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Greta Thunberg, contra los dragones de la Santa Alianza
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Daniel Arjona

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Daniel Arjona

Greta Thunberg, contra los dragones de la Santa Alianza

Los cuentos de hadas muestran que la imaginación y el sentimiento que la activista ha puesto en marcha son mucho más dignos que el cinismo triste de sus detractores

Foto: La activista Greta Thunberg observa en la ONU la llegada de Donald Trump. (Reuters)
La activista Greta Thunberg observa en la ONU la llegada de Donald Trump. (Reuters)

"Los cuentos de hadas no dan al niño la idea de lo malo o lo feo; esa idea está ya en el mundo. Los cuentos de hadas no dan al niño su primera idea de los fantasmas. Lo que los cuentos de hadas dan al niño es su primera idea de una posible victoria sobre los fantasmas. El niño conoce al dragón desde siempre, desde que supo imaginar. Lo que el cuento de hadas hace es proporcionarle un San Jorge capaz de matar al dragón. (G. K. Chesterton, Ediciones Espuela de Plata, 2011).

Que el universo es un lugar sombrío cuyas sombras pueden sin embargo desbrozarse -como enseñan los cuentos de hadas según defiende Chesteron con su habitual elocuencia irrefutable-, es la definitiva lección que Greta Thunberg está dando al mundo y en especial a la Santa Alianza de sus detractores, esos dragones populistas de edad provecta: nativistas, liberales de ideas estrechas eternamente a sueldo del estado y magufos políticamente incorrectos que despliegan su cinismo, su vejez triste y sus topicazos.

El reciente discurso de la joven activista en la Cumbre del Clima de Naciones Unidas ha recrudecido unas críticas -en ocasiones bienintencionadas aunque equívocas, en otras sencillamente miserables- que reinciden en el batiburrillo ya conocido: Greta a sus 16 años -y con asperger- es demasiado joven y frágil para tener una idea del mundo, su apelación a las emociones es antireflexiva, la están utilizando, en definitiva, poderes terribles, no se sabe bien si sus padres, las multinacionales verdes, George Soros o Fumanchú. Esta sobrerreacción es interesante porque demuestra lo bien que lo están haciendo Greta Thunberg y sus millones de seguidores adolescentes para dar a conocer su discurso acerca de la amenaza científicamente avalada ya de la emergencia climática.

Escribe Marcel Proust que lo característico de la edad adolescente, "en modo alguno ingrata, sino muy fecunda, es que en ella no consultamos a la inteligencia y los menores atributos de las personas nos parecen formar parte indivisible de su personalidad. Totalmente rodeados de monstruos y dioses, apenas conocemos la calma. Casi no hay un gesto que hiciéramos entonces que no hayamos deseado más adelante poder abolir, pero lo que deberíamos, al contrario, lamentar es haber perdido la espontaneidad que nos movía a hacerlos. Más adelante vemos las cosas de forma más práctica, en coincidencia con el resto de la sociedad, pero la adolescencia es la única época en la que aprendemos algo".

Robar la palabra

Que los mayores le pretendamos robar ahora la palabra a los chavales aplicando una suerte de 'childplaining' no es novedad. El choque de generaciones lubrica el devenir de la historia desde la oscuridad de los tiempos. Como recordaba aquí Ramón González Férriz "ya en la Roma clásica, era casi un ritual que los viejos se quejaran de lo vagos, tontos y poco estudiosos que eran los jóvenes". Los señores con achaques desconfían de las energías de los más tiernos a los que observan por el retrovisor de la edad en su afán por sustituirlos con el convencimiento de que no podrán hacerlo mejor que ellos mismos. Vencidos por la amnesia y la hipocresía- ese homenaje que el vicio rinde a la virtud- no soportan que la fuerza de las canciones infantiles acalle de improviso sus propias voces serenas y hoscas. "No tienen ni puñetera idea de cómo va esto, que dejen de dar la lata de una puta vez. O están manipulados o poseídos por las pasiones". La segunda acusación es crucial para entender a Greta Thunberg y a sus enemigos.

Los señores con achaques desconfían de las energías de los más tiernos a los que observan por el retrovisor de la edad en su afán por sustituirlos

En 'La mente de los justos: Por qué la política y la religión dividen a la gente sensata' (Deusto), que probablemente es el ensayo en español más importante -y malinterpretado- del año, el psicólogo de la Universidad de Nueva York Jonathan Haidt prendía fuego a la versión cartesiana habitual que domina el pensamiento de Occidente y que despliega una razón que solo puede y debe ejercer sus labores aislada en una especie de infranqueable habitación del pánico de las pasiones y emociones que la obnubilan. El autor, un demócrata convencido, cree detectar el pertinente fracaso de los suyos en las elecciones estadounidenses en que los republicanos cuentan con un programa moral mucho más amplio, no solo dependiente de las nociones de injusticia o daño sino capaz también de saborear la lealtad, la autoridad o la santidad que pueden movilizar aún con más ardor al electorado.

Es la emoción -el elefante, en el feliz hallazgo de Haidt- la que domina a la razón -al jinete- y no al contrario, la que le indica dónde disparar. Y lo hace muy bien, como demuestran los más recientes estudios psicológicos pues la razón funciona mucho mejor cargada emocionalmente. Porque una razón navegando en el vacío, desprovista de anclaje emocional, es en realidad una vía de dirección única a la locura. Como, por cierto, ya sabía el gran Chesterton cuando escribió que "el loco no es quien ha perdido la razón sino quien lo ha perdido todo, todo, menos la razón".

Y entonces, cuando alguien logra con una fuerza moral increíble -también con teatralidad y melodrama, claro, como por cierto hace todo el mundo que entiende algo a nuestra pobre especie- movilizar un caudal de energía desconocido para enfrentar la mayor amenaza que se cierne sobre el ser humano -repetimos, científicamente comprobada-, los dragones de la Santa Alianza -negacionistas o solo la puntita- apedrean en redes y otros cuartos oscuros digitales a una joven que se ha alzado como referencia para tantos y que nos convoca a ponernos en marcha ya contra la perspectiva tenebrosa de un planeta inhóspito.

Con diferencia, lo mejor de Greta es que aún no se ha echado a perder como ellos.

"Los cuentos de hadas no dan al niño la idea de lo malo o lo feo; esa idea está ya en el mundo. Los cuentos de hadas no dan al niño su primera idea de los fantasmas. Lo que los cuentos de hadas dan al niño es su primera idea de una posible victoria sobre los fantasmas. El niño conoce al dragón desde siempre, desde que supo imaginar. Lo que el cuento de hadas hace es proporcionarle un San Jorge capaz de matar al dragón. (G. K. Chesterton, Ediciones Espuela de Plata, 2011).

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