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Llamando a la Tierra, tenemos un libro muy malo
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Alberto Olmos

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Llamando a la Tierra, tenemos un libro muy malo

El último premio Booker, 'Orbital', llega a España con una propuesta panteísta

Foto: 'Orbital' de Samantha Harvey.
'Orbital' de Samantha Harvey.
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He leído Orbital (Anagrama), de Samantha Harvey, en media hora. Así de malo es. Se trata de la novela ganadora del premio Booker, y en la contraportada Max Porter, James Wood y Mark Haddon hablan maravillas de ella. Supongo que tardaron más de treinta minutos en leerla. Es cortita, y salen astronautas. Si me dispongo a reseñar este libro malo se debe a que no quería reseñar otro que he leído que era peor.

Lo más interesante de Orbital es que podemos enterarnos un poco de qué va el premio Booker. Suena prestigioso. Julian Barnes afirmó que se daba "a voleo" ("posh bingo"). Viendo la lista de ganadores, parece que en España no despierta un gran interés. Tenemos que irnos hasta 1999 para encontrar una novela importante: Desgracia, de JM Coetzee. El premio lo subvenciona el Mal. Durante muchos años, un fondo de inversión (Man Group) lavó su propia imagen gastando 50.000 libras, de los 178.000 millones de dólares que gestiona, en un premio literario políticamente correcto hasta el escalofrío. En 2019, se cansaron, y un millonario particular, llamado Michael Jonathan Moritz, se hizo cargo de su subsidio. Este hombre también habrá hecho algo.

Con la bonita portada de Anagrama como reclamo, me puse a leer esta novela para salir del mundo. Por su título (que es lo único que leí, dado que no leo contraportadas, sobre todo si son de Anagrama), quería yo meterme en una narrativa no realista, quizá de ciencia ficción, o, al menos, cósmica. Yo qué sé, una historia con extraterrestres, viajes en el tiempo, combates interestelares o misiones épicas para salvar el mundo de un agujero negro. No hay nada de eso en Orbital. Se trata de seis astronautas que dan vueltas alrededor de la Tierra en su estación espacial y miran lo bonita que es. Literalmente eso es toda la novela: qué bonita es la Tierra, con sus océanos y, de noche, con todas las luces encendidas en las grandes ciudades.

La novela, como el ensayo, más valioso, Perros de paja (Sexto Piso), de John Gray, se adscribe a la hipótesis Gaia. Es decir, la Tierra, denominada Gaia, es, no sólo bonita, sino mecánicamente maternal, y todo lo hace bien. Orbital dedica muchas de sus pocas páginas a pintar el lienzo del globo terráqueo, con cursilería implacable. La Tierra, en efecto, es "nuestra madre", "un barco" en el que nos movemos. También la estación espacial donde orbitan los seis astronautas es "un barco". La autora no tiene muchas metáforas, pero confía ciegamente en ellas. "Somos marineros en una nave que surca un mar profundo y oscuro en el que no se puede nadar".

Literalmente eso es toda la novela: qué bonita es la Tierra, con sus océanos y, de noche, con todas las luces encendidas en las grandes ciudades

En la novela no pasa nada, salvo el mundo mundial dando vueltas. Sus seis protagonistas son cada uno de un país; hay un ruso, una japonesa, un italiano… así hasta colorear entero el catálogo Benetton de la humanidad. Orbital es como un anuncio de Benetton rodado por Christopher Nolan porque se lo ha pedido un amigo.

Ningún astronauta crea problemas, fuma a escondidas o vota a Trump. Son todos insustanciales. Esto ayuda a la autora a no provocar conflictos internacionales. No es como que el ruso le quite el sitio a la japonesa, o que el italiano tenga un póster erótico colgado en la cocina, y discutan entre ellos. A veces recuerdan su pasado. Lo importante en esta historia es que cada personaje sea de un país distinto. Con eso la literatura moderna ha hecho su trabajo.

La novela viene a decirnos que somos pequeños, que el progreso es "una sensación" y que la Tierra es lo único importante. No bastaba con tuitearlo, había que escribir ciento ochenta páginas, publicarlas y recibir el premio Booker.

Si la literatura desaparece, será por libros así. Es el cuaderno de fin de curso de una niña que hizo bien los deberes

James Wood, que es un crítico literario maravilloso (lean Los mecanismos de la ficción), dice que Harvey en esta obra es "el Melville de los cielos". Mark Haddon, autor de la obra maestra absoluta ya desde el título El curioso incidente del perro a medianoche, considera que es "una de las novelas más bellas que he leído en muchísimo tiempo". Un ejemplo de belleza es esta frase que nunca antes había escrito ningún ser humano: "Somos hojas que el viento arrastra". Max Porter lo resume bien: "Una carta de amor impresionante a la Tierra".

Resume bien, digo, por qué ha ganado el premio Booker. Ecologismo y cuotas nacionales en la estación espacial. Cero riesgo, nula molestia, ningún atrevimiento. Para que todos estén contentos, se citan ciudades y países y orografías del planeta entero, porque los astronautas se pasan la novela mirando por las ventanitas de su orbitar. En el libro se usa tanto la palabra "astronauta" como "cosmonauta", lo que sirve para enterarnos (gracias a Google) de que significan lo mismo, sólo que los cosmonautas siempre beben vodka a morro.

Si la literatura puede desaparecer algún día, será por libros de este estilo. Es como el cuaderno de fin de curso de una niña que hizo bien todos los deberes.

He leído Orbital (Anagrama), de Samantha Harvey, en media hora. Así de malo es. Se trata de la novela ganadora del premio Booker, y en la contraportada Max Porter, James Wood y Mark Haddon hablan maravillas de ella. Supongo que tardaron más de treinta minutos en leerla. Es cortita, y salen astronautas. Si me dispongo a reseñar este libro malo se debe a que no quería reseñar otro que he leído que era peor.

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