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Jazmín Beirak

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El ariete Cervantes

¿Cómo invitar al placer de reconocerse en la comunidad lectora con las ventajas que ello comporta, sin que lo contrario pueda suponer un estigma o motivo de oprobio?

Foto: Feria del Libro de Guadalajara (México, 2015)
Feria del Libro de Guadalajara (México, 2015)

Este año hay Eurocopa. Seguramente, a lo largo del mes junio, algún periódico publique una serie de entrevistas a los futbolistas de la selección en la que les pregunte, entre cuestiones agudas e incómodas, por el último libro que han leído, qué lectura se llevarían a la playa o cuál es su escritor favorito. Entre líneas de lo que parece una buena iniciativa, ya que permite que personajes públicos con millones de seguidores en todo el mundo difundan la lectura, se adivina la típica sorna con la que muchos miran el nivel cultural de los futbolistas. Salta a la vista que la alta tolerancia social a la hora de ridiculizar a un gremio por su presunta falta de cultura letrada, tiene que ver fundamentalmente con que una parte de dicho gremio está compuesta por millonarios.

Difícilmente se encontraría el mismo consenso en el sarcasmo sobre el nivel cultural de otras profesiones no universitarias. Una explicación pudiera ser que su condición de ricos los vuelve responsables de su grado de formación, lo que parece un movimiento bastante tosco para regatear el clasismo que subyace en esta actitud. En cualquier caso, nuestra intención no es tanto indagar en el fenómeno, como simplemente señalar que la falta de lecturas o los equívocos culturales son motivo de risa y desprestigio.

La falta de lecturas o los equívocos culturales son motivo de risa y desprestigio

En la otra dirección también hay quien se sorprende cuando algún lector o lectora voraz cierra su edición anotada de 'El coloquio de los perros' para bajarse al bar a ver el partido de Copa. Aunque es cierto que este matrimonio de aficiones cada vez levanta menos cejas de asombro gracias a revistas como 'Panenka' o colecciones como 'Hooligans ilustrados', de la editorial Libros del KO. En estos casos, cuando al forofo letrado le achican espacios, en ocasiones se ve obligado a recurrir al balón largo: “el fútbol también es un arte” o “el fútbol es cultura”. Nuestra intención, de nuevo, no es dirimir aquí si el balompié entra en tal o cual categoría, sino remarcar que los vocablos “arte” y “cultura” funcionan en ocasiones como el fichaje de invierno al que se acude in extremis para enderezar la temporada: llevan el prestigio incorporado y tienen poderes salvíficos que hacen que ninguna otra pregunta valga la pena, olvidando que toda gran responsabilidad puede comportar también un gran complejo.

Cualquier profesor de Lengua y Literatura sabe, y sobre todo en las primeras etapas de escolarización, que para transmitirle al alumnado el gusto por la lectura es de gran ayuda que dicha actividad goce de cierto prestigio social, es decir, que leer les parezca atractivo y que sus ídolos sean personas lectoras. El aprendizaje es, a fin de cuentas, un proceso imitativo. Sin embargo, y esta es una responsabilidad que nos atañe a quienes estamos comprometidos con la difusión y promoción de la lectura, debemos cuidar que esa no sea nunca un arma de doble filo: ¿cómo invitar al placer de reconocerse en la comunidad lectora, con las ventajas para el desarrollo personal y profesional que ello comporta, sin que lo contrario pueda suponer un estigma o motivo de oprobio? La diferencia se plasma en la situación que todos hemos vivido alguna vez en el aula o en el bar: uno confiesa, pongamos por caso, no haber leído jamás un libro de Cervantes, ante lo cual caben dos respuestas: llevarse las manos a la cabeza por el sacrilegio o llevarle a la biblioteca para invitarle a degustar el placer que le espera.

Cuando alguien confiesa no haber leído un libro de Cervantes, caben dos respuestas: llevarse las manos a la cabeza o llevarle a la biblioteca

En una fecha como el 23 de abril tenemos la ocasión de reivindicar el mundo del libro que deseamos. Al problema señalado, que corresponde a la construcción social y tiene un largo recorrido, se suman otros de índole más bien político y solución más accesible. En un país donde el 42% de la población afirma leer libros menos de una vez al mes (según la encuesta del CIS de finales de 2014), el presupuesto nacional destinado a cultura se ha rebajado un 38% desde 2009. Es el mismo país en el que se suceden cierres de librerías, se suprime la compra de nuevos fondos en las bibliotecas públicas y la facturación del sector editorial en 2014 se redujo a niveles de 1994. Carencias educativas estructurales y ahogos de un sector al límite se funden en un abrazo indeseable y de consecuencias nefastas: el empleo de calidad en torno al libro es tan verosímil como el avistamiento de un gigante en mitad de la llanura manchega.

Por supuesto, en paralelo hay recordar que poseemos una oferta editorial muy rica, que siguen naciendo librerías originales y cuidadas, que poseemos algunas bibliotecas punteras. Para consolidar los logros y permitir otros nuevos, tenemos que revertir el panorama general con soluciones que combinen el corto y largo plazo. A escala nacional, urge recuperar la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas, así como crear una Dirección General de Cultural Digital transversal; rescatar las bibliotecas escolares, dotándolas de fondos, actividades y mediadores; generar un plan serio de apoyo a librerías que aumente la actual partida de 150.000 euros y que tan lejos queda de los 5 millones de euros destinados por Francia.

Generemos un plan serio de apoyo a librerías que aumente la actual partida de 150.000 euros, lejos de los 5 millones de Francia

En el plano regional, en la Comunidad de Madrid, se impone modernizar los fondos y equipamientos de las bibliotecas para convertirlas en auténticos centros de ocio y formación, capaces de ofrecer nuevas oportunidades especialmente a los usuarios de entornos más desfavorecidos; poner remedio a la externalización y privatización de buena parte de los servicios de la red de bibliotecas, solventar el retraso y falta de medios en la digitalización de archivos y revertir la infrautilización de la Biblioteca Regional Joaquín Leguina. Varias de estas medidas, así como la rejuvenecer y dotar de recursos a los planes de Fomento de la Lectura, requerirán de la cooperación entre los distintos niveles administrativos.

La desidia en intervenir y la premura en recortar vuelven poco creíbles las buenas intenciones expresadas. Incluso, algunos responsables del libro de los gobiernos del PP acudían a sus labores como diligentes bomberos de 'Fahrenheit 451': la injerencia política y la desconfianza obsesiva hacia la cultura han privado a las bibliotecas de la Comunidad de Madrid de la posibilidad de tener un perfil propio en redes sociales desde el que interactuar con sus usuarios. Y, cuando se ha creado una nueva iniciativa de apoyo como La Noche de los Libros, se hace sin contar con el sector para su concepción y en condiciones frágiles: en esta edición, las mejoras efectivas en términos organizativos tuvieron que convivir con nuevos recortes en la remuneración de actividades.

Algunos responsables del libro de los gobiernos del PP acudían a sus labores como diligentes bomberos de 'Fahrenheit 451'

Tradicionalmente, ciertos sectores han venido identificando las demandas de los profesionales de la cultura con el lamento de las plañideras. A finales del año pasado, el Athletic Club de Bilbao puso en marcha un club de lectura en el que los aficionados proponen libros, distintos jugadores destacados y el entrenador escogen uno, lo leen y finalmente protagonizan un acto público. Sirva de ejemplo: seducción, creatividad y compromiso serán nuestras armas.

Empezamos a salir de tiempos oscuros y políticas negligentes que venían condenando la cultura y la lectura a una posición de irrelevancia donde su potencial para redistribuir riqueza y oportunidades estaba arruinado. Pero leer mola y aunque los molinos nunca dejarán de ser molinos por mucho empeño que pongamos, en nuestra manos está hacer de ellos molinos gigantes.

Jazmín Beirak es portavoz de cultura de Podemos en la Comunidad de Madrid.

Manuel Guedán es editor en Demipage y miembro del Área de Cultura y Comunicación de Podemos.

Este año hay Eurocopa. Seguramente, a lo largo del mes junio, algún periódico publique una serie de entrevistas a los futbolistas de la selección en la que les pregunte, entre cuestiones agudas e incómodas, por el último libro que han leído, qué lectura se llevarían a la playa o cuál es su escritor favorito. Entre líneas de lo que parece una buena iniciativa, ya que permite que personajes públicos con millones de seguidores en todo el mundo difundan la lectura, se adivina la típica sorna con la que muchos miran el nivel cultural de los futbolistas. Salta a la vista que la alta tolerancia social a la hora de ridiculizar a un gremio por su presunta falta de cultura letrada, tiene que ver fundamentalmente con que una parte de dicho gremio está compuesta por millonarios.

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