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Mala Fama
Por
Franco y yo: 50 años vivos
Parece que 1975 fue un gran año, después de todo
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Ha sido toda una sorpresa descubrir tan tarde que Francisco Franco es de mi quinta. Echaba yo de menos españoles nacidos en 1975, sobre todo que hubieran llegado a algo en la vida. Uno arrastra, valga la aliteración, el fetichismo de la fecha, y le gusta saber qué actores, escritores y famosos en general nacieron en su mismo día, más o menos. Se busca, con esta simultaneidad del nacer, compañía en la aventura. Yo nací en enero de 1975; Franco hizo algo parecido en noviembre. Nunca pensé que él llegaría mucho más lejos que yo, teniendo en cuenta su principal hándicap: está muerto.
La primera presencia de Franco en mi generación fue la propina. La propina, te pongas como te pongas, es franquista, igual que las patatas. Nos daban la propina en monedas que se llamaban pesetas, y con ellas dibujábamos círculos en folios, hacíamos torrecitas o comprábamos sugus. Años 80. A veces, claro, mirábamos la moneda de cerca.
Entonces veíamos la cara, la efigie, el busto girado de un viejecito. Había unas letras alrededor de su senectud, que al final nos daba por leer, decían: “Francisco Franco caudillo de España por la G. de Dios”. Esto no hacía que el dinero valiera más o menos, mayormente porque no entendíamos nada de lo que acabábamos de leer.
“Caudillo” era una palabra rara; la G., abreviatura por truncamiento, podía ser hasta pecado. ¿Qué sería esa G? Nos daba un poco igual. El duro seguía cambiándose por cinco gominolas.
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Pero alguna vez había que preguntarlo: ¿quién es Franco? El tipo iba haciendo su fama, su pequeña progresión hacia el éxito, monedita a monedita, como si ahorrara maldad. Estaba en las monedas de cinco pesetas, pero también en trozos de conversación pillados al vuelo, en algunas noticias de la tele y en algunas películas con gordito de voz aflautada (Dragón rapide, 1986; Espérame en el cielo, 1988). Nadie hablaba bien de Franco, así que algo habría hecho.
Yo llegué a pensar que Franco era uno de los reyes Godos, porque se decía mucho que antes en la escuela te tenías que aprender la lista completa de los reyes Godos, en plan tortura. Luego lo que sí estudiábamos eran los pueblos bárbaros que rompieron el imperio romano, y ahí estaban los vándalos, los visigodos, los suevos y los francos. Así que Franco debía de ser un rey franco de no se sabe cuándo que hizo no se sabe qué, pero mal. El caso es que Felipe González era el presidente del gobierno.
Llegué a pensar que Franco era uno de los reyes Godos. Franco debía de ser un rey franco de no se sabe cuándo que hizo no se sabe qué, pero mal
Entre unas cosas y otras, aprendimos que la derecha en España era franquista; o, también, “heredera del franquismo”. Este lastre resultaba innecesario porque la gente votaba al PSOE con entusiasmo, era muy fácil ser de izquierdas en los 80 y en los 90. Los líderes de AP nos daban una idea bastante ajustada de Franco: gordos y calvos (Manuel Fraga, Hernández Mancha), así que en 1989 AP pasó por quirófano, y salió el PP. Había que poner distancia con eso que llamaban “la dictadura”. Fraga refundó el partido y se fue, y la cosa quedó en manos de José María Aznar.
Se puso de moda la expresión “con Franco vivíamos mejor” y “esto con Franco no pasaba”. Si algo iba mal, con Franco no pasaba. Era gracioso decir esas dos frases sin venir a cuento, por ejemplo si una chica no te quería dar un beso. “Esto con Franco no pasaba”. Fue Manuel Vázquez Montalbán el que a finales de los 70 se preguntó: “¿contra Franco vivíamos mejor?” Esa frase, libre de interrogantes, también se decía mucho, para darse aires intelectuales y de finura dialéctica.
Los 90 fueron violentos. Ya en Madrid, mi competición contra un muerto fue dura. A Franco le iba mucho mejor que a mí. Había skinheads, había neonazis, resultaba que aún existía Falange, no sabía uno si varias Falanges, y todo eso parecía lo mismo, así a bulto, parecía propaganda de Franco. Juan Echanove hizo de Franco (Madregilda, 1993), y uno se preguntaba si no le daba apuro hacer de Franco. Los actores de izquierdas llevaban en su corazón el secreto mórbido de querer interpretar a Franco, intuí. Para un actor de izquierdas lo mejor que le puede pasar en la vida es ser Franco.
El 1 de enero de 2002, Franco se quedó sin cromos. Las monedas que publicitaban su silueta se retiraron de la circulación
Lo que empezó con los duros acabó con los euros. El 1 de enero de 2002, Franco se quedó sin cromos. Las monedas que publicitaban su silueta se retiraron de la circulación, y los niños ya no preguntarían por Franco ni por la G. de Dios. El cambio de siglo desplomaba su gran página sobre el franquismo, y empezó a ser realmente un coñazo que alguien citara a Franco. Las salvajadas nazis de los 90 desaparecieron (prácticamente). Se daba tanto la turra con Europa que se nos quedaba pequeña nuestra propia historia. ¡Europa sí, Europa no! Esto antes de entrar en Europa no pasaba. Contra Europa vivíamos mejor. Los precios subieron que daba gloria verlos.
El PSOE de Zapatero no podía tirar de franquismo, y empezó a ser tan europeo que se tiñó de azul. Zapatero vagaba por las universidades y los think tanks buscando algo que ser, cuando ser anti-franquista dejó de molar. ¿Qué puedo ser, por dios santo?, se preguntaba Zapatero. Le dieron la palabra “republicanismo”, pero eso no lo iba a votar nadie. Sonaba a detergente para lavadoras. Así que vio la luz y se dijo: minorías y mujeres. Por ahí vamos a ir todo seguido.
Con la segunda legislatura de Zapatero (2008-2011), ya dejó de resultar fácil ser de izquierdas. La corrección política lo ahogaba todo, y se prohibió fumar en los bares. Esto fue lo más antifranquista que hizo Zapatero: prohibir fumar.
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Franco, en fin, estaba realmente muerto. Era folclore. Uno no se podía creer que alguien argumentara franquismo en alguna ocasión, ya fuera para pedir el voto, ya para prohibir fumar. Era como hablar de las trébedes y las mulas. Una cosa novedosa que sucedió desde 2015 fue que cada vez había menos gente nacida en dictadura. Eso en los 90 no pasaba.
Con insistencia, paciencia, vehemencia, Pedro Sánchez fue revitalizando a Francisco Franco, poniéndole guapo para el odio
Y entonces llegó Pedro Sánchez. Sánchez tomó lo peor de la peor legislatura de Zapatero, y además le añadió el franquismo. Como dicen en alguna parte del Apocalipsis: ¿qué podía salir mal? Con insistencia, paciencia, vehemencia, Sánchez fue revitalizando a Franco, poniéndole guapo para el odio. Vox ayudaba a veces. Así, consiguió que hubiera que elegir entre Franco y Sánchez. ¡O Sánchez o Franco! Es verdad que nos lo puso difícil.
Pedro Sánchez desenterró a Franco para que viéramos quién podía desenterrar a quién. Era un duelo de egos épico, totalmente deportivo. La Champions del autoritarismo. El sueño de Sánchez es hacer más seiscientos que Franco.
Ahora vamos hacia 2025, donde Franco y yo cumpliremos cincuenta años. Cincuenta años vivos. Esto da mucha rabia porque, como puede demostrarse científicamente, Franco no está vivo. Su muerte le hace cada día más joven, es una cosa impresionante, yo creo que hasta ilegal.
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Cien actos ha anunciado Pedro Sánchez para el año que viene, apoyados en la efeméride de la muerte interminable de Franco. Vaya cumpleaños le va a organizar, los Juegos Olímpicos del franquismo. La mayor fiesta de cumpleaños de la historia de España.
A ver si nos invitan.
Ha sido toda una sorpresa descubrir tan tarde que Francisco Franco es de mi quinta. Echaba yo de menos españoles nacidos en 1975, sobre todo que hubieran llegado a algo en la vida. Uno arrastra, valga la aliteración, el fetichismo de la fecha, y le gusta saber qué actores, escritores y famosos en general nacieron en su mismo día, más o menos. Se busca, con esta simultaneidad del nacer, compañía en la aventura. Yo nací en enero de 1975; Franco hizo algo parecido en noviembre. Nunca pensé que él llegaría mucho más lejos que yo, teniendo en cuenta su principal hándicap: está muerto.