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Dirigir un museo estatal, menuda condena
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Jesusa Vega

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Dirigir un museo estatal, menuda condena

Uno de los objetivos con los que inicio todos los años el nuevo curso de “conservación de bienes culturales” —materia obligatoria del grado en Historia del

Foto: Los príncipes inauguran la exposición "el último viaje de la fragata nuestra señora de las mercedes"
Los príncipes inauguran la exposición "el último viaje de la fragata nuestra señora de las mercedes"

Uno de los objetivos con los que inicio todos los años el nuevo curso de “conservación de bienes culturales” —materia obligatoria del grado en Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid—, es que al final del semestre los alumnos no sólo lean los periódicos sino, también, que los entiendan. La tarea siempre es difícil. Tomar conciencia de la realidad es doloroso y no me refiero a la crisis. Pensemos en los destrozos provocados por las guerras de ex-Yugoslavia —lo que se vivió en las ciudades de Mostar, Sarajevo y Kosovo—, o Iraq con el saqueo del museo de Bagdad.

Tampoco hace tanto de los derribos integristas de las estatuas gigantes de Bamiyán (2001) y sigue siendo actualidad la lamentable situación en la que se encuentran las ruinas de Pompeya. Por otro lado, no hay palabras para explicar la artimaña de los legisladores de la comunidad de Madrid para desproteger lo protegido y comerciar con ello (2014), y menos aún la salida de un director general porque no quiere colaborar en la destrucción del Cabanyal de Valencia.

Todos sabemos que la presión política es la clave de la “colaboración” institucional en la pérdida de bienes culturales, inmediatamente me viene a la cabeza lo ocurrido en la plaza de Oriente en Madrid (1996) o la gestión diaria de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español. Sin duda, esta última se ha ganado un lugar preferente en los últimos tiempos por su notable sensibilidad hacia los intereses particulares, y me bastan dos hitos recientes: la licencia de exportación a los muebles diseñados por Armand Albert Rateau a los Alba, y la auto compra del archivo de su presidente.

Estos días las pérdidas económicas de los museos han ocupado un lugar en la clase, y la próxima semana toca presupuestos para cultura, año 2015. El problema es que ni yo puedo ya entender las noticias de la prensa. Esto no sólo desanima, por la impotencia que significa no poder explicar la materia de la que me ocupo, sino que además vacía de todo posible contenido la labor docente que desarrollo. Si algo se deduce de lo que se ha publicado recientemente es que estamos en una sociedad donde, además de manipular la información para crear una realidad inexistente, se abandona a su suerte el patrimonio cultural y se desampara a los profesionales competentes. Empecemos por el principio.

Trato desigual

Ejemplo de manipulación son los titulares que figuraban en la cinta informativa del canal 24 horas de TVE el viernes por la mañana. Decía algo así: “La directora de Unesco destaca la apuesta de España por la cultura contra la crisis”. La información procedía de la Agencia EFE: la señora Irian Bokova había dicho eso refiriéndose a las industrias culturales que desarrollan el sector artesanal, la creación, la moda, las industrias audiovisuales y el turismo. Ya sé que la citada agencia al estar presidida por una persona afín al gobierno actual tiene cuestionada la imparcialidad y objetividad, pero ese argumento no me sirve ante este otro titular: “El gobierno recorta en teatro y patrimonio y refuerza cine y museos”, publicado por el diario El país que en principio es independiente.

De nuevo leyendo la noticia se entiende mejor. En realidad, se habla del Museo del Prado, el Museo Reina Sofía y la Fundación Thyssen Bornemisza. A esta última en concepto de “déficit dotable” se le aportan 2.238.220 euros, en 2015, pero esta información no la busquen en el periódico.

No obstante, mi duda es si el periodista sabe que existen 17 museos más, los llamados “museos estatales”, todos dependientes de la Dirección General de Bellas Artes de la Secretaria de Estado de Cultura, a los que ya han advertido que el año que viene habrá más recortes. Me creo que el periodista no tenga este conocimiento pues la invisibilidad en la que viven dentro del propio Ministerio se puede decir que es casi ignominiosa y no por culpa de los profesionales que están al frente, cuya discreción y buen hacer no sólo no ha sido nunca reconocida sino que, como en este mismo periódico hemos podido leer, se ha intentado desacreditar, e incluso amordazar.

Ni rastro de Lassalle

Hablaré un poco de estos otros museos para los que la Dirección General de Bellas Artes de la que dependen no funciona como una unidad administrativa de coordinación y apoyo, sino como un ente jerárquico que ordena y manda. La desidia del Secretario de Estado de cultura es conocida, pero no por ello deja de escandalizar que a estas alturas de la legislatura no le hayan visto el pelo prácticamente por ninguno de estos museos.

Siguiendo el ejemplo de su jefe, Jesús Prieto, el saliente Director General de Bellas Artes, era prácticamente un desconocido, no tanto el Subdirector General de Museos, Enrique Varela. Es éste quien, llegado el caso reúne a los directores, pero no para debatir cuestiones profesionales, sino para comunicarles decisiones (por lo general “recortes” de personal o económicos, siendo indiferente que el director de turno conozca o no el presupuesto del ejercicio en curso). En estos tres años no se ha hecho ni una propuesta de organización o de gestión, y desde luego no existe política alguna de museos.

Hay que admitir que en esto son más trasparentes, por lo menos no lo esconden, pues basta mirar al Museo Arqueológico Nacional, nuestro museo de Historia. Nadie ha explicado por qué no hay presupuesto para un auxiliar de biblioteca —no ya un bibliotecario—, que permita consultar su excelente fondo. Pensemos en el “valor añadido” que implica esta situación en la que se encuentran otras bibliotecas de los museos. Pronto quedarán desfasadas porque no hay dinero para adquirir libros y, lo que es peor, probablemente se haya tenido que suspender la suscripción a revistas especializadas.

Museos en las últimas

Con ello se paraliza la investigación y producción de conocimiento, pero además los responsables del museo tienen que lidiar con las quejas del público que no pueden acceder a los fondos. En esto ya no cabe ni el voluntarismo que se constata en las actividades y la gestión diaria de estos otros museos. Y este es el motivo quizás que me ha movido a escribir estas líneas: la situación de los profesionales de los “museos estatales”, pues también al inicio del curso les digo a mis alumnos que algunos serán eso en el futuro.

Leyendo los presupuestos para 2015 ya no me cabe duda que dirigir uno de esos museos es casi una condena. Nadie se encarga de poner en valor su gestión diaria ajustada al presupuesto y, sin embargo, se premia a aquellos que -teniendo muchos más recursos humanos y materiales- acumulan pérdidas, consecuencia de su falta de previsión y control de gasto. Cualquier directivo que diera los resultados que se han publicado en los periódicos estos últimos días habría presentado su dimisión, pero en este país no sólo no ocurre esto sino que, además, se alimenta ese modo de hacer.

No obstante, esta política permite explicar lo que está ocurriendo entre los profesionales de museos: cada vez menos quieren tener como destino los museos estatales. Los números son elocuentes si se repasa el «Directorio» publicado por el ministerio.

Del total de 408 profesionales —conservadores, auxiliares y ayudantes—, 45 están en servicios centrales en la subsecretaria de estado, porque allí el nivel administrativo es superior. Es decir, se gana más dinero, no tienes que lidiar con el público y tienes más posibilidades de promoción. En el desglose, 37 están destinados en el Museo Reina Sofía y 20 en el Museo Nacional del Prado, que como hemos visto cuentan con el beneplácito de los políticos. Y 88 están en otros organismos de la administración (comunidades, ayuntamientos u otros ministerios).

Directores llorones

En resumen, 141 técnicos son los que trabajan en los 17 museos estatales que cumplen, a pesar de todo, con sus obligaciones y cometidos, sin esperanza de incremento de plantilla —desde 2009 no se convocan oposiciones—, ni visos de promoción, pero dando la cara todos los días ante los visitantes, con dignidad, sin llorar públicamente porque no pueden pagar la factura de la luz.

Pienso que estaría bien que estos directores llorones, aprendices de gestores, tomaran algunas lecciones de los profesionales que están al frente de los “museos estatales”. Estoy segura que sería muy beneficioso para los contribuyentes y, en mi caso como docente, me devolvería la confianza en mi labor diaria.

* Jesusa Vega, Catedrática de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid, exdirectora del Museo Lázaro Galdiano, autora de 'Ciencia, arte e ilusión en la España ilustrada', 'Cossío, Lafuente, Gaya Nuño: el descubrimiento del arte español, tres apasionados maestros", entre otros.

Uno de los objetivos con los que inicio todos los años el nuevo curso de “conservación de bienes culturales” —materia obligatoria del grado en Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid—, es que al final del semestre los alumnos no sólo lean los periódicos sino, también, que los entiendan. La tarea siempre es difícil. Tomar conciencia de la realidad es doloroso y no me refiero a la crisis. Pensemos en los destrozos provocados por las guerras de ex-Yugoslavia —lo que se vivió en las ciudades de Mostar, Sarajevo y Kosovo—, o Iraq con el saqueo del museo de Bagdad.

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