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Publica su primera novela a los 57 años, y es muy buena
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Alberto Olmos

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Publica su primera novela a los 57 años, y es muy buena

Gloria Trinidad sorprende con su salvaje retrato de los bajos fondos de Madrid, en 'Gallos de poca casta'

Foto: Una imagen de El Jincho en su videoclip 'Que esta pasando'.
Una imagen de El Jincho en su videoclip 'Que esta pasando'.
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Parece que una de las condiciones imprescindibles en España para hacer buena literatura es que nadie se dé cuenta. El buen libro debe salir sin premio, sin promoción, sin faja, sin blurbs de Antonio Muñoz Molina, en un sello pequeño, edición fresada y no cosida, y estar disponible únicamente en 53 librerías de las más de seiscientas que hay en el país (lo nuevo de Javier Cercas puede encontrarse en 556 librerías según Todostuslibros.com; se supone que hay unos 3000 puntos de venta en España); y pasar desapercibido para los suplementos literarios, no digamos la televisión, no digamos la radio, no digamos los lectores. Entonces, ocultando la buena literatura a los lectores, el sistema editorial español ha cumplido su función.

Todo esto y más es aplicable a Gallos de poca casta (Al revés), debut tardío y espléndido de Gloria Trinidad en la narrativa. ¿Quién es Gloria Trinidad? Desde luego, alguien que no sabe enviar manuscritos al premio Tusquets, o alguien que no sabe ganar el premio Tusquets; alguien también que no sabe enviar manuscritos a Alfaguara o Siruela; o alguien que para Alfaguara o Siruela no reúne las condiciones necesarias para ser publicada. Tiene 57 años. Ha escrito un libro impresionante.

¿Quién es Gloria Trinidad? Desde luego, alguien que no sabe enviar manuscritos al premio Tusquets

Especulamos aquí, claro, porque nadie sabe el motivo por el cual Gallos de poca casta, abrumadoramente superior al 99% de las novelas que se publican en España un mes cualquiera de un año cualquiera, ha acabado publicada en Al Revés, fuera del hecho feliz de que en esta pequeña editorial catalana sepan leer libros; se molesten al menos en leer los libros.

Gloria Trinidad (Madrid, 1968) ha publicado un poemario y tiene algunas obras de teatro. Después de perder el tiempo alegremente, se dijo: pues voy a hacer una novela negra de los bajos fondos de Madrid, como si tuviera veinte años. Y la ha hecho, y es verdad que uno diría que su autora tiene veinte años.

placeholder Portada de Gallos de poca casta, de Gloria Trinidad. (Alrevés)
Portada de Gallos de poca casta, de Gloria Trinidad. (Alrevés)

Porque hay que imaginarse a Gloria, pasados los 50, yéndose a Los Yébenes, a Usera, a Pan Bendito, a Puente de Vallecas, con su cuaderno y su móvil, a tomar notas y fotos para llevarse a casa una realidad peligrosa, que no creo que te dejen mirar sin sacarte una navaja. Hay que imaginarla también acudiendo a una pelea de gallos, para contarla luego en todo detalle. Hay que imaginarla aprendiendo cómo se colocan explosivos en cajeros automáticos y cómo se fabrican esos explosivos y cómo se venden. Y hay que imaginarla, sobre todo, escuchando canciones de El Jincho, para darle a todo este submundo un ruido adverbial. Lo que más me ha admirado de Gloria Trinidad es que cite a El Jincho dos veces en su libro.

Lo que más me ha admirado de Gloria Trinidad es que cite a El Jincho dos veces en su libro

Este trotar Madrid por sus líneas sin lustre lo hemos visto en Esther García Llovet (Sánchez), Montero Glez ( Polvo en los labios) o Iñaki Domínguez ( Macarras interseculares). Es una literatura de márgenes, delito y calamidad.

El resultado es Gallos de poca casta, la aventura interbarrial de una decena larga de personajes, desde clanes gitanos a policías perseguidores, pasando por intermediarios de cosas que explotan y aspirantes a Omar Montes. Un gitano se dedica a proveer de “petacas” (explosivos) a quien se las solicita, y a la traílla de esta peripecia Madrid se va desplegando como un mapa de miserias. La prestidigitación literaria es conocida: yo te doy una trama interesante y tú crees que de eso va el libro, pero el libro va en realidad de otra cosa.

Gallos de poca casta va de retratar cada rincón desolado de Madrid, cada vida echada a perder, cada barrio alcohólico, cada bar y cada piso donde la gente se deja vivir sin casi desearlo. Hay mucho diálogo, animado y delicuencial, pero siempre acompañado de descripciones minuciosas, lindantes en el nouveau-roman. “Es un piso de techos bajos, de puertas huecas y estrechas de contrachapado, de suelos de linóleo que la humedad ha ido levantando en las esquinas”. “Una reproducción de esa muchacha en la ventana de Dalí que cuelga en casi todos los pisos del barrio”.

Se nombran los coches y las calles, Mercedes Vito, calle Benjamín Palencia, como certificando que todo esto es verdad y puedes ir a verlo con tus propios ojos. La lectura avanza entre violencias y “palos”, pero el lector quiere más descripciones de señoras con muchos perros, de viejos abandonados o de bares cutres donde se deja fumar. “¿En qué momento empezó a estar mal visto el serrín?”, dice el dueño de un local a la hora del cierre.

Porque Gallos de poca casta nos trae un mundo paralelo donde no llega el debate público, la corrección política (“la china esa ordénalo todo”) o los titulares del periódico. No sólo el interior de los pisos está igual que en los años 70; también se conserva idéntica la forma predeterminada para perder.

Parece que una de las condiciones imprescindibles en España para hacer buena literatura es que nadie se dé cuenta. El buen libro debe salir sin premio, sin promoción, sin faja, sin blurbs de Antonio Muñoz Molina, en un sello pequeño, edición fresada y no cosida, y estar disponible únicamente en 53 librerías de las más de seiscientas que hay en el país (lo nuevo de Javier Cercas puede encontrarse en 556 librerías según Todostuslibros.com; se supone que hay unos 3000 puntos de venta en España); y pasar desapercibido para los suplementos literarios, no digamos la televisión, no digamos la radio, no digamos los lectores. Entonces, ocultando la buena literatura a los lectores, el sistema editorial español ha cumplido su función.

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