:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2F16d%2Fce5%2Ff45%2F16dce5f4506fd46550805f204e98e90c.png)
Mala Fama
Por
A Europa le gusta reírse de las familias de provincia
Nueva estrella literaria, Thomas Korsgaard, que retrata la vida en el campo danés como un ecosistema de brutalidad y maltrato
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F300%2Fed2%2Fddd%2F300ed2dddd8a37b5cb4caed591dc531d.jpg)
Es un poco lo de siempre: alguien triunfa. Ese alguien nos llega ya exitoso, muy numérico, con premios y fotos pintonas, y más o menos lo aceptamos como es y le damos un nuevo impulso a su éxito. Se dice que Thomas Korsgaard ha vendido 300.000 ejemplares en Dinamarca. Como es obvio, 300.000 daneses no pueden estar equivocados. O sí. Nunca habíamos oído que tantos daneses leyeran el mismo libro.
En rigor, el número hace referencia a los ejemplares vendidos por la trilogía, entendemos que autobiográfica, que ha escrito este chico, Thomas. Publicó el primer volumen con apenas veinte años. Y luego dos más. Sin llegar a los treinta, Thomas Korsgaard ya tenía una vida que daba para ochocientas páginas. Creo que la biografía de Napoleón es más corta.
En español, el primer libro se titula
Finalmente, el paquete se cierra con el lazo referencial: Knausgaard; Karl Ove Knausgaard. Ya saben, el noruego guapo que escribió 3.600 páginas sobre cosas sin importancia, con una prosa anodina y un éxito descomunal. Pues esto dicen que es lo mismo.
Sin llegar a los treinta, Korsgaard ya tenía una vida que daba para ochocientas páginas. Creo que la biografía de Napoleón es más corta
La verdad es que se parecen, sufijo al margen (-gaard, que significa “granja”). Korsgaard arranca El patio con una alusión bastante estimable a la muerte, como hacía el propio Knausgaard en
Pero, igual que el noruego, el danés se baja pronto de las alturas adecuadas (que colindan más o menos con Thomas Bernhard o Peter Handke) y empieza a hacer inventario administrativo. Simplemente cuenta cosas, nombra objetos y acumula páginas sin el menor vuelo retórico, pura información.
Es aquí cuando los destinos de Knausgaard y Korsgaard se separan, pues Karl Ove parece un señorito de ciudad contando su patética vida donde nunca sucede nada y Thomas se revela como un muchacho de campo al que le pasan todo tipo de cosas incómodas y viscerales. Por ahí, por la visceralidad, ya le fui viendo la ruina.
Esto es lo que hace cien años, con Cela, se llamaba "tremendismo". Y antes, con Zola, "naturalismo"
Por ejemplo, el padre del protagonista acaba con una invasión de ratas partiendo a los animales por la mitad en la cocina con una pala. La madre trabaja en una fábrica de ventanas y se revienta un dedo. Creo que salen perros fornicando, un aborto y masturbación penosa. Esto es lo que hace cien años, con Cela, se llamaba “tremendismo”. Y antes, con Zola, “naturalismo”. Es una mezcla de morbo y grasa, de mal gusto y espectáculo.
Por supuesto, los personajes se hablan sin el menor respeto, se insultan y no paran de decir palabrotas. “Cagüentó, ¿tan mal estás, Lonny?” “Estoy jodidísima”. Por si faltara algo: “Llovía todos los días”.
El patio está compuesto por breves escenas de brutalidad. No ocupan más de tres o cuatro páginas. No hay una estructura ni un argumento, sino simple acumulación de salvajadas o situaciones desagradables. Al autor le han salido 53 capítulos como podían haberle salido 67. Incluso es posible que colocándoles en otro orden, totalmente aleatorio, nadie se diera cuenta.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F24b%2F07d%2F249%2F24b07d2499dc6e85883150cbf241eb5b.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F24b%2F07d%2F249%2F24b07d2499dc6e85883150cbf241eb5b.jpg)
Todo esto no hace de El patio un mal libro; podría ser incluso muy bueno. Sin embargo, en mi lectura no he dejado de notar dos cosas. Una, que a los editores de Copenhague les gusta mucho que un chico de provincias les cuente lo brutos que son allí, y (dos) que el chico de provincias sabe perfectamente que eso es lo que les gusta a los editores. Pienso que este joven les ha dado a los editores lo que querían, y lo que quieren los editores nunca es la verdad.
No me ha caído tan mal Korsgaard como el francés Édouard Louis, que hizo exactamente lo mismo con su familia y su tierra: pintarlos como cavernícolas, y además en el peor día de la vida en las cavernas. Por supuesto, la vida en provincias procura mucha sordidez, y perros muertos, y truculencias de todo tipo. Pero hay algo en El patio, como lo había en
No veo eso, por ejemplo, en la noruega Maria Navarro Skaranger, que también cuenta cosas feas de su propio entorno. Ella mantiene cierto respeto por el mundo infecto del que proviene. Korsgaard, en definitiva, me lleva a preguntarme: ¿qué te cuesta inventarte o exagerar lo que sucede en tu comarca rural si sabes que, cuanto más lo exageres, más va a gustarle al lector de la ciudad?
Es un poco lo de siempre: alguien triunfa. Ese alguien nos llega ya exitoso, muy numérico, con premios y fotos pintonas, y más o menos lo aceptamos como es y le damos un nuevo impulso a su éxito. Se dice que Thomas Korsgaard ha vendido 300.000 ejemplares en Dinamarca. Como es obvio, 300.000 daneses no pueden estar equivocados. O sí. Nunca habíamos oído que tantos daneses leyeran el mismo libro.