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Mala Fama
Por
No creo que puedas leer esta novela sin volverte loco
'El volumen del tiempo I' llega a producir pánico en el lector ante lo asfixiante de su propuesta
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Uno de los problemas de los viajes en el tiempo es encontrar a alguien que te quiera. Por eso hacemos tan pocos viajes en el tiempo. El tiempo y el amor van de la mano, son dos viejecitos. Salirse del tiempo es muy emocionante, pero nadie puede quedar contigo a las seis en punto ni planear unas vacaciones. Eres muy especial en tu temporalidad única, pero estás solo.
Fantaseamos con viajes en el tiempo que nos lleven al pasado y al futuro, y con los cambios que haríamos, singularmente en el pasado, para mejorar nuestro presente. Pero hay un viaje en el tiempo más radical, que consiste en repetir eternamente el mismo día. Atrapado en el tiempo (1993) popularizó este suplicio, que Al filo del mañana (2014) llevó a sus más altas cotas sentimentales. Antes, en el cine, parece que a nadie se le había ocurrido este argumento, fuera de un trabajo de fin de curso de Claire Dennis (El 15 de mayo, 1969) y de algunos cortometrajes ochenteros.
En literatura fantástica, HG Wells inventó casi todo, y
A los lectores de ciencia ficción (que son muchos),
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Solvej Balle nos llega desde Dinamarca con esta primera parte de una obra que alcanzará las siete entregas. En su país natal, ya se han publicado cinco. Por un error simpático, Amazon y Goodreads presentan la portada de este libro con el título, más fiel al original, que manejaba la editorial antes de aterrizar en El volumen del tiempo. Era: Sobre el cálculo del volumen I. Anagrama quería vender algunos libros, después de todo.
La novela es breve, pero no resulta fácil de leer. Tenemos a una mujer en París comprando libros antiguos. Hace algunas cosas más igual de electrizantes antes de irse a dormir. Cuando despierta, sigue siendo 18 de noviembre. Será 18 de noviembre durante las casi doscientas páginas del libro.
La aspereza de la novela (que es, porque no lo estoy diciendo, una obra maestra) no sólo procede de la prosa neutra y catastral que emplean en Dinamarca, sino de que, fuera de esa anomalía intergaláctica (vivir el mismo día una y otra vez), El volumen del tiempo se limita a contar la vida doméstica de una mujer junto a su marido. A veces se preguntan cómo sacar a la protagonista de su encierro cósmico, pero, por lo general, hacen la cena y se van a dormir.
La genialidad del libro es precisamente esa: someter a la vida ordinaria a un imperativo recurrente. Es decir, sumar a la rutina otra rutina, descomunal.
La protagonista y narradora lleva más de cien 18 de noviembres cuando nos la encontramos, y ahí seguirá, anotando en su cuaderno los avances del día detenido. Lo más bonito del libro es que la señora le dice a su esposo que está viviendo una y otra vez el mismo día, y el esposo la cree enseguida, no piensa que le engaña con el fontanero. También me parece muy original que, a diferencia de Atrapado en el tiempo o Al filo del mañana, la idea del día eterno explora aquí espacios alternativos, el movimiento por el terreno, en lugar de asimilar un escenario y agotar las constantes repeticiones debidas a sus residentes.
La idea nos posee y nos alucina: ¿puedes matar gente y, al repetirse el día, resucitan?
La novela es un agobio, produce pánico, como algunos episodios de Black Mirror. Al principio, parece que vivir las mismas veinticuatro horas una y otra vez no tiene mayor misterio, pero poco a poco vamos entendiendo la incomunicación a la que aboca: no puedes construir nada con nadie. El esposo trata de ayudar a entender dónde "se rompió el tiempo", pero sólo puede colaborar con ella durante un día, para luego olvidarlo todo. Sólo ella avanza en su infierno.
La habilidad de Solvej Balle para construir este ecosistema atemporal es extraordinaria. Juega mucho con los objetos y los alimentos, con el hecho de si desaparecen al reanudarse el día perpetuado o siguen junto a la protagonista. También se investiga cuándo, exactamente, comienza el bucle temporal, y cómo acabó metida en él nuestra anticuaria de libros. Es muy sutil haber elegido ese oficio para la protagonista, porque nos lleva a pensar si alguno de los libros, borgianamente, será el culpable de la anomalía.
El volumen del tiempo I sólo plantea una situación, le saca punta, pone las cartas sobre el tapete. Al lector no le extraña que la autora quiera más: seis novelas más. Porque la idea nos posee y nos alucina: ¿puedes matar gente y, al repetirse el día, resucitan?, ¿y si te suicidas tú, qué pasará, volverás al tiempo corriente o irás directa al cementerio? Y otro asunto: ¿si tú envejeces dentro de ese mismo día eterno y a tu alrededor todos conservan su edad, qué puede pasar?
Por no hablar de lo fundamental: ¿quién te va a querer a ti, en tus viajes en el tiempo?
Uno de los problemas de los viajes en el tiempo es encontrar a alguien que te quiera. Por eso hacemos tan pocos viajes en el tiempo. El tiempo y el amor van de la mano, son dos viejecitos. Salirse del tiempo es muy emocionante, pero nadie puede quedar contigo a las seis en punto ni planear unas vacaciones. Eres muy especial en tu temporalidad única, pero estás solo.