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La bodeguilla de Dios: ¿por qué unos tanto y otros tan poco?
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Alberto Olmos

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La bodeguilla de Dios: ¿por qué unos tanto y otros tan poco?

Javier Cercas marcha a Mongolia con el Papa y vuelve con quinientas páginas briosas y creyentes

Foto: El escritor Javier Cercas, durante la presentación de su nuevo libro, 'El loco de Dios en el fin del mundo'. (EFE/Fernando Villar)
El escritor Javier Cercas, durante la presentación de su nuevo libro, 'El loco de Dios en el fin del mundo'. (EFE/Fernando Villar)
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Las cosas que le pasan a Javier Cercas no le pasan a cualquiera. Por ejemplo, el Vaticano le propone hacer viajes. En concreto, el Papa Francisco visitaba Mongolia y alguien en la curia pensó que Cercas podría hacer un buen libro sobre sotanas en Ulán Bator. Cercas aceptó, fue a Mongolia, volvió y, en apenas un año y pico, escribió quinientas páginas. Las ha titulado El loco de Dios en el fin del mundo (Random House).

Nos preguntábamos la semana pasada por qué Rosa Chacel no tuvo éxito. Ahora explicaremos por qué Javier Cercas sí tiene éxito. Una pista nos la da Julián Marías, que dirigió a Rosa Chacel estas palabras: “Hay que escribir más de prisa, hay que escribir seguido, empezando in media res y siguiendo el paso de andadura que la cosa requiera”. Esto es muy importante.

Escribir de prisa es escribir sin pensar, como estoy haciendo yo ahora mismo. Si me paro, dudo y calibro alternativas, el texto se espesa, las ideas se amontonan, la prosa no fluye y usted se va a leer a Juan Soto Ivars, que también escribe a toda velocidad. “Cuanto más lo tocas, peor queda”, dijo el propio Cercas en alguna parte.

Atiendan al ritmo, en el arranque de su nuevo libro: “Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso”. Cercas no empieza como Chacel, especulando con la gramática, viendo a ver si llegamos a alguna parte. Empieza con alegría, y con esa misma alegría seguirá durante las quinientas páginas que nos presenta. Lo más difícil de la literatura es escribir con alegría, porque es un fingimiento.

El autor tiene 62 años, pero su prosa es indistinguible de cuando tenía treinta. Le gusta mucho la repetición, que vuelve la lectura musical y agradecida: “Siempre quiso a mi padre: la gran aventura de su adolescencia fue conquistarlo; la gran aventura de su juventud, casarse con él; la gran aventura de su vida adulta, vivir con él”.

Además, como hacía también Javier Marías (y es algo que Julián Marías echaba de nuevo en falta en las novelas de Chacel), hay que mostrar una mínima piedad por el lector, y darle algo a lo que agarrarse, una trama, un objetivo, una meta. Aquí Cercas desliza enseguida que todo el libro servirá para preguntarle al Papa si su madre verá a su padre, ya fallecido, en la otra vida, y la respuesta papal (naturalmente gratificante) se la llevará el autor a su fervorosa madre, al final del libro. ¡Queremos saber qué le dice el Papa a Cercas! ¡Queremos ver a Cercas dando esperanzas ultramundanas a su madre, al final del libro, sí!

Autores de éxito

Los autores de éxito que escriben sobre sí mismos acaban siempre escribiendo sobre hoteles, aeropuertos y los coches que les mandan al aeropuerto para que los recojan. Puede certificarse esto en El mejor libro del mundo (Destino), de Manuel Vilas. Una cosa que demuestra que eres escritor es que te paguen el hotel.

Si me apuran (y no hace demasiada falta), les diría que lo único que te hace escritor es vender muchos libros. Todo lo demás es beneficencia. Javier Cercas vendió mucho con Soldados de Salamina, y Manuel Vilas con Ordesa, y a partir de ahí comprendieron que no hay nada sacrosantamente literario en que nadie te lea. Esto (que ser leído sea exactamente ser escritor) es tan discutible como que el dinero da la felicidad. Lo que no da la felicidad es la pobreza.

Hay que tener en cuenta otra cosa: cuando tienes éxito (Ordesa, Salamina) es cuando hay que seguir escribiendo, no pararse. Ni Cercas ni Vilas han dejado de escribir y publicar después de no necesitarlo, a razón de un libro cada año o cada dos años. Sin embargo, muchas escritoras, por lo que sea, paran cuando triunfan; miren los años que han transcurrido desde la publicación de El comensal (2015), de Gabriela Ybarra, Lectura fácil (2018), de Cristina Morales, El infinito en un junco (2019), de Irene Vallejo o Feria (2020), de Ana Iris Simón. Después de siete años, nadie se acuerda de ti.

En el Vaticano, Cercas nos presenta la bodeguilla de Dios, es decir, a ese puñado de escritores privilegiados que convocan desde la Moncloa romana. Aparecen Roberto Saviano, Alessandro Baricco o Amélie Nothomb. Tú no estás. Otra cosa del éxito que deben saber: el autor que triunfa sabe dónde tú no estás, pero tú, escritor sin éxito, no sabes dónde está él.

placeholder Cubierta de 'El loco de Dios en el fin del mundo', el nuevo libro de Javier Cercas.
Cubierta de 'El loco de Dios en el fin del mundo', el nuevo libro de Javier Cercas.

Los escritores que ganan cientos de miles de euros con sus libros, y son traducidos y odiados, pueden, sin embargo, cometer un gran error: creer que lo merecen. Es un error que, de hecho, cometen casi todos. Sin embargo, como afirma el autor de best sellers Jason Pargin en su cuenta de Instagram, los autores famosos o exitosos no son “los mejores” sino “los ganadores de la lotería”. Por eso es inútil preguntarse si Cercas escribe mejor que, pongamos, Javier Pastor o Javier Sebastián, autores estimables de los que usted no ha oído hablar en su vida. Los tres Javieres (Cercas, Pastor, Sebastián) nacieron en 1962, y ya ven cómo le va al primero y cómo a los otros dos. Ganar la lotería es que tu libro sea un best seller. Cercas ha razonado que un libro se convierte en best seller cuando “las obsesiones del autor coinciden con las obsesiones de la sociedad”. Esto pasa mucho en el Euromillón, que te obsesionas con el número 34 y va y sale.

Miren qué prosa: “El avión papal parte hacia Ulán Bator a las seis y media de la tarde, pero Fazzini y yo estamos citados a partir de las cuatro menos cuarto en la terminal 5 del aeropuerto de Fiumicino. Así que, después de mi carrera matinal, hago la maleta y, como es demasiado pesada para llevármela hasta el Vaticano, la dejo en la consigna de la Casa Paolo VI”.

¿Es esto gran literatura? Si usted abre Cien años de soledad por cualquier página, nunca encontrará un párrafo semejante, tan eucarísticamente anodino.

Sin embargo, da igual. Cercas es “el mejor escritor vivo”, según las palabras del periodista italiano Aldo Cazullo que encontramos en la solapa de El loco de Dios en el fin del mundo. Y Aldo Cazullo (página 49 de, precisamente, El loco de Dios en el fin del mundo) es “mi amigo Aldo Cazullo, periodista estrella del Corriere della Sera, el diario más leído de Italia”. El éxito es así: todos somos cojonudos, y se acabó.

El principal error de Cercas en su libro es pensar que él no cree en Dios, pero el Papa sí, y que ahí hay un conflicto interesante

Ni Leila Guerriero ni Jordi Gracia, incluidos en los agradecimientos del libro por haberse leído el manuscrito, le dijeron a Cercas que, de 500 páginas, le sobraban 200.

Cuando se tiene éxito, da todo igual.

Luego está la evidencia de que el principal error de Cercas en su libro es pensar que él no cree en Dios, pero el Papa sí, y que ahí hay un conflicto interesante. Bueno. Un Papa, un obispo, todos los cardenales y todos los que viven y cabildean en el Vaticano y se entregan a conspiraciones y corruptelas, en Dios creen, de hecho, menos que nadie. A un Papa lo que peor le puede venir es que Dios exista.

Las cosas que le pasan a Javier Cercas no le pasan a cualquiera. Por ejemplo, el Vaticano le propone hacer viajes. En concreto, el Papa Francisco visitaba Mongolia y alguien en la curia pensó que Cercas podría hacer un buen libro sobre sotanas en Ulán Bator. Cercas aceptó, fue a Mongolia, volvió y, en apenas un año y pico, escribió quinientas páginas. Las ha titulado El loco de Dios en el fin del mundo (Random House).

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