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Mala Fama
Por
Harvard también se equivoca: la antropóloga que no sabía nada de los hombres
Sarah Blaffer Hrdy descubre en 'El padre en escena' que los padres quieren a sus hijos
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Una antropóloga ha descubierto que los padres quieren a sus hijos, se ha quedado muy confusa y luego ha escrito un libro de cuatrocientas páginas titulado
La antropóloga se licenció en Harvard, según se apresura a contarnos ella misma en el prólogo de su libro. Con tan buena educación, Blaffer tenía claro que "la paternidad se define culturalmente", motivo por el cual habla con ironía de esos "nuevos y radiantes padres, profundamente implicados en el cuidado de sus hijos". ¡Falsos! Sin embargo, nuevos estudios a cargo de endocrinólogos (sic) han demostrado que no todo es cultural, no todo es Taller de Nuevas Masculinidades, sino que hay algo biológico que hace a un hombre querer a su hijo. "Sus cerebros respondían igual que los de las madres", descubre a sus 70 años nuestra antropóloga licenciada en Harvard. Harvard también se equivoca, como decía Woody Allen (en Annie Hall).
Sarah Blaffer ha necesitado "científicos", "endocrinólogos" y "neurocientíficos" y varios escaners al cerebro masculino para descubrir lo que sabía cualquier lagarterana del franquismo o cualquier cabrera del siglo XIII. Que los hombres tienen corazón y, dentro de ese corazón, una sala muy grande para sus hijos.
Al llegarme a casa este libro, lo primero que hice fue consultar su bibliografía, que ocupa ochenta páginas, nada menos. Busqué entre los cientos de libros consultados por la autora
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Sin embargo, Sarah Blaffer Hrdy, al descubrir que hay evidencias biológicas del cariño instantáneo de un padre por su recién nacido, afirma: "Como madre y abuela, además de como primatóloga y antropóloga evolutiva, mi sorpresa ha sido mayúscula. Me quedé perpleja". Le dan el título de "antropóloga evolutiva" a cualquiera, amigos.
A partir de ahí, sólo puede leerse el prólogo de El padre en escena como una pieza de humor, bastante buena debo decir. "He escrito libros enteros sobre el cariño", afirma la señora que no sabe nada del cariño de un padre por sus vástagos. Y luego asienta: "Mi hallazgo más inesperado es que dentro de cada hombre se esconden antiguas tendencias protectoras que lo hacen tan protector y cuidador como la madre más abnegada". Ha descubierto la rueda, Sarah.
En su bibliografía tampoco aparece Phil Christman, que acuñó esta frase iluminadora: "La masculinidad es una pulsión abstracta por proteger". Para Sarah Blaffer, la asociación entre "protección" y "paternidad" es un "hallazgo" que ha hecho ella por su cuenta ayer mientras merendaba.
Sara Blaffer ha necesitado varios escaners al cerebro masculino para descubrir lo que sabía cualquier cabrera del siglo XIII
¿Cómo puede ser esto, esta ignorancia, este ridículo? Todo se explica enseguida.
La señora Blaffer es de clase media alta y, ya decimos, tiene estudios en Harvard. Ella misma se define como privilegiada. Nos cuenta que en su casa "nunca vi a un hombre cambiar un pañal" y que el cuidado de los niños era "exclusivo de mujeres, solo mujeres". Habla, no lo olvidemos, de los años 40.
Y ahí vamos. Resulta que en esa casa donde los hombres no hacían caso a los niños, había: una niñera alemana, una institutriz francesa y una criada mexicana (Lupe). Y que, de hecho, las mujeres de la casa, al ser madres, "evitaban la lactancia". Hombre, otro hallazgo que podía haber hecho ayer mismo la antropóloga licenciada en Harvard es que las mujeres dan el pecho.
Si tomas como modelo del mundo lo que viste en tu casa en los años 40, cualquier cosa puede sorprenderte. No sólo Sarah no ha visto a los padres cambiar pañales, tampoco ha visto a las madres hacer esa labor; y cuando dice "mujeres" al cuidado de los bebés, quiere decir "criadas". Harvard no presta lo que tus privilegios de clase no te dan: un poco de sentido común.
Así las cosas, leer este libro hasta el final me ha sido imposible. Hojeándolo, aparecían epígrafes de este tenor: "Los machos como amenaza existencial".
Yo creo que una amenaza existencial más intrigante la constituye Harvard.
Una antropóloga ha descubierto que los padres quieren a sus hijos, se ha quedado muy confusa y luego ha escrito un libro de cuatrocientas páginas titulado