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¿Un caballo enganchado al caballo? Vuelve la serie 'BoJack Horseman' a Netflix
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Marta Medina

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¿Un caballo enganchado al caballo? Vuelve la serie 'BoJack Horseman' a Netflix

La plataforma estrenará el próximo mes la tercera temporada de una de las mejores series de dibujos de los últimos años: 'BoJack Horseman'

Foto: BoJack, desayunando en su piscina.
BoJack, desayunando en su piscina.

Siempre me he preguntado cómo se entra en el despacho de un productor de una gran cadena a vender la idea de una serie sobre un caballo antropomórfico alcohólico y depresivo que fue una estrella televisiva en los noventa y que quiere relanzar su carrera 20 años después con una autobiografía. En serio, ¿cómo se hace? 'BoJack Horseman' es de esas series de las que oyes tarde, cuando ya lleva media o una o dos temporadas, que se ven de una panzada hasta el desprendimiento de retina y con las que te quedas con ganas de más. Como una adicción. Al fin y al cabo, es una serie que va del caballo. ¡Badabím! Usar dos veces el mismo juego de palabras es roja directa.

Tráiler de 'BoJack Horseman'

El próximo 22 de julio, la serie estrenará su tercera temporada después de un año de paréntesis. Segunda pregunta: ¿cómo una serie así llega hasta la tercera temporada? Respuesta: ¡bendita Netflix! Aunque contar con Aaron Paul ('Breaking Bad') y Will Arnet ('Arrested Developement') como coproductores y voces principales y al estudio ShadowMachine (responsable de 'Robot Chicken') como aval puede abrir muchas puertas en el mundo de la animación adulta.

El próximo 22 de julio, la serie estrenará su tercera temporada después de un año de paréntesis

'BoJack Horseman' es una seria ácida, impúdica e iconoclasta, pero también cuenta con una profundidad existencialista mucho más marcada que la que encontramos en trabajos de, por ejemplo, la factoría MacFarlane. En sus excesos está su virtud, pero también en saber dónde y por qué se pasa de la raya (¡badabím!). Es una serie tan 'desbarrante' como la vida misma si te la tomas en serio.

50 años conservado en alcohol

Bojack tiene 50 años y está cansado de todo salvo de ver una y otra vez los capítulos de la serie que le hizo famoso allá en los noventa, siempre con una copa de güisqui -así escrito, ha dado una vuelta de 180º a la ranciedad y hasta queda 'punk'- en la mano. BoJack es narcisista, egoísta y desequilibrado, y no tiene mesura ni la quiere tener. ¿Para qué? Él es una 'celebrity', una especie de semidiós catódico, y está por encima de todos nosotros, simples seres anónimos no catódicos.

Su visión de la vida es la de un filósofo pesimista y desencantado. "El universo es un vacío cruel e insensible. La llave de la felicidad no es la búsqueda de un sentido. Simplemente hay que mantenerse ocupado con chorradas sin importancia y, en algún momento, estarás muerto". Pero el ingenio de los diálogos, la agudeza de unas situaciones sacadas de la 'slapstick comedy' más sofisticada y el juego formal hacen que el trago de la verdad más despojada sea menos amargo. Y hasta te ríes.

Horseman lleva demasiado tiempo fuera de los focos. ¡Necesita volver! No, ¡el mundo necesita que vuelva!

Horseman lleva demasiado tiempo fuera de los focos. ¡Necesita volver! No, ¡el mundo es el que necesita que vuelva! Pero ya nadie le toma en serio. Ni su novia-barra-agente Princess Carolyn, una gata rosa arisca y adicta al trabajo, ni su compañero de piso, Todd, que, bueno, no es compañero de piso porque vive en el sofá de su mansión y porque no paga alquiler y porque una noche vino a una fiesta, se quedó y desde entonces no se ha atrevido a echarle. Aunque se coma sus cereales.

La única oportunidad de BoJack es sacar su libro de memorias, del que depende la supervivencia de la editorial Penguin -dirigida, ja, por un pingüino-, al borde de la quiebra. Pero BoJack está demasiado colgado para escribir ni tan siquiera dos páginas coherentes, así que tendrá que recurrir a Diane Nguyen, una humana de ascendencia vietnamita, prototipo de hípster angelina y novia de Mr. Peanutbutter -señor Manteca de Cacahuete-, el perro actor 'amienemigo' de BoJack. Todo muy pedestre.

El trampantojo de Hollywood

BoJack se desliza por las miserias de la ciudad de los sueños, donde el día después del éxito ya eres pasado y donde es más fácil caer en la etiqueta del fracaso que mantenerse a flote en la piscina del triunfo. Intentar convencer a la gente de que sigues vivo, de que no eres un payaso, de que eres una persona de carne y hueso -aunque en tu vanidad no te lo creas- y que tienes sentimientos -aunque el alcohol, las drogas y el '24 hour party people' los amortigüen-. Parafraseando libremente a Coco Chanel, nunca se es demasiado delgado, ni demasiado rico, ni se está lo suficientemente borracho.

Y desde un punto de vista desencantado y muchas dosis -¡badabím!, el último, lo prometo- de sordidez, humor mordaz y libertad creativa, Raphael Bob-Waksberg, el creador de 'BoJack Horseman', construye una sátira irreverente sobre la vida en Los Ángeles, la fama, la soledad, el egoísmo, la falsedad, la traición, el miedo a la intrascendencia y lo estúpido y cruel que puede llegar a ser el 'showbusiness'. Una serie imprescindible para quienes disfrutaron con 'Maps to the Stars' de Cronenberg o la grandísima novela 'Karoo', de Steve Tesich.

Siempre me he preguntado cómo se entra en el despacho de un productor de una gran cadena a vender la idea de una serie sobre un caballo antropomórfico alcohólico y depresivo que fue una estrella televisiva en los noventa y que quiere relanzar su carrera 20 años después con una autobiografía. En serio, ¿cómo se hace? 'BoJack Horseman' es de esas series de las que oyes tarde, cuando ya lleva media o una o dos temporadas, que se ven de una panzada hasta el desprendimiento de retina y con las que te quedas con ganas de más. Como una adicción. Al fin y al cabo, es una serie que va del caballo. ¡Badabím! Usar dos veces el mismo juego de palabras es roja directa.

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