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Alberto Olmos

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Te están mintiendo, Mohamed

La hipocresía política se ceba en estos días con los inmigrantes

Foto: Un trabajador de Glovo realizando un reparto en Madrid. (iStock)
Un trabajador de Glovo realizando un reparto en Madrid. (iStock)
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Hemos echado cuentas de los inmigrantes que hay y nos ha dado mucha pena que tengan que vivir en barrios de pobres. A las dificultades propias de la emigración, sumamos ahora otro factor lamentable y, por lo que se ve, muy sorprendente: que tienen que vivir donde viven los pobres del país de acogida. Si el país de acogida es España, los recién llegados deben convivir con pobres españoles. Como es sabido, no hay nada peor que un pobre español.

Eldiario.es publicó un gran trabajo de datos peliagudos en el que se cruzaban origen y renta, para después espolvorear todo el mapa de España con puntitos de colores. Así, muy fácilmente, veía uno dónde quedaban españoles y dónde se arracimaban inmigrantes. Por natural impresión en el nervio óptico, entendía uno enseguida que en los peores barrios de España hay más inmigrantes que en los barrios bonitos.

Eldiario.es interpretaba esto en su titular como que los inmigrantes son "empujados" a vivir con españoles pobres, dando a entender que eso es ya mucha crueldad. Como saben, nadie verdaderamente de izquierdas vive nunca junto a un pobre, y por eso el pobre autóctono es una especie de gremlin nauseabundo del que hay que precaverse.

Sin embargo, el pobre recién llegado forma parte aún del programa político progresista y, por tanto, ser pobre peruano o colombiano inspira mucha rabia y revolución, mientras que ser un pobre de toda la vida de Pan Bendito, no.

Esto es así porque a los inmigrantes se los denomina "migrantes" y, ya con ese gesto semántico, se los idealiza. Los migrantes operan como sujeto simbólico, totalmente incomprendido por los que así los denominan, que sirve como vivificador de la propia propuesta política. Los inmigrantes a esta gente les dan igual, sólo importan como producto ideológico, colocado en el escaparate junto a "mujeres", "trans" y "gays", que, por si no lo han notado todavía, también les dan totalmente igual.

Certificó todo esto Alberto Garzón en un tuit donde reposteaba el grafismo de eldiario.es. Decía Garzón que éramos muy malos por meter a los inmigrantes a vivir con pobres, en pisos sin terraza y en calles sin seguridad. Entonces Ana María Plaza, periodista especializada en Madrid y urbanismo, le hizo ver que muchísimas personas que no han tenido que cruzar un océano para vivir en Madrid también se veían obligadas a tener su domicilio con los pobres, lo que podía hacernos pensar que lo eran. La respuesta de Garzón es ya leyenda: "¿Y?"

¿Y? O sea: ¿a quién cojones le importa que los españoles de treinta y cuarenta y cincuenta años no puedan vivir en las calles de su infancia y tenga que mudarse a la parte peor de la periferia de su ciudad? Lo único que importa son los "migrantes", porque esa es la única caridad que da buena conciencia al progre del siglo XXI y cautiva a parte de su electorado.

Los inmigrantes a esta gente les dan igual, sólo importan como producto ideológico, colocado en el escaparate junto a "mujeres", "trans" y "gays".

Yo, disculpadme, puedo hablar de este asunto con una solvencia descomunal. Porque vivo en Carabanchel. Y viví en Usera. Dos de las peores zonas de Madrid. Según el mapita de eldiario.es, vivo puerta con puerta con el 20-30% más pobre de la ciudad. Los Garzones de la vida no han visto un pobre desde la última vez que pusieron en los cines una película de Ken Loach.

Primero: no existe el sujeto colectivo "migrantes", como sabe cualquiera que viva rodeado de inmigrantes. Al inmigrante que vive en España le importan exactamente las mismas cosas que a los españoles de toda la vida. Ningún peruano se levanta en el barrio de Opañel pensando: soy peruano, soy migrante, a ver si a nadie se le olvida lo peruano y migrante que soy. No. Se levanta pensando: cómo sobrevivo, cuánto gano, qué puedo hacer por mis hijos, cómo puedo salir de este barrio que es inseguro para mis hijos. Quiere decirse que a Alberto Garzón esta gente no le votaría ni hasta las trancas de pisco.

El inmigrante no se piensa a sí mismo como extranjero; piensa como extranjero a los demás inmigrantes que acaban de llegar. ¿Serán buenos para la comunidad? Eso piensa. El binomio social no se resuelve en españoles/inmigrantes, sino en los-que-ya-vivimos-aquí/los-que-vienen-de-fuera. Basta instalarse en España para empezar a preocuparse por los que vienen de fuera.

Por eso, los inmigrantes no están deseando que vengan más inmigrantes, como si pidieran refuerzos y pensaran en términos grupales y de colectivo en marcha. Son los políticos de izquierdas los que los ven así.

El inmigrante no se piensa a sí mismo como extranjero; piensa como extranjero a los demás inmigrantes que acaban de llegar

Segundo y principal: los estáis engañando. El otro día, simultáneamente a los desatinos de Alberto Garzón, se hizo viral un discurso de Gemma Nierga, que acababa de ganar un premio radiofónico. Dijo algo como: "Quiero que un día este premio lo reciban Salma, Ousman y Mohamed". También alguien en el País Vasco (un político) dijo hace meses: "Ojalá pronto el alcalde de San Sebastián se llame Mohamed". Cómo decirlo, amigos. Probemos así: ¿no he podido ser yo alcalde de mi pueblo en Segovia y va a ser alcalde de Donosti un tipo que ha venido en patera? ¿No puede uno entrar en RTVE sin ser hijo de Xabier Fortes y va a poder entrar el hijo de Mohamed? ¿Una sociedad con tanto enchufismo, donde la crítica de cine de El País es hija del anterior crítico de cine de El País, promete a los hijos de los más pobres de entre los pobres (los inmigrantes) puestos de responsabilidad, de fama y de dinero en España? ¿Les tomáis por idiotas?

Te están engañando, Ahmed, Corina, Mohamed. Habéis venido para ser esclavos. Y vuestros hijos serán esclavos

Te están engañando, Ahmed, Corina, Mohamed. Habéis venido para ser esclavos. Y vuestros hijos serán esclavos. Habéis venido porque los Garzones de la vida necesitan criados, limpiadoras, cuidadoras, Glovos a las once de la noche y alguien que les suba la lavadora nueva a casa, y se la instale. Habéis venido para cobrar un salario miserable y vivir con él en casas que no existen, y que sólo pueden crearse habitación a habitación, a 800 euros el catre. Habéis venido a generar el estamento más bajo de la sociedad española, donde, ya estamental, nadie salvo un genio (un Lamine Yamal) saldrá nunca del agujero.

Porque oímos mucho la pregunta: ¿quién va a cuidar de los ancianos y a limpiarte la casa y a trabajar de cajero en el supermercado?, y con esa pregunta se justifica la inmigración masiva y medieval de hoy. Pero no nos dicen quién va a ocuparse de todas esas tareas cuando estos siervos de la gleba se jubilen o se mueran.

Se van a ocupar sus hijos.

Y por eso os mienten: porque vuestros hijos no tienen ni la más mínima oportunidad.

Hemos echado cuentas de los inmigrantes que hay y nos ha dado mucha pena que tengan que vivir en barrios de pobres. A las dificultades propias de la emigración, sumamos ahora otro factor lamentable y, por lo que se ve, muy sorprendente: que tienen que vivir donde viven los pobres del país de acogida. Si el país de acogida es España, los recién llegados deben convivir con pobres españoles. Como es sabido, no hay nada peor que un pobre español.

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