Por favor cuida de mamá

Por favor cuida de mamá. Shin Kyung-Sook / 240 páginas / 16,90 euros / Comprar libro

Cuando tuve entre mis manos por primera vez un ejemplar de Por favor cuida de mama su portada me atrajo poderosamente, el impronunciable nombre de su autora más todavía, ya que es muy escasa la

 publicación de literatura coreana en español. En un primer momento, pensé que me iba a recordar a Ru de la escritora vietnamita Kim Thuy, recomendada anteriormente y celebrada ya con muchos otros lectores que la han disfrutado. Pero en realidad se parecen poco, solo la cercanía geográfica de autoras y escenarios, Vietnam en el caso de Ru, Corea del Sur en el caso de Por favor, cuida de mamá y el protagonismo otorgado en ambos casos a las relaciones familiares, y especialmente a la memoria.

La prosa de Ru alcanzaba cotas de un bello lirismo en multitud de fragmentos, la de Por favor, cuida de mamá es más sencilla, más cotidiana, muy eficaz y cercana. Kyung-Sook es una escritora de gran éxito en su país, donde ha vendido más de millón y medio de ejemplares solo de este título y no es de extrañar porque este libro ha nacido de su propia experiencia -ella misma hija de una familia numerosa campesina-, cuando al observar el rostro cansado de su madre desde la ventanilla del tren que la trasladaría a Seúl a los 16 años, se prometió a si misma construir una bella historia en su homenaje. Veinte años después ha cumplido su promesa alcanzando un lenguaje universal, que le ha valido su edición en más de 24 países.

El apacible transcurso de la vida de una familia coreana, en la que apenas hay reflejos de los acontecimientos del país –otra diferencia con Ru-, formada por el matrimonio, cinco hijos y sus nietos se interrumpe brutalmente, cuando la madre, Park So-Nyu de 69 años, se pierde en una estación de Seúl, al ir a visitar desde su aldea a una de sus hijas.

La inesperada e incomprensible ausencia de la madre provoca el aluvión de recuerdos y el reproche que cada miembro de la familia se va haciendo por no haberla querido y comprendido suficiente. La estructura del relato es singular, alguien, que va cambiando de identidad, va desgranándole a los diferentes protagonista, las vivencias que cada uno de ellos tuvo con su madre. Se construye así un retrato coral de su personalidad, de una mujer sobretodo madre, absolutamente entregada a la crianza de sus hijos, para la que el sustento diario era la principal preocupación, y la segunda la educación, que ella, campesina pobre casada a los 17 años, no tuvo oportunidad de adquirir, por ello se ingenió con mil pequeños trabajos cuya retribución guardaba en tarros de barro, que abría con enorme orgullo el día que había que pagar la matrícula escolar.  

Una mujer valiente y alegre, cuyo reino era el trabajo en el campo y en la cocina, que siempre era la seguridad, la presencia, la permanencia, el cariño, la estabilidad de todos los miembros familiares. Los hijos emigraron a Seúl, donde estudiaron sus carreras y fueron abriéndose paso paulatinamente, al principio con gran preocupación por mantener el contacto con sus padres, con el tiempo con mayor distanciamiento. 

Es impactante el momento en que la hija mayor repasa una lista de las 30 cosas que le gustaría hacer en su vida, y descubre apesadumbrada que ninguna de ellas está relacionada con su madre. La novela es profundamente conmovedora y capaz de arrancar un himno de agradecimiento apasionado a los que hemos tenido la suerte de conocer un amor así. Y a los que aún están a tiempo les reproduzco las palabras de Franz Liszt con las que la autora abre su novela: ¡Oh, ama, ama mientras puedas!