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Jimmy Kimmel: El fascismo era un despido… de una semana
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Alberto Olmos

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Jimmy Kimmel: El fascismo era un despido… de una semana

Enorme eco por la cancelación de un programa que nadie veía de un señor que en España nadie conoce, y que además vuelve a antena la semana que viene

Foto: Jimmy Kimmel durante una ceremonia en Los Ángeles en marzo de 2024. (EFE/Caroline Brehman)
Jimmy Kimmel durante una ceremonia en Los Ángeles en marzo de 2024. (EFE/Caroline Brehman)

Ya saben que nada conmueve tanto como que despidan a un millonario, pues el millonario tiene una fortuna a la que dar de comer. Que los millonarios se queden sin ver crecer sus cuentas corrientes resulta intolerable y pone muy triste al que vende Ferraris. Un sueldo millonario no se puede cancelar, y siempre es mejor despedir a diez mil trabajadores aquí, o a cinco mil allá, que a alguien que gana 16 millones de dólares al año. Hay mucho más dolor en que te dejen de dar un millón y pico de dólares al mes que en que te dejen de dar dos mil quinientos. Esto es algo que comprende cualquier persona que sepa contar con los dedos.

El millonario despedido se llamaba Jimmy Kimmel y nadie veía su programa de televisión en la cadena ABC, por lo que todo el mundo lamentó vivamente su cancelación indefinida. En Estados Unidos, han lamentado su despido más personas de las que veían el programa, lo cual quiere decir que sólo estaban esperando a que lo despidieran para empezar a verlo.

Han tenido suerte, pues esto último podrán hacerlo desde el martes que viene, dado que Disney, dueña de ABC, ha anunciado finalmente que Jimmy Kimmel Live! vuelve a su parrilla después castigarlo un rato contra el encerado. Suponemos que la audiencia raquítica del espacio (algo más de un millón de espectadores) se multiplicará por dos o por tres con toda esa gente que no lo veía y ha llorado amargamente su desaparición, aprovechando que la culpa era de Donald Trump. ¡Menuda faena, tener que ver ahora el programa de Jimmy Kimmel sólo porque has fingido mucha pena ante su cancelación!

Trump aborrecía a Jimmy Kimmel y celebró el simulacro de despido. Es sabido que el presidente de Estados Unidos desea que desaparezcan muchos programas de televisión que no le gustan, y así, si alguno desaparece, siempre será por culpa suya. Durante unos días, Trump ha sido ese tipo con el poder suficiente como para acabar con grandes estrellas de la televisión en su país, lo que ha sido calificado necesariamente como fascismo. No hay mayor fascismo que el INEM, algo que muchos ya sospechábamos.

Foto: trump-quitar-licencia-medios-critiquen-kimmel

"El fascismo está aquí", tituló la cadena SER, recogiendo afirmaciones muy templadas de personas que nadie conoce, pero que ellos hacen creer que son muy importantes en Estados Unidos, en "el mundo de la cultura".

Curiosamente, cuando Sánchez entró a degüello en el diario El País y cambió al director, y luego promovió el despido de Antonio Caño, David Alandete, Álvaro Nieto o Maite Rico no había ningún fascismo. Cuando Soraya Sáenz de Santamaría insuflaba azufre en los medios, no había tampoco fascismo que denunciar. Y cuando Montoro pedía a Onda Cero amor para su ministerio a cambio de no subir el IVA de los libros al Grupo Planeta, tampoco había fascismo. El único que sabe hacer fascismo es Donald Trump, y muy tontamente además: ningún otro político en este párrafo salvo él ha dicho abiertamente qué programas de televisión le gustaría ver cancelados. La desventaja del político fascista es que no sabe callarse la inclinación.

placeholder Manifestación en Hollywood Boulevard en Los Ángeles en protesta por el despido de Jimmy Kimmel. (Reuters/David Swanson)
Manifestación en Hollywood Boulevard en Los Ángeles en protesta por el despido de Jimmy Kimmel. (Reuters/David Swanson)

Sobre el despido de Kimmel sobravolaban numerosas variantes, algunas de alto cielo empresarial. Compras, inversiones, fusiones, miles de millones de dólares en la NFL (la liga de rugby americano), amén de operadoras regionales con sus propios intereses y caprichos. A Trump le debe de estar dando mucha rabia no poder cancelar el programa de Jimmy Kimmel cuando ya le habían dicho que lo había cancelado él, y no la suma de todo lo anterior. ¿Qué van a pensar de mí?, se dirá. No soy lo suficientemente fascista ni para ellos.

Ha bastado con que cuatro tipos cancelen su suscripción a Disney + para que Disney reponga el programa de Jimmy Kimmel en ABC. El poder no lo tiene Trump, sino tú, y sólo por 9,99 euros al mes. La democracia de las suscripciones ha derrotado al fascismo de los deseos.

Así, todo lo dicho sobre ese fascismo probabilístico (digo que odio a Kimmel y casualmente cancelan su programa), tanto en Estados Unidos como en España, queda de pronto sobreactuado e inexacto, como que nos están contando lo que pasa en Estados Unidos personas que no tienen ni puta idea de lo que sucede allí. Si Trump había cancelado el programa de Kimmel y el próximo martes vuelve el programa de Kimmel, ¿había cancelado Trump dicho programa? ¿Habrá movido siquiera un dedo Trump para lograr la cancelación, fuera del hecho de decir alegremente que ojalá lo cancelaran? ¿Está la libertad de expresión en peligro sólo cuando despiden a un millonario?

La lección que nos llevamos de esta bufonada es que algunos egos mediáticos no pueden ser despedidos; solo pueden serlo los pobres

Porque la lección que nos llevamos de esta bufonada laboral es que algunos egos mediáticos y culturales no pueden ser despedidos; sólo pueden ser despedidos los pobres. Los asalariados ricos son vilmente cancelados, terriblemente silenciados, y además luego viene el fascismo, del que sólo nos separaba su nómina principesca.

Es decir, su despido ha de disfrutar de una épica descomunal, como si perder el trabajo fuera caer en la batalla de las Termópilas. A lo mejor no hay otro motivo que el paso del tiempo, la pérdida de intuición y actualidad, el hecho natural de que, después de ti, vienen otros, y tú no sabes irte; no sabes decir: "Ya no tengo nada que aportar".

Ya saben que nada conmueve tanto como que despidan a un millonario, pues el millonario tiene una fortuna a la que dar de comer. Que los millonarios se queden sin ver crecer sus cuentas corrientes resulta intolerable y pone muy triste al que vende Ferraris. Un sueldo millonario no se puede cancelar, y siempre es mejor despedir a diez mil trabajadores aquí, o a cinco mil allá, que a alguien que gana 16 millones de dólares al año. Hay mucho más dolor en que te dejen de dar un millón y pico de dólares al mes que en que te dejen de dar dos mil quinientos. Esto es algo que comprende cualquier persona que sepa contar con los dedos.

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