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Por qué el cine de Tim Burton va sin freno y cuesta abajo
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Por qué el cine de Tim Burton va sin freno y cuesta abajo

¿Cuándo fue la última vez que el cineasta californiano dirigió una película memorable? En la última década, Burton sólo ha acertado cuando ha optado por la animación

Foto: Tim Burton pone sus huellas en el cemento en una ceremonia frente al Teatro Chino de Hollywood el pasado septiembre. (Reuters)
Tim Burton pone sus huellas en el cemento en una ceremonia frente al Teatro Chino de Hollywood el pasado septiembre. (Reuters)

Nuestra ruptura fue muy traumática, quizás por haber intentado retrasarla hasta que fue inevitable, hasta que el crimen fue de tal vileza que era imposible seguir como si nada. Lo que había hecho con Alicia era imperdonable. La había destrozado entera. La había despojado de su esencia, delante de nuestros ojos. Así que no podía mirar hacia otro lado: Tim Burton y yo habíamos terminado. ¿Cómo podía haber convertido el mundo lisérgico y delirante de Lewis Carroll en una fábula tan políticamente correcta, recatada e insípida como la propia Anne Hathaway?

La semana pasada, la revista estadounidense 'Variety' informaba de que Eva Green y Danny De Vito serán los protagonistas de 'Dumbo', la nueva adaptación al cine del clásico Disney -adaptación a su vez del libro infantil de Helen Aberson- de la mano de Burton. A priori, que el director más pálido y siniestro de la soleada California sea el encargado de remozar una de las película animadas más turbias y perturbadoras de 'la casa del ratón' -con permiso de 'Pinocho' y 'La dama y el vagabundo'- podría parecer una combinación perfecta. Perfecta si el mundo hubiese sufrido una amnesia colectiva que hiciese olvidar los últimos 12 años de la filmografía burtoniana. Porque, ¿cuándo dejó Tim Burton de ser Tim Burton para ser abducido un sosias descafeinado, indolente y aburrido? ¿Cuándo llegaron los ladrones de cuerpos para sustituirle por un director falto de ideas? ¿Cuándo, en qué momento exacto, el director heredero del expresionismo alemán y del terror gótico perdió 'mojo'? Terrorífico es pensar que ya prepara una segunda parte de Bitelchús. ¡Qué tiemble el bioexorcismo!

Aunque los 'talifanes' tardamos más tiempo en darnos cuenta, los primeros signos ya estaban ahí hace más de 15 años. Era verano. 2001. Llegó la primera señal. Como una pequeña mancha azulada en el dedo meñique del pie izquierdo. Esa misma mancha que al cabo de un tiempo acaba extendiendo su pestilencia por toda la pierna y "enfermera, deme el serrucho" y "lo siento pero no nos queda más remedio que cortar". Tim Burton presentaba entonces con nocturnidad y alevosía su última película, el 'remake' de 'El planeta de los simios', uno de sus proyectos más ambiciosos -con un presupuesto de 100 millones de dólares de entonces- gracias al cual recibió la que fue su primera gran colleja a mano abierta: aunque en su momento no despertó las bilis de la crítica de manera unánime, con el paso del tiempo se ha convertido en su película peor valorada.

'El planeta de los simios' es su película peor valorada, con una puntuación de 5,1 en Filmaffinity

Un intento fallido de demostrar una mayor versatilidad que acabó con críticas tan ácidas como la de Peter Travers, de 'Rolling Stone', que escribió en su momento que "salvo por la escena de batalla, la película es monumentalmente estúpida". Eso sí, al mítico Rogert Ebert, aunque esperaba más, 'El planeta de los simios' sí le gustó: "Burton ha realizado una película respetuosa a la original, y respetable por sí misma, pero no es suficiente. Dentro de 10 años, será la versión de 1968 la que la gente todavía irá a buscar".

'El planeta de los simios' ponía fin a la mejor época de Burton, una década dorada que empezó con 'Bitelchús' en 1988 y acabó con 'Sleepy Hollow' en 1999. Entre medias, al director de Burbank le había dado tiempo a reactivar la moda de llevar a los superhéroes de cómic a la gran pantalla con 'Batman' (1989), que aunque vista hoy en día peca de demadiado ochentera -memorable la escena en la que el Joker entra en el museo bailando a ritmo de Prince-, reinició la saga del hombre murciélago. También le había regalado a Vincent Price uno de sus últimos papeles en el cine en la indiscutible 'Eduardo Manostijeras' (1990) y había conseguido que por fin la industria le reconociese como un director-autor adulto con la personalísima -más si cabe- 'Ed Wood' (1994).

Los 90 fueron indiscutiblemente su década. El niño introvertido obsesionado con el cine de terror de serie B, la crónica de sucesos y las invasiones alienígenas, el adolescente pálido, 'rarito' y de estética gótica, se había convertido en un filón para los estudios casi una lustro después de dejar su trabajo como animador en Disney porque la compañía no llegaba a entender sus "extraños" diseños. Ahora, sus últimas películas se han vuelto tan convencionales y 'blancas' que encajan perfectamente con la filosofía de la Disney del siglo XXI: afable, para todos los públicos y políticamente correctas. Que la 'Alicia' de 1951 sea más trangresora e incómoda que la de Burton es para hacérselo mirar.

Que la 'Alicia' de 1951 sea más trangresora e incómoda que la de Burton es para hacérselo mirar

El Burton noventero, que entonces tenía poco más de treinta años, metía estética sadomaso -inolvidable el 'catsuit' de vinilo de Catwoman que casi le cuesta la salud a Michelle Pfeiffer- dentro de una película dirigida al público comiquero y adolescente y el público aplaudía. El Burton noventero empujaba al vacío desde lo alto de un rascacielos a la reina de la belleza de Gotham City, prototipo absoluto de la estética californiana 'estilo Hilfiger' que tanto detesta el director, y el público aplaudía. Burton salvaba al mundo de una invasión extraterrestre haciéndo explotar cabezas marcianas con la 'llamada india al amor' de Slim Whitman y el público aplaudía. ¿Dónde está esa chispa, ese sentido ácido del humor, ese absurdo? ¿Y dónde está la genuina sensibilidad de romántico atormentado de 'Eduardo Manostijeras' o 'Vincent'?

Desde que empezó el milenio y tras el batacazo simiesco, Burton sólo ha dado muestras de seguir teniendo algo que contar en dos ocasiones: 'Big Fish' (2003) y 'La novia cadáver' (2005). La primera funciona como un metarrelato sobre el arte de la narración envuelto en un halo de ternura -sin excesos- y centrado en la relación de un padre y un hijo, dos personajes incomprendidos retratados con ese toque genuino y naif firma de la casa. La segunda, un regreso al romanticismo oscuro, al amor imposible entre una muerta y un vivo que fue el último destello de genio del director de Burbank.

Con 'Charlie y la fábrica de chocolate', el cineasta reactivaba su idilio fílmico con Johnny Depp después de seis años -en total han colaborado hasta en ocho largometrajes- que se ha ido desgastando con el tiempo, hasta llegar a ser absolutamente previsible. Además, la otra gran pareja artística del director, genio con entidad propia, es el compositor Danny Elfman, responsable de la atmósfera sonora del universo Burton, pero quien tampoco ha sido capaz de llevar al nivel de 'Batman' o 'Bitelchús' en los últimos trabajos junto al director.

Desde 'La novia cadáver', su carrera ha sido una agónica decadencia y ha tenido que recurrir hasta a hacer un 'remake' de su propia obra

Desde 'La novia cadáver', la carrera de Burton ha sido una agónica decadencia en la que ha tenido que recurrir hasta a hacer un 'remake' de su propia obra: 'Frankenweenie' (2012), su último largometraje de animación está basado en un corto homónimo que el cineasta dirigió en 1984. Y quizás por eso, todavía guarde algo de la esencia de las primeras obras del director, aunque deslavada por su naturaleza de copia de una idea que a la vez es un refrito: una revisión de 'Frankenstein' protagonizada por el gemelo más estilizado y menos inquietante del protagonista de 'Vincent', su corto de 1982. De la autorreferencia al autoplagio por falta de ideas hay un trecho mínimo. Sin embargo, en el contexto de una época marcada por 'Sombras tenebrosas' (2012), 'Big Eyes' (2014) o 'El hogar Miss Peregrine para niños peculiares' (2016), 'Frankenweenie' es la única que parece estar viva.

En 'Sombras tenebrosas', consigue dominar el 'autolatrocinio' hasta el punto de conseguir el pastiche absoluto: desde la estética 'eduardiana' a la familia invasora al estilo de 'Bitelchús', pasando por una maldición tipo 'Sleepy Hollow'. Mezclarlo todo y a ver qué sale.

El resto son películas sin personalidad -más allá de una estética reciclada que recuerda vagamente al Burton primigenio-, apáticas, encorsetadas dentro de los cánones comerciales, sin ironía, sin humor crítico, sin un mínimo guiño personal que haga que no parezca cine producido en cadena. Parece que el Burton productor ha sometido al Burton autor y lo tiene encerrado en el sótano, más centrado en pergeñar ideas de 'merchandising' que en hacer películas. ¿Dónde está el Burton que tenía tanta personalidad que acabó dirigiendo -para el imaginario colectivo- una película que no dirigió, sino que propuso y produjo? Porque, cada vez que alguien dice que Tim Burton dirigió 'Pesadilla antes de Navidad', Henry Selick sufre un microinfarto.

Cada vez que alguien dice que Tim Burton dirigió 'Pesadilla antes de Navidad', Henry Selick sufre un microinfarto

Quizás le haya pasado como a Peter Banning -hubiese sido interesante ver un 'Hook' dirigido por Burton, porque la obra de Barrie tiene tantas sombras como la 'Alicia' de Carroll-, quizás Burton se haya hecho demasiado mayor y descreído para reencontrarse con su genuino universo -genuino a pesar de las influencias de Edward Gorey, las películas de Price y el romanticismo oscuro-, quizás se haya convertido en una especie de oficinista que pasa por el set de rodaje para fichar y que se siente satisfecho mientras rellene su cupo de una película cada dos años. Quizás se haya convertido en un burócrata de Hollywood. Quizás tendría que volver a sentarse en la mesa de ese bar, con Edward D. Wood Jr. a un lado y Orson Welles al otro y volver hacerse la gran pregunta: "¿Merece la pena?".

Nuestra ruptura fue muy traumática, quizás por haber intentado retrasarla hasta que fue inevitable, hasta que el crimen fue de tal vileza que era imposible seguir como si nada. Lo que había hecho con Alicia era imperdonable. La había destrozado entera. La había despojado de su esencia, delante de nuestros ojos. Así que no podía mirar hacia otro lado: Tim Burton y yo habíamos terminado. ¿Cómo podía haber convertido el mundo lisérgico y delirante de Lewis Carroll en una fábula tan políticamente correcta, recatada e insípida como la propia Anne Hathaway?

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