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Sobre una presunta "puñalada por la espalda" de Churchill
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Sobre una presunta "puñalada por la espalda" de Churchill

Ángel Viñas discute las acusaciones históricas a Churchill de traicionar a Francia cuandó ordenó Royal Navy el bombardeo en el puerto de Mers el-Kébir

Foto: Winston Churchill en una imagen de archivo
Winston Churchill en una imagen de archivo

En las páginas de este periódico (el 14 de junio de 2014) Don Álvaro Van den Brule publicó un artículo denigratorio contra Winston Churchill, acompañado de una descalificación global sobre el comportamiento británico a lo largo de la historia y en contra del Imperio español.

No entraré a comentar lo que me parece ser un mero ejercicio de trivialización y desinformación. Me limitaré, simplemente, a puntualizar sin el menor ánimo de polémica el episodio que le sirve para arremeter contra una de las figuras señeras del siglo XX, aunque no exenta de tonos grises e incluso más negros de los que dicho artículo señala. Los españoles anti-franquistas podrían decir algo con respecto al apoyo de Churchill a la dictadura desde antes de que terminara la segunda guerra mundial y después…

El articulista retoma el tono de la retórica beligerante de julio de 1940 para acusar a Churchill de dar una puñalada por la espalda cuandó ordenó a la Royal Navy que bombardease en el puerto norteafricano de Mers el-Kébir a la escuadra francesa en él fondeada. Se trata de un episodio que ha dado lugar a ríos de tinta. Fue aprovechado por el Tercer Reich para intentar sembrar cizaña entre franceses y británicos.

Lo utilizaron los fascistas de Vichy en su delirante oposición contra el Reino Unido y se sirvieron de él para argumentar a favor de un acercamiento a la Alemania nazi, presentada como el gran baluarte contra el comunismo, el liberalismo, la democracia y la masonería.

También la acumulación de malentendidos entre franceses y británicos desde que empezó a apuntar la derrota de Francia (por ejemplo, la reticencia de Londres a empeñar más fuerzas en un país al borde de la catástrofe, la preferencia dada a los propios soldados en la evacuación de Dunkerke, el temor a que la flota francesa –la cuarta del mundo- pudiera caer en manos alemanas, la percepción de que el Reino Unido tendría que combatir más o menos solo, derramando a espuertas sangre, sudor y lágrimas, etc.). Todo esto desaparece del episodio.

El articulista se centra, exclusivamente, en que el 3 de julio de 1940 una potente flota británica cercó a la francesa y le dio un ultimátum. Silencia que al tiempo le ofreció cinco alternativas: continuar la guerra con los británicos (como hacía De Gaulle), poner proa a los puertos ingleses, desplazar las unidades a Estados Unidos (país entonces absolutamente neutral), navegar hacia los puertos de las Antillas francesas o, en último término, abrir las escotillas y hundir los navíos.

El almirante Gensoul no fue demasiado hábil. Suele afirmarse que para ganar tiempo con el fin de preparar sus barcos para salir del puerto. A Vichy comunicó que tenía dos alternativas: irse a Inglaterra o combatir. Fue solo el día 4 cuando Vichy se enteró de la gama completa, que en principio parecía bastante razonable desde el punto de vista de la lucha contra los nazis.

Expirado el ultimátum, los británicos abrieron fuego y destrozaron numerosos navíos franceses. Perecieron unos 1.300 marinos y quedaron heridos otros 400. El mismo día los ingleses se apoderaron de todos los barcos franceses surtos en puertos británicos y apresaron a sus tripulaciones.

La actuación en Mers el-Kébir desató controversias, aunque la opinión pública británica la respaldó. Churchill la defendió como la única posible en la Cámara de los Comunes. No le faltaba del todo razón.

El articulista parece ignorar que el artículo 8 del armisticio franco-alemán preveía que los barcos franceses, desarmados, retornarían a sus puertos de origen de los tiempos de paz. Cherburgo, Brest, Lorient y Rochefort se encontraban, sin embargo, en la zona ocupada. Si bien los alemanes habían aceptado, más o menos con la boca pequeña, la posibilidad de revisar este artículo, Churchill consideró que, en una lucha a muerte en la que el Reino Unido se jugaba su supervivencia, no podía permitirse el lujo de que el Tercer Reich se adueñara de los navíos franceses.

No se corre nunca el riesgo de poner seriamente en peligro la seguridad nacional en tiempos de guerra (a veces, incluso de paz). De aquí que ya el 27 de junio se preparase una potente fuerza que pudiera neutralizar la flota francesa. Fue el 2 de julio cuando Churchill dio la orden de actuar.

¿Cuál fue la reacción de De Gaulle? En un primer momento pensó en la posibilidad de retirarse de la escena pero no tardó en comprender que los ingleses habían hecho algo que era inevitable desde su punto de vista. El 8 de julio se dirigió a los franceses a través de la BBC. Sus palabras estuvieron teñidas de un dolor profundo. Ningún francés podía no sentirse afectado por lo ocurrido. Advirtió a los británicos que no podrían presentarlo como un éxito naval. Ni siquiera había habido lucha.

Subrayó, no obstante, que Mers el-Kébir debía enfocarse desde una única perspectiva: su contribución a la victoria aliada y a la liberación del yugo nazi. No cabía dejar al libre arbitrio del enemigo la posibilidad de apoderarse de la flota. Una eventual derrota británica dejaría al pueblo francés sometido a la más dura esclavitud. Los franceses y los ingleses sucumbirían juntos o vencerían juntos. Solo esta segunda alternativa era admisible.

No puede argumentarse que De Gaulle actuó así porque dependía de la crucial ayuda británica de cara a su singladura, heroica, contra el Tercer Reich y asegurar a Francia un puesto entre los vencedores de la contienda. El testimonio y la reconstrucción documental e histórica de uno de sus más próximos colaboradores como fue Crémieux-Brilhac muestra de forma pormenorizada los altos y bajos de la relación con Churchill, francófilo convencido.

Pregunta: a la vista de las cinco alternativas presentadas a Gensoul, ¿qué habría hecho el lector?

Quien acusa a Churchill de dar puñaladas traperas debería informarse un pelín más acerca de una de las tragedias iniciales de la segunda guerra mundial. Para ayudarle, y también a sus lectores, me permito sugerir algunas obras de reputados historiadores franceses (dejo de lado específicamente a británicos y norteamericanos). Por ejemplo, Jean-Pierre Azéma y Olivier Wieviorka, Vichy, 1940-1944; Jean-Louis Crémieux-Brilhac, La France Libre I y, sobre todo, el decano de los historiadores franceses en relaciones internacionales Jean-Baptiste Duroselle, L´abîme, 1939-1945.

Hay muchos más y también, ¿por qué negarlo?, un ataque a Churchill extremadamente virulento de Hervé Coutau-Bégarie y Claude Huan, Mers el-Kébir. Más fácil es recurrir vía internet a la entrada de este nombre en la edición francesa de Wikipedia. Contiene los datos esenciales.

Ángel Viñas es Catedrático emérito de la UCM. En su próxima obra abordará el tema de la anglofobia entre los vencedores de la guerra civil según el primer protoministro de Asuntos Exteriores de Franco.

En las páginas de este periódico (el 14 de junio de 2014) Don Álvaro Van den Brule publicó un artículo denigratorio contra Winston Churchill, acompañado de una descalificación global sobre el comportamiento británico a lo largo de la historia y en contra del Imperio español.