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'Las chicas del cable': la primera serie española de Netflix decepciona
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Aloña Fernández Larrechi

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Aloña Fernández Larrechi

'Las chicas del cable': la primera serie española de Netflix decepciona

La compañía estadounidense, en colaboración con Bambú Producciones, estrena este viernes su primera producción en nuestro país. ¿Resultado? Falta de originalidad e irritación

Foto: Imagen promocional de 'Las Chicas del Cable', serie española de Netflix.
Imagen promocional de 'Las Chicas del Cable', serie española de Netflix.

Hace poco más de un año, Netflix anunció la producción de su primera serie original íntegramente española. En la nota de prensa que hizo pública la compañía se incluía una sinopsis de la serie, que por aquel entonces aún no tenía título. Y se detallaba el currículum de la productora que se haría cargo del proyecto, Bambú Producciones, con Ramón Campos y Teresa Fernández-Valdés al frente. Además, el vicepresidente internacional de producciones originales de Netflix, Erik Barmack expresaba su satisfacción por el acuerdo y añadía: “Somos grandes fans de su trabajo en ‘Gran Hotel’ y ‘Velvet’, romances épicos que han tenido una gran recepción por parte de nuestros usuarios en todo el mundo".

Según Ramón Campos, antes de llegar a un acuerdo desde Bambú ofrecieron a la compañía norteamericana proyectos de ciencia-ficción y acción, pero la respuesta que obtuvieron fue muy clara. Querían una serie que recuperara la esencia de las producciones que Netflix ya tenía en su catálogo y, como confesó Barmack, habían tenido una gran acogida en mercados como el latinoamericano. Mañana, cuando se estrene mundialmente su primer proyecto español, los directivos de la compañía de Reed Hastings estarán muy satisfechos con la apuesta. Los que esperábamos algo más del estreno patrio en Netflix, no tanto.

Mujeres que buscan su sitio

Con el título de ‘Las Chicas del Cable’, la serie creada por Campos y Fernández se ambienta en el Madrid de finales de los años 20. La Compañía de Telefonía, que presume de estar situada en el edificio más moderno del país, celebra una jornada de selección de personal. A ella acuden decenas de mujeres, algunas llegadas desde fuera de la capital, deseosas de encontrar un empleo que les permita ser (algo más) independientes. Para lograrlo, la empresa tendrá en cuenta su voz, su presencia y la longitud de sus brazos, como algunos de los requisitos.

Entre las jóvenes que acuden a la convocatoria se encuentra Carlota, la dicharachera hija de un coronel, que aspira a romper con los cánones que sus padres le imponen. Una situación muy diferente a la que vive Marga, enviada a Madrid por su abuela, para que se independice y disfrute de su propia vida lejos del pueblo. Otra de las aspirantes será Lidia, con la que congenian rápidamente, a pesar de su discreción. La joven, que tendrá en sus manos la llamada más importante de la compañía, se esconde bajo una identidad falsa, tratando de escapar de su pasado. Las tres trabajarán junto a Ángeles, una de las telefonistas más veteranas de la empresa. Su valía le servirá para aspirar a un ascenso, que deberá replantearse cuando su marido le pida que deje su trabajo y se dedique a ocuparse de él y de su hijo.

Sara, el mejor personaje

Ana Fernández (Carlota), Nadia de Santiago (Marga), Blanca Suárez (Lidia) y Maggie Civantos (Ángeles), son las actrices encargadas de interpretar a las cuatro protagonistas de esta serie, en la que su amistad será el principal apoyo que tendrán para luchar por sus sueños. Cuatro historias diferentes y complementarias, que tratan de dibujar una época en la que ser mujer era una lucha, aún más difícil, contra el machismo, tanto en casa como en el trabajo.

Un ambiente al que contribuyen, en mayor o menor medida, Don Francisco, el jefe de la Compañía y yerno del dueño interpretado por Yon González, Don Carlos, el hijo ignorado que trata de ligar con las telefonistas, en la piel de Martiño Rivas, o Mario, el marido de Ángeles al que da vida Sergio Mur. Para echar una mano a las jóvenes telefonistas, serán cruciales los personajes que interpretan dos veteranas televisivas como Kiti Mánver y Tina Sainz. Concha Velasco, por su parte, será Carmen, la mujer del Sr. Cifuentes, el dueño de la compañía al que interpreta Simon Andreu.

El rol más interesante e innovador con el que cuenta la serie es el de Sara, la supervisora de las telefonistas. Su profesionalidad y su valía le sirven para ganarse la confianza de los jefes, pero también genera cierto recelo entre las mujeres con las que trabaja. Sin embargo, no tardarán en descubrir que detrás de su carácter estricto se esconde una personalidad luchadora, que en su tiempo libre asiste a conferencias de Victoria Kent, y desea la igualdad de género tanto o más que ellas. Ana Polvorosa, conocida por sus papeles en ‘Aída’ y ‘Amar es para Siempre’, interpreta este rol que también sorprenderá a sus compañeras cuando no pueda reprimir sus sentimientos y termine besando a una de ellas.

Poca originalidad bien iluminada

La mayor aportación de ‘Las Chicas del Cable’ a la ficción española es la confirmación de que, a pesar del empeño que la televisión patria tiene en lo contrario, es posible hacer series con capítulos de 50 minutos. E iluminar como mandan los cánones audiovisuales las escenas exteriores, porque con presupuesto todo es posible. Incluso que la media de este tipo de secuencias sea superior a lo acostumbrado, aprovechando con acierto ciertos rincones de Madrid.

Por lo demás, tal y como había solicitado Netflix, las diferencias entre ‘Las Chicas del Cable’ y ‘Velvet’ son más bien escasas. La intención de ambas ficciones no es retratar una época, por la que pasan de puntillas, sino desarrollar un melodrama a partir de personajes diversos, sí, pero también comunes. Y cuando lo verdaderamente original sería desvelar los vínculos que unen al gobierno con la Compañía, y por qué a esta no le interesan los avances que automaticen las llamadas, las tramas se centran en las vertientes amorosas que toman las vidas de sus protagonistas.

Esta falta de originalidad, que el elenco trata de compensar con algunas interpretaciones brillantes como las de Nadia de Santiago y Ana Polvorosa, no es la única pega que se puede poner a ‘Las Chicas del Cable’. Especialmente irritante resulta la omnipresencia de Lidia como narradora de la historia. Porque es innecesario que adquiera ese papel y porque, en demasiadas ocasiones, trasmite un mensaje tan intenso (intensísimo) como irrelevante para lo que quiere contar. Algo casi tan desesperante como la música que adorna, o acompaña, las escenas. Lejos de optar por la música de la época, o por algo clásico, la selección se centra en piezas tecno-dance en inglés. Una propuesta a la que es difícil encontrar sentido y que sólo sirve para alejar al espectador de la historia.

Con la segunda temporada confirmada, la producción cumple con los deseos de la compañía que pondrá el nombre de España en su catálogo de series propias. Un logro que mantiene la esencia de la productora que ha conseguido semejante hazaña y que, muy probablemente, abrirá la puerta de Netflix a otras producciones nacionales. Si no es así, habría sido deseable que Barmack y sus compañeros hubiesen dejado de lado la vertiente segura del negocio de la ficción serializada para apostar por algo más original y trascendente que su primer proyecto completamente español, ‘Las Chicas del Cable’.

Hace poco más de un año, Netflix anunció la producción de su primera serie original íntegramente española. En la nota de prensa que hizo pública la compañía se incluía una sinopsis de la serie, que por aquel entonces aún no tenía título. Y se detallaba el currículum de la productora que se haría cargo del proyecto, Bambú Producciones, con Ramón Campos y Teresa Fernández-Valdés al frente. Además, el vicepresidente internacional de producciones originales de Netflix, Erik Barmack expresaba su satisfacción por el acuerdo y añadía: “Somos grandes fans de su trabajo en ‘Gran Hotel’ y ‘Velvet’, romances épicos que han tenido una gran recepción por parte de nuestros usuarios en todo el mundo".

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