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Mala Fama
Por
Cuando triunfar era esto: el Kronen
José Ángel Mañas desvela los entresijos del éxito de su novela 'Historias del Kronen', fenómeno sociológico de los años 90
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Los jóvenes de los años 90 no tenían problemas de salud mental, sino resaca. Bebían mucho. También tomaban pastillas. Una carita sonriente y amarilla simbolizaba la fiesta del acid house. En los debates de la tele, se hablaba de "la ruta del Bakalao". Los padres querían saber qué hacían sus hijos por la noche. Jesús Hermida, en su programa, les decía que cosas malas. Los 90 inventaron el SMS, el DVD y la juventud. Se puso de moda que la gente joven escribiera libros sin haber leído ninguno.
Quizá todo era relato, porque no cabe tanta gente en una discoteca y algunos jóvenes estaban opositando para notarías. Sin embargo, se publicitó una juventud crapulosa y pituitaria, con coche y criada, el coma etílico de los hijos de la bonanza.
En 1994, una novela vino a dar la razón a los padres asustados.
La novela fue un gran éxito. Ponía a Bukowski en el barrio de Salamanca y reducía a Patrick Bateman (
Esto no es una salida
Treinta años después, el autor publica
Para los que leímos el libro en su momento, y nos beneficiamos sin duda de la puerta que abrió a los autores jóvenes, este testimonio de Mañas resulta muy goloso. Queremos saber la verdad. O por decirlo de otra forma: ¿existe la pureza? ¿Hay algún libro que tenga éxito natural y bonitamente, o está todo manipulado? Desde hace demasiado tiempo, apenas existen estos éxitos populares, y las ventas se explican por la condición de genio del marketing del autor. Si usted ve que un libro ha vendido mucho, cree que es bueno. El que es bueno es el autor haciendo la pelota a todo el mundo, veinticuatro horas al día.
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Mañas no hacía la pelota. Uno de los ejes de su libro es cómo se dio de bruces con un mundo (un sistema) que espera de ti sumisión. Nuestro hombre se auto-retrata como un jovenzuelo insolente que se levanta de una charla si no se siente a gusto, que impone caprichos a la editorial (solo una semana de promoción) y que cree que tiene la sartén por el mango. "José Ángel Mañas caía mal", asentó Sergio Vila-Sanjuán en su ensayo sobre el periodo,
La pureza, decíamos. Mañas cuenta que vio el anuncio del premio Nadal en la revista Leer y decidió participar. Entregó su libro en los días finales del plazo (esto es lo único que me rechina: cuando la gente crea su propio mito, siempre da este dato de que justo se acababa el plazo o el dinero o la beca o similar). Se enteró de que quedó finalista por la tele, pues no fue invitado a la cena del premio. Su libro salió a la calle "y en pocas semanas ya llevaba vendidos 40.000 ejemplares". La película fue un éxito. "El éxito es encontrarte de pronto con pasta suficiente como para comprarte un piso con veintitrés años y que tu padre se asombre al repasar tu declaración de la renta", confiesa Mañas. Y también: "El éxito es que en las discotecas te encaminen a la zona VIP y (…) la mujer más guapa de la fiesta, una actriz a la que has visto multitud de veces en pantalla, te lleve cogido de la mano".
Yo creo que en una persona que cae mal hay mucha más literatura que en una persona que vive para caerle bien a todo el mundo
Todo lo que hizo Mañas fue contar en un libro sus noches de fiesta con los amigos, y enviarlo a un premio. Eso es pureza. No tuvo que hacerse amigo de nadie, ser invitado a participar en un concurso, fingir sorpresa por ganarlo, abrazar vejestorios y emitir dos mil alabanzas por segundo en las fajas de los libros de otros autores. Un escritor no es un agente comercial de escobillas del water.
El éxito de Mañas duraría mucho, así que le dio tiempo a meter la pata innumerables veces. Conocía a directores de cine, a músicos y a otros escritores jóvenes, publicaba novelas más o menos redundantes y le hacían más películas. Una presencia curiosa en el libro es la de Ray Loriga. Mañas lo respeta y valora, pero encuentra su manera de moverse en el mundillo totalmente inalcanzable. "Basta ver las fotos de Loriga para ver quién sabía jugar el juego y quién no". "Tenía un sentido de la estética extraordinario". "Cuando Ray quiere ser amable, resulta fascinante. Sabe ganarse a cualquiera".
Mañas empezó a pasar de moda. "Muchos editores exigen fidelidad cuando todo va viento en popa, y cuando las cosas se tuercen dejan de publicarte sin mayores explicaciones”. Nuestro hombre seguía publicando al menos una novela por año, "pero apenas conseguía atención. Las liquidaciones eran decepcionantes. Ya no estaba en la cresta de la ola". El mundillo editorial es una trituradora, por eso hay que hacerse amigo de algún editor que siga publicándote aunque no vendas libros. O vender libros como un comercial vende escobillas del water.
Mañas relata años duros, de enfermedades, editoriales pequeñas y falta de dinero. Siempre piensa que pudo hacerlo mejor, como si el éxito descomunal de su primera novela se hubiera convertido en una maldición. Yo creo que debería estar contento por haber conocido la maldición de la gloria.
Todo lo demás es fracaso.
Los jóvenes de los años 90 no tenían problemas de salud mental, sino resaca. Bebían mucho. También tomaban pastillas. Una carita sonriente y amarilla simbolizaba la fiesta del acid house. En los debates de la tele, se hablaba de "la ruta del Bakalao". Los padres querían saber qué hacían sus hijos por la noche. Jesús Hermida, en su programa, les decía que cosas malas. Los 90 inventaron el SMS, el DVD y la juventud. Se puso de moda que la gente joven escribiera libros sin haber leído ninguno.