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'Cuchillo', ese libro espantoso que ha escrito Salman Rushdie
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Alberto Olmos

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'Cuchillo', ese libro espantoso que ha escrito Salman Rushdie

El relato de su apuñalamiento acaba siendo un despropósito literario y moral

Foto:  'Cuchillo' de Salman Rushdie.
'Cuchillo' de Salman Rushdie.
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Un problema evidente de los escritores consiste no tener nada que contar. Otro, menos obvio, es, de hecho, tener algo que contar. Cuando no tienes nada sobre lo que escribir, lo mejor es escribir, porque el vacío puede resultar altamente inspirador. Flaubert dijo que su sueño era "escribir un libro sobre nada". Pero cuando te sucede algo, el gran drama, la experiencia única, te parece de pronto que la vida te ha regalado un libro casi hecho, y que sólo queda pasarlo a limpio. No es tan fácil. Si fuera tan fácil, todos los escritores serían reporteros de guerra y no señores que opositaron en su pueblo a alguacil.

A Salman Rushdie le apuñalaron diez veces en agosto de 2022, durante una conferencia, y le ha parecido una buena idea contarlo. Ha escrito su peor libro, muy celebrado. Se titula Cuchillo (Random House). Según cuenta Rushdie, su experiencia con el apuñalamiento se reduce a veintisiete segundos. En apenas medio minuto, sucedió todo. Convertir 27 segundos en un libro es mucho más difícil que convertir la nada en libro, motivo por el cual el periodismo no es literatura. El titular se pone lo primero de todo para que el periodismo no sea literatura.

La clave de un libro es que todo es superfluo, innecesario y, sin embargo, pertinente. Rushdie tiene que escribir doscientas páginas con las diez puñaladas que le han dado, pero esas puñaladas se describen en dos párrafos. Queda todo lo demás. Puede, lógicamente, hablar de sus heridas, su traslado al hospital y sus padecimientos en los dos meses de recuperación. Pero eso, amigos, son sólo diez o veinte páginas más. El problema mal resuelto de nuestro autor era qué compañía darle al titular del periódico de su vida. Y ahí ha fracasado con espanto.

Un Perec, por ejemplo, hubiera tomado distancia con su propio drama repasando la historia misma del cuchillo. Perec habría hecho un libro donde todo fuera cuchillo, filo y corte. Se tuvo que inventar el cuchillo, y perfeccionar, y acuchillar mucho, para que un cuchillo llegara a acuchillarme a mí. Eso sería interesante de leer. Otro autor hubiera reunido en su libro a todos los escritores acuchillados de la historia, o que sufrieron un atentado, o que recibieron malas críticas (humor, amigos). Sergio del Molino en La piel (Alfaguara) revisaba biografías de escritores que tuvieron problemas cutáneos para así dar cuerpo a su propio exploración de un problema cutáneo.

placeholder El escritor y ensayista Salman Rushdie posa para una entrevista con EC. (Daniel González)
El escritor y ensayista Salman Rushdie posa para una entrevista con EC. (Daniel González)

Rushdie, sin embargo, llena el libro de narcisismo. Es insoportable. Habla de sus libros, de su vida, va y viene por todos los palos del ego, simplemente porque lo de ser apuñalado se le acaba enseguida. La prueba de que nada de lo que escribe es pertinente está en que, si quitas el atentado del libro, se le cae en pedazos. Son notas sueltas, banales y nada inspiradas. Al igual que José Saramago en sus diarios, no evita subrayar sus éxitos, pasados o presentes. "Había mucha gente", dice de la charla donde le agredieron. Si nombra un libro propio, siempre vendió mucho y recibió grandes críticas. Si cita a un autor, es siempre porque ese autor le alabó a él. Su homenaje a Martin Amis viene precedido de las alabanzas de Amis por Rushdie. "Además del mensaje del presidente Biden, me llegaron palabras contundentes del presidente francés Macron". Y las cita: "Durante treinta y tres años, Salman Rushdie ha encarnado la libertad y la lucha contra el oscurantismo…".

Rushdie llena el libro de narcisismo. Es totalmente insoportable

Rushdie describe su vida antes del atentado como idílica. El amor con su pareja es absoluto, los amigos les invitan a sus casas en Italia, el libro que acaba de publicar se ha traducido simultáneamente en todo el mundo. Uno es feliz hasta que lo apuñalan, parece decirnos. En realidad, Rushdie miente en todo menos en el relato del apuñalamiento. Retrata su vida con tal simpleza e infantilismo que parece hacer publicidad con ella. Amor, abrazos, colegas literarios encantadores, premios y patrimonio.

Imaginen que Rushdie estuviera siendo infiel a su esposa, y que el apuñalamiento llegara en un momento en que pensaba romper la relación. Eso sería humano, es decir, complejo. O imaginen que Salman confesara su odio por otro autor, cuyo éxito le irrita, y que al ser apuñalado nos dijera: "¡Ojalá apuñalaran a Houellebecq!". Esto también nos acercaría al animal humano, falible y contradictorio.

Si esto fuera todo, todo lo malo del libro, no habría por qué preocuparse en reseñarlo. Pero hay más. Salman Rushdie trata a su agresor con tal desdén y mezquindad que resulta al cabo repulsivo. Se niega a dar su nombre, y se refiere a él como un animal sin lecturas que ha tratado de eliminar de la Tierra a un ser superior, benéfico. Él. ¿Cómo osas apuñalarme? A Julio César lo puedes apuñalar; a Salman Rushdie, no.

Salman Rushdie trata a su agresor con tal desdén y mezquindad que resulta al cabo repulsivo

Es como ver a un señorito humillando a un criado porque le ha echado encima el café del desayuno. "Ay, mi estúpido y furioso A.", leemos (A. es el "asesino"). Y luego: "El memo de A. cometió el error de conceder una entrevista desde la cárcel…" El agresor declara: "Quise asesinarlo porque es un farsante". Esto irrita mucho a Rushdie. Quizá porque es un farsante: "En un mundo ideal, cuando un libro se publica, yo preferiría esconderme unas semanas detrás de los muebles". ¡El tipo al que lo que más le gustaba cuando estaba amenazado de muerte era pasearse por Nueva York en limusina!

El libro toca fondo cuando Salman se inventa una larga conversación con su agresor, que ocupa unas treinta o cuarenta páginas. En esta conversación, sólo habla Rushdie. Es tan maniquea, tan prepotente, que me la tuve que saltar cada dos o tres páginas. Básicamente, Rushdie exhibe todo lo que ha leído y todo lo que ha vivido para retratar al hombre del cuchillo como un patán fruto de la falta de cultura. Es curioso esto: no ser capaz de comprender a otro por culpa de toda esa cultura que dices atesorar y representar.

"No me pongo en el nivel de Naguib Mahfuz", nos dice Rushdie, después de relatar el atentado que sufrió el escritor egipcio. Por supuesto, se pone al nivel de Naguib Mahfuz. Miren qué frase: "Milan Kundera, que murió mientras yo escribía este libro…" Miren qué frase: "Si Samuel Beckett fue capaz de enfrentarse al proxeneta que lo agredió, por qué no iba a hacerlo yo también".

Un problema evidente de los escritores consiste no tener nada que contar. Otro, menos obvio, es, de hecho, tener algo que contar. Cuando no tienes nada sobre lo que escribir, lo mejor es escribir, porque el vacío puede resultar altamente inspirador. Flaubert dijo que su sueño era "escribir un libro sobre nada". Pero cuando te sucede algo, el gran drama, la experiencia única, te parece de pronto que la vida te ha regalado un libro casi hecho, y que sólo queda pasarlo a limpio. No es tan fácil. Si fuera tan fácil, todos los escritores serían reporteros de guerra y no señores que opositaron en su pueblo a alguacil.

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