Fama

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Lo que ves con tus propios ojos es desinformación

El triunfo de Trump nos lleva a preguntarnos quién está más desinformado, si aquellos que se fían de las encuestas y análisis de la prensa o quien forma su criterio con testimonios ciudadanos

Foto: Donald Trump, tras ser herido por un disparo en julio pasado mientras daba un mitin en Pensilvania. (Reuters/Brendan McDermid)
Donald Trump, tras ser herido por un disparo en julio pasado mientras daba un mitin en Pensilvania. (Reuters/Brendan McDermid)
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La desinformación lo explica todo. Por ejemplo, Donald Trump ha llegado a la Casa Blanca por culpa de la desinformación. Eso dicen. La gente no sabía a quien votaba, prácticamente a un desconocido que apareció de pronto pidiéndoles su apoyo. Apenas hay quinientos libros, películas y documentales sobre Donald Trump. Pero había que leer esos libros y ver esos documentales. Apenas hay un millón de noticias sobre delitos, trampas, barbaridades y obscenidades protagonizados por Donald Trump. Pero la gente ya no lee la prensa, y no se entera. Los que sí leen la prensa y se enteran estaban como es lógico muy bien informados: sabían que iba a ganar Kamala Harris. La cosa estaba muy igualada (decía la información fiable), pero, en el tramo final, era evidente que Kamala iba a ganar por poco. La gente desinformada votó a Trump y la gente informada sabía que iba a ganar Kamala.

La desinformación llegó a tal punto de influencia en los votantes que todo un mandato de cuatro años de Donald Trump en la Casa Blanca se les borró súbitamente de la memoria. Habían tenido a Trump de presidente (2016-2020), pero lo votaban sin saber quién era. Querían probar con alguien nuevo, votaron a ver qué salía, ebrios de ignorancia.

La gente informada, sin embargo, sabía que Kamala Harris era mujer y era negra. Había que votarla para presidenta de Estados Unidos porque era mujer y era negra. Eso es estar informado. Votar a alguien para presidente de tu país sólo porque es mujer y negra es lo que hace la gente adulta, culta, perspicaz, nada frívola, que lee El País. También tu décimo de lotería en Navidad lo compras porque el número es bonito.

Sin embargo, si una mujer negra se presentara como candidata a la Casa Blanca por el Partido Republicano, no habría que votarla, naturalmente. Te informarías en profundidad y descubrirías por qué no hay que votarla: es del Partido Republicano.

Kamala Harris era mujer y era negra. Había que votarla para presidenta de Estados Unidos porque era mujer y era negra

El despiste de la izquierda es como sigue: ellos tienen un programa, Kamala tenía un programa, y en él se hablaba de combatir el machismo, el racismo, la transfobia y de salvar el planeta Tierra. Muy bien. Pero es que Trump tenía otro programa, esto es lo importante. El programa de Trump es bajar los precios de las cosas y reforzar la seguridad en las fronteras, que haya dinero en los hogares y menos delincuencia. Luego pondremos un poco de orden en el mundo, si hay tiempo.

La izquierda está confundida porque cree que Trump les ha copiado el programa, pero poniéndolo todo al revés. Como ellos enarbolan la igualdad de género, la echan de menos en la primera página del programa del otro, así que debe ser que Trump está en contra. El Partido Republicano es machista, negacionista y racista porque no tiene el mismo programa electoral que el Partido Demócrata. Si tuviera el mismo programa electoral, amigos, no harían falta dos partidos políticos ni unas elecciones colosales.

Foto: Elon Musk, CEO de Tesla y SpaceX, salta durante un discurso de Elon Musk. (Reuters)

Como la izquierda considera que hay que votar a Kamala porque es mujer y negra, cree también que, si no la votan, se debe a que es mujer y negra. No; no la votan porque no se reconocen en nada de lo que dice. Para no votarla, que sea mujer y negra es mucho menos determinante que para votarla.

Pero no lo entienden. No lo entienden en Estados Unidos y no lo entienden aquí en España. Tu programa es el feminismo y el cambio climático, ¡cojonudo!, pero el programa de Trump es la inflación y las fronteras. Un narcisismo ideológico hace a la gente de izquierdas pensar que la gente de derechas (que poco a poco va a acabar siendo toda la gente) está en contra del feminismo y de controlar el cambio climático, cuando simplemente no está. La gente ya no está ahí con vosotros pelando la pava de vuestras quimeras favoritas. La gente está, como decía Ortega y Gasset, “a las cosas”.

En los análisis realizados la semana pasada, la palabra “inflación” ni siquiera aparecía. Todo era machismo, racismo, transfobia y negacionismo; o sea, información fiable. Se ha llegado a informar fiablemente de que medio Estados Unidos es en efecto racista y misógino, cuando simplemente ha abandonado una conversación, ha roto el marco. La izquierda identitaria se ha quedado sola en su cuarto tirando la pelota contra la pared.

Muchos ciudadanos han dejado de escuchar lo machistas y lo racistas que son y han empezado a echar cuentas de su economía familiar

Muchos ciudadanos han dejado de escuchar lo machistas que son, lo racistas que son, lo negacionistas que son y han empezado a echar cuentas de su economía familiar. Quieren que bajen los precios, que bajen los impuestos y que no haga falta subir un Everest de burocracia para abrir una tienda de zapatos. Trump les ha dicho que lo hace, y le han votado. A esto lo llamamos ahora “desinformación”.

También lo llamamos “antipolítica”. Siento simpatía por la antipolítica, pues consiste en un señor que dice que va a hacer algo si lo votas y, cuando gana, lo hace. Como es lógico, la antipolítica tiene aterrados a todos los políticos del mundo. Antes, el político podía decir que iba a construir 400.000 viviendas y luego no construirlas, y no pasaba nada. Ahora, un Milei hace exactamente lo que dijo que haría, la gente le votó sabiendo lo que iba a hacer y la oposición le critica por cumplir su palabra. Es muy peligroso.

Donald Trump ganó las elecciones el 13 de julio de 2024, cuando le pegaron un tiro en la cabeza. Eso es la antipolítica: el espectáculo de la verdad. El disparo fue verdad, la sangre era verdadera y la reacción de Trump no estaba ensayada. La gente confió más en lo que vio con sus propios ojos que en la información rigurosa. La información rigurosa decía que Joe Biden estaba en pleno dominio de sus facultades mentales hasta una hora antes de renunciar debido a que no lo estaba. Kamala Harris era una candidata perfecta, por eso nadie dijo que lo fuera hasta que renunció Biden.

Hay mucha desinformación, sin duda; por eso nos recomiendan que cerremos los ojos.

La desinformación lo explica todo. Por ejemplo, Donald Trump ha llegado a la Casa Blanca por culpa de la desinformación. Eso dicen. La gente no sabía a quien votaba, prácticamente a un desconocido que apareció de pronto pidiéndoles su apoyo. Apenas hay quinientos libros, películas y documentales sobre Donald Trump. Pero había que leer esos libros y ver esos documentales. Apenas hay un millón de noticias sobre delitos, trampas, barbaridades y obscenidades protagonizados por Donald Trump. Pero la gente ya no lee la prensa, y no se entera. Los que sí leen la prensa y se enteran estaban como es lógico muy bien informados: sabían que iba a ganar Kamala Harris. La cosa estaba muy igualada (decía la información fiable), pero, en el tramo final, era evidente que Kamala iba a ganar por poco. La gente desinformada votó a Trump y la gente informada sabía que iba a ganar Kamala.

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