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'Taboo', la serie sobre la isla maldita que volvió locos a Inglaterra y España
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Aloña Fernández Larrechi

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Aloña Fernández Larrechi

'Taboo', la serie sobre la isla maldita que volvió locos a Inglaterra y España

HBO emite en nuestro país la oscura serie creada y protagonizada por el conocido actor británico Tom Hardy y a la que se asoma la historia de España

Foto: James Delaney regresando de entre los muertos. (Foto: HBO)
James Delaney regresando de entre los muertos. (Foto: HBO)

Londres, 1814. Horace Delaney, un hombre conocido en los barrios más sombríos y decadentes de la ciudad por sus ataques de locura, ha fallecido. A su funeral acuden sólo un puñado de parroquianos, con más ganas de certificar su muerte que de llorarla. En la primera fila, enlutada, su hija Zilpha permanece inmóvil, con la misma actitud que el resto de los asistentes. Mientras el abogado de su padre trata de convencerla de que pague a los enterradores un extra, para que los ladrones de cuerpos no puedan llegar hasta el cadáver antes del amanecer, los murmullos se multiplican tras ella. “¡Santo Dios! Por ahí entra un muerto” escucha antes de ver a su hermanastro atravesando el pasillo que lleva hasta el altar. Una visión por la que nadie apostaba hace unos años, cuando fue dado por muerto tras el naufragio del barco en el que viajaba a África.

“Su único legado es un regalo envenenado, es un pequeño territorio costero, al otro lado del mundo, que tu padre poseía por un tratado con una tribu nutka, un páramo. Si América fuera un cerdo que mira hacia Inglaterra, estaría en el culo del cerdo. No hay más que piedras e indios.” Con estas palabras Thoyt, el abogado de la familia Delaney, trata de apaciguar los ánimos de James, el recién llegado. Lo que desconoce el picapleitos que lleva las secuelas de la viruela en su rostro, es que el principal interés del hijo del malogrado Horace es, precisamente, ese emplazamiento. Al que tratará de llegar aunque algunos de sus viejos enemigos, la Compañía de las Indias Orientales, o incluso algún representante del gobierno norteamericano traten de impedirlo.

Este es el punto de partida de la primera aventura creativa del actor británico Tom Hardy, a la que ha bautizado con el nombre de ‘Taboo’. Una producción de ocho episodios que en España se puede ver a través de HBO y que ha escrito junto a su padre, el escritor y guionista Chips Hardy, y Steven Knight, creador de ‘Peaky Blinders’. Y que él mismo produce y protagoniza, entre otras razones, porque cuando le contó a su padre su idea, lo hizo hablándole del personaje que quería interpretar. Una aventura que, de momento, no es económicamente rentable, pero que todavía tiene por delante tres episodios. Suficientes para resolver unas cuantas incógnitas. Aunque la principal es, desde el primer minuto, si llegaremos a ver la tierra prometida, o si ese oscuro Londres que Hardy tan bien ha reflejado en la pantalla, es el único escenario de las fechorías de su personaje, el temido James Delaney.

Tráiler de 'Taboo'.

"El equivalente de la CIA"

Este joven aventurero que ha pasado los últimos años de su vida en África, regresa a Londres cargando con numerosos fantasmas, unos cuantos diamantes con los que se costeará su plan y algunos conocimientos espirituales. Sus deseos de partir cuanto antes hacia tierras americanas le llevarán a poner en marcha una sofisticada maquinaria en la que nadie, ni siquiera aquellos que pueden llamarse “amigos”, están a salvo. Frío y calculador, poco amigo de la conversación casual, Delaney es un hombre que no tiembla ante un enemigo tan peligroso y omnipotente como la Compañía de las Indias Orientales. Una entidad que, como describió el propio Knight “fue el equivalente de la CIA, la ANS y la corporación multinacional más grande y malvada de la tierra”. Y así lo ha trasladado a la pantalla, a través de un retrato (poco agraciado) de un personaje tan importante en la historia británica como fue la Compañía. Algo que no ha pasado desapercibido entre los expertos del país, más proclives a señalar su vertiente positiva.

‘Taboo’ es una ficción ideada por los Hardy, pero padre e hijo se han servido de muchos elementos reales para confeccionarla. A la conspiradora Compañía se unen personajes reales, como el (repulsivo) rey Jorge III, o lugares que existen en realidad, como el “páramo” que Delaney hereda, conocido como el estrecho de Nutka. Situado frente a la isla de Vancouver, según la serie, el territorio pasa a ser propiedad del padre del protagonista, a cambio de unas baratijas. Según la historia, fue avistado por primera vez el 8 de agosto de 1774 por el explorador mallorquín Juan José Pérez Hernández. Una licencia narrativa especialmente peculiar, si tenemos en cuenta que Nutka es un lugar tan desconocido como relevante en la historia de España.

Nutka, fin del monopolio

A pesar de que la isla del mismo nombre nunca fue habitada, en 1790 el capitán español Esteban José Martínez capturó dos barcos ingleses y detuvo a la tripulación de ambos navíos. Una afrenta que dio lugar a un conflicto diplomático que, según el Doctor de Historia Moderna y profesor de la Universidad de Málaga, Antonio Calvo Maturana, casi provoca una “guerra y que acabó con los españoles admitiendo la presencia inglesa” a través del Tratado del Escorial, firmado ese mismo año. Porque aunque el lugar estaba, como explica Thoyt, en el culo “del cerdo”, Nutka era importante por “el comercio de pieles y porque contaba con un puerto natural” además de porque “se pensaba que aquella zona podía ser la puerta a un paso marítimo entre los océanos Atlántico y Pacífico”, explica Calvo Maturana.

Una zona estratégica, que ‘Taboo’ presenta como la principal motivación de la Compañía de las Indias Orientales. Pero que para España, tal y como el profesor recoge en su artículo "Génesis del II Imperio Británico y ocaso del Universalismo español: la doble vertiente del conflicto de Nootka", publicado en la revista 'Hispania', “supuso la renuncia de facto de los españoles a su monopolio americano.” Entre otras razones porque, tal y como recogieron en el documento firmado por ambos países, "el hecho de que Martínez llegase a Nootka e intercambiase artículos con los nativos" no otorgaba la posesión del territorio a Carlos IV.

En los años siguientes España y Reino Unido firmaron una serie de acuerdos que dieron a los ingleses acceso a la costa del Pacífico situada al norte de Oregón y confirmaron la retirada del poder hispano en la zona. Un abandono que alcanzó su punto culminante cuando Estados Unidos extendió paulatinamente su frontera hacia el oeste, y a través de tratados, consiguió que el gobierno español le permitiese acceder al Mississippi. Y que se completó cuando Gran Bretaña tuvo que hacer frente a Napoleón, y borrar de su lista de preocupaciones lugares tan alejados de Londres como el estrecho de Nutka.

Para Calvo Maturana, que no ha visto la producción pero expresa su deseo de hacerlo, “el hecho de que la Monarquía Hispánica no sea mencionada en ningún momento demuestra lo poco conocida que es la presencia española en Norteamérica. El silenciamiento de la presencia española en la zona se puede apreciar, por ejemplo, en el hecho de que la isla de Vancouver no sea conocida como Quadra-Vancouver, en honor al nombre que le dieron el español Juan Francisco de la Bodega y Quadra y el inglés George Vancouver.” Un "olvido" que puede deberse a las mismas razones que llevaron al monarca, conocido por algunos como "el Consentidor", a renunciar a la presencia de España en la zona. Según explica Calvo Maturana, las motivaciones estarían apoyadas en "la débil ocupación, la incapacidad de colonizar una costa tan inmensa, su inferioridad naval frente a Inglaterra, la lejanía de esos territorios respecto a Madrid o el trauma causado por la Revolución francesa". Hechos que hicieron de la aventura americana española, algo más pasajero de lo que los políticos del momento habrían deseado. Aunque para Tom Hardy y su padre, haya sido lo suficientemente breve e inspiradora, como para ser la excusa perfecta para su primera aventura televisiva.

Londres, 1814. Horace Delaney, un hombre conocido en los barrios más sombríos y decadentes de la ciudad por sus ataques de locura, ha fallecido. A su funeral acuden sólo un puñado de parroquianos, con más ganas de certificar su muerte que de llorarla. En la primera fila, enlutada, su hija Zilpha permanece inmóvil, con la misma actitud que el resto de los asistentes. Mientras el abogado de su padre trata de convencerla de que pague a los enterradores un extra, para que los ladrones de cuerpos no puedan llegar hasta el cadáver antes del amanecer, los murmullos se multiplican tras ella. “¡Santo Dios! Por ahí entra un muerto” escucha antes de ver a su hermanastro atravesando el pasillo que lleva hasta el altar. Una visión por la que nadie apostaba hace unos años, cuando fue dado por muerto tras el naufragio del barco en el que viajaba a África.

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