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El jubilado que lo sabía todo sobre Javier Marías
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Alberto Olmos

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El jubilado que lo sabía todo sobre Javier Marías

Una biografía casi clandestina del autor de 'Todas las almas' resucita un periodo cultural tan fascinante como endogámico

Foto: El escritor Javier Marías en los años 80 en París. (Getty/Luis Monier)
El escritor Javier Marías en los años 80 en París. (Getty/Luis Monier)

El año pasado se publicó la primera biografía de Javier Marías. Se titula El espía de las almas, la firma Manuel Adolfo Martínez Pujalte y la imprime un señor de Murcia, llamado Diego Marín, librero. La edición es espantosa. Al verla en un anaquel de la biblioteca, me sobresalté. Era raro que una biografía inaugural de Javier Marías no hubiera llamado la atención de los periodistas culturales en 2024, de modo que todos nos enteráramos de su existencia y la leyéramos y hasta la señaláramos como hito literario del curso. Bien es verdad que la cubierta del libro aboca a cierta clandestinidad, y que no contar con el aval de Alfaguara o Renacimiento rebaja su recorrido, y que no saber quién es Manuel Martínez Pujalte le hace a uno pensar en retorcidas marginalidades del mundo de los libros, oportunismo, autoedición, chapucería, provincia dolorosa.

Como soy tonto, lo saqué de la biblioteca y lo leí. A lo mejor tiene doscientas erratas, una de las cuales enternece: “poner lista”, leemos. Se trata de una nota del autor a sí mismo, que deja para luego la inclusión del nombre de los profesores que tuvo Javier Marías, lista que se debe incluir en la edición final. No hubo suerte. La prosa de don Manuel es además singular, muy adicta al epíteto (“luctuoso trance”, “infausta situación”, “execrable personaje”) y atornillada de estilemas burocráticos (“se da la curiosa circunstancia”, “cabe también señalar”...) que imponen a todo el texto un tonillo entre apolillado y notarial.

Con todo, el libro es apasionante. Lo he leído con auténtico placer. La figura de Javier Marías queda humanísima y nueva, y uno aprende decenas de cosas que no sabía sobre el autor de Corazón tan blanco, que en vida nos parecía inaccesible y casi cerámico, tan adusto era el personaje que creó de sí mismo. En esta biografía se asemeja a Brad Pitt, un ligón, un viajero, un juergas. Decenas de amigos, payasadas sin fin, y un alargado trauma familiar con anclaje en la Guerra Civil.

Nacido en 1946, don Manuel es un periodista jubilado, y casi noto más en las seiscientas páginas de su libro la tozudez del jubilado que la trayectoria profesional ya concluida. Para escribir sobre la vida de Javier Marías, Martínez Pujalte se lo ha leído o releído absolutamente todo; todos los libros de Javier Marías, todas sus columnas (miles), todos sus prólogos, notas y discursos. Todos los libros donde se cuenta algo, aunque sea mínimo, sobre Javier Marías. Luego, ha levantado el teléfono y ha llamado a algunos familiares y amigos del autor, que claramente se lo han quitado de encima con excusas inverosímiles o parquedad defensiva o, asumo, desprecio. ¿Quién es este señor? Don Manuel, con elegancia, no desvela este desdén en su obra, pero se percibe en las acrobacias sociales del texto (a excepción de Blanca Andréu, muy solícita).

placeholder La espantosa portada de 'El espía de las almas', la nueva biografía de Javier Marías.
La espantosa portada de 'El espía de las almas', la nueva biografía de Javier Marías.

El resultado, por tanto, es casi el libro de un fan, de alguien capaz de conocer la vida de un escritor por las mínimas pepitas de oro que fue dejando (incluso en las dedicatorias de sus libros) sobre su intimidad. La fuerza del libro reside en la admiración y en la humildad. Martínez Pujalte expresa en varias páginas “el honor” que supuso para él convivir con ciertas eminencias culturales españolas. Tendemos a ver (sobre todo en el campo cultural) una división fatal entre ganadores y perdedores, entre escritores de éxito y aquellos que quedaron en la cuneta, entre periodistas estrella y plumillas rencorosos y maledicentes. Don Manuel pertenece a esa angelical tercera categoría de personas que ya son felices habiendo estado en los lugares míticos junto a los grandes hombres y mujeres de su tiempo. Por ello, asoma sin cesar en El espía de las almas un “yo estuve allí”, “yo también conocí a”, “yo sé de qué hablan todos estos”. Es ese papel de secundario afortunado el que da a esta biografía su singular candor y atractivo.

Todas las novias

Hace falta un árbol genealógico sociocultural, casi un mapa de carreteras, para vislumbrar el periodo formativo del joven escritor Javier Marías, aquellos años 70 y 80 entre Madrid y Barcelona. Nuestro biógrafo nos lleva por un sinfín de vericuetos relacionales, al punto de que llegamos a comprender que la España que echa a andar después de la muerte de Franco la encarnan un puñado de apellidos, en un catálogo muy escaso de espacios públicos y con dinámicas y conflictos que se alargarán durante décadas. Se describe muy bien el peso que la denuncia falsa que cayó sobre Julián Marías, padre de Javier, al término de la Guerra Civil tuvo sobre su obra y sus indisolubles enemistades. Impresiona que Javier Marías cursara estudios universitarios en la misma facultad donde seguía dando clase el profesor que arruinó la carrera académica de su padre (Julio Martínez Santa Olalla, junto a Carlos Alonso del Real y al escritor Darío Fernández Flórez). O que Rafael Chirbes declarara su admiración por ese profesor. O que Camilo José Cela fuera amigo de sus padres y hable de su madre, Lolita Franco, con enorme respeto y devoción, en su libro Memorias, entendimientos y voluntades.

Un señor jubilado ha hecho una biografía de gran interés, rebosante de datos y verdades y, a partir de aquí, tendrá otro que ponerse a trabajar

Desde fuera, pareciera que la rivalidad entre Cela y Marías era artística y generacional, pues nada sabíamos de sus entretelas. Sin embargo, que Javier desprecie a Cela siendo Cela amigo de su padre (y uno de los que contribuyó a librarle de una condena mayor en 1939), amén de muy cercano a su madre, da a esta clásica refriega literaria unos matices un tanto paradójicos. También nos enteramos por este libro de que la primera andanada de Francisco Umbral contra Marías se remonta a 1979, nada menos que a una presentación que Umbral hizo de un libro de Federico Jiménez Losantos.

Aparecen nombres por todos lados, y hay como un vértigo cultural en descubrir a Javier Marías muy amigo de Antonio Gasset (Días de cine) o de Michi Panero, y en verle cambiar de novia cada diez páginas y que una fuera la hermana de Félix de Azúa y otra, en fin, trapecista americana. También Elide Pittarello, que los lectores de Marías conocíamos como experta en su obra, fue pareja suya. Casi todo en la literatura lo explica el amor.

Martínez Pujalte cruza las pistas que Marías fue dejando sobre su vida en sus columnas con lo que encuentra en volúmenes de memorias de otros autores, como Una vida presente, de Julián Marías, Jazz y días de lluvia, de Antonio Martínez Sarrión, El invitado amargo, de Vicente Molina Foix o Memorias del tío Jess, del director de cine, y tío de Javier, Jess Franco. El resultado es que todo está acreditado porque viene entre comillas. La labor de poner en danza y acordar todos estos textos y extractos de libros a veces no poco esquinados y ajenos ( La pasión feminista de mi vida, de Lidia Falcón) es sin duda de mucho mérito.

Foto: El escritor Javier Marías, en 2015. (EFE/J.P. Gandul)

Uno puede preguntarse si no merece Javier Marías una biografía más principesca, en sello bueno, con autor famoso, en tapa dura y con portada en Babelia. Sin duda. Pero la realidad es que un señor jubilado ha hecho una biografía de enorme interés, rebosante de datos y verdades, y que, a partir de aquí, tendrá otro que ponerse a trabajar.

El año pasado se publicó la primera biografía de Javier Marías. Se titula El espía de las almas, la firma Manuel Adolfo Martínez Pujalte y la imprime un señor de Murcia, llamado Diego Marín, librero. La edición es espantosa. Al verla en un anaquel de la biblioteca, me sobresalté. Era raro que una biografía inaugural de Javier Marías no hubiera llamado la atención de los periodistas culturales en 2024, de modo que todos nos enteráramos de su existencia y la leyéramos y hasta la señaláramos como hito literario del curso. Bien es verdad que la cubierta del libro aboca a cierta clandestinidad, y que no contar con el aval de Alfaguara o Renacimiento rebaja su recorrido, y que no saber quién es Manuel Martínez Pujalte le hace a uno pensar en retorcidas marginalidades del mundo de los libros, oportunismo, autoedición, chapucería, provincia dolorosa.

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