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Hollywood ante Trump: superhéroes, animales parlantes y decadencia
En lo que ha sido una acelerada y perceptible decadencia durante estos lustros, con momentos peores y no tan horribles, la necesidad de un Nuevo Cine Americano es acuciante
En el futuro, los historiadores sociales leerán algún día esta lista y llorarán: las diez películas que hicieron más taquilla en todo el mundo hasta la fecha de las elecciones presidenciales durante el año en que los Estados Unidos eligieron a Donald Trump como presidente y comenzaron a terminar de autodestruirse como superpotencia cultural. Cinco son películas norteamericanas de superhéroes; cuatro son prosopopeyas de animales en dibujos animados; y por último la otra es una comedia de ciencia ficción hongkonesa que se hizo enormemente popular solo en China, en unos códigos que de momento no conectan con las masas hacia el oeste de tierras uigures.
Teniendo como presidente de los Estados Unidos a un payaso demagógico —disculpas adelantadas hacia el gremio 'clown'— con un supremacista blanco como mano derecha, los magnates de Hollywood aterrizarán esta semana en sus oficinas en un momento decisivo. La democracia americana tal y como la entendieron Elia Kazan, Bud Schulger, Robert Mulligan, Allan J. Pakula o Michael Cimino está en peligro de extinción; aquellos valores sobre los cuales Hollywood logró construir cierto prestigio y credibilidad, los mismos que se han depauperado hasta casi desaparecer en la gran pantalla durante los últimos 39 años, están siendo puestos en cuestión por el etnonacionalismo fundamentalista y la misoginia que han detonado el momento Trump.
Los valores sobre los que Hollywood logró construir cierto prestigio están siendo puestos en cuestión
Así es que, en lo que ha sido una acelerada y perceptible decadencia durante estos lustros, con momentos peores y no tan horribles, la necesidad de un Nuevo Cine Americano es acuciante. Desde la avalancha de subproductos de acción anabolizante de los ochenta, pasando por la desproporcionada cantidad de producciones animadas protagonizadas por animales parlantes en las que, en su mayoría, el público infantil es tratado como si su destino irremisible fuera precipitar saliva sobre enormes baberos a lo largo del resto de sus vidas.
Pesadilla sobrehumana
Siguiendo por las fábulas basadas en las principales franquicias de tebeos de superhéroes y su casi exclusivo fomento por la iniciativa y el éxito individual a la que la mayoría de ciudadanos norteamericanos jamás podrá acceder, en una pesadilla colectiva de poderes sobrehumanos que les llevarán a sufrir el enésimo síndrome de alineamiento, y que, en su justa medida, tienen parte de responsabilidad en este momento de gran confusión y desorientación que sufren las mayorías sociales tanto en muchos de los Estados Unidos como de Europa. Todo sin dejar las comedias románticas que desdibujan la realidad de las mujeres trabajadoras del país que vio crecer a Seneca Falls, Angela Davis o que acogió a Emma Goldman.
La crítica más evidente la ha hecho suya Wang Jianlin, el hombre más rico de China, presidente de una corporación inmobiliaria que intenta convertirse en marca global del sector del entretenimiento, Delian Wanda Group. Miembro del Partido Comunista Chino desde 1976, Wang, que en el año 2012 pagó 2.600 millones de dólares por la segunda cadena de cines de Estados Unidos y conocida productora de televisión AMC Entertainment, ha desplegado en los últimos años una agresiva campaña empresarial. Campaña a la que precedió una reunión entre líderes del PCCh en octubre de 2011, con el fin de analizar las posibilidades de aumentar la influencia cultural china en otros países.
Como muestra de esta influencia, vimos cambiar a los villanos chinos por villanos norcoreanos en el remake de 'Amanecer Rojo' que produjo la Metro Goldwyn Mayer, así como toneladas de 'product placement' de productos chinos en la última película hasta la fecha de la saga 'Transformers' por no hablar de que Marvel contrató a la actriz británica Tilda Swinton para que interpretara el papel del Anciano en 'Doctor Strange', evitando de esta manera un posible conflicto con China, dado que el personaje original de los tebeos es tibetano. Wang Jianlin solo acaba de empezar, habiendo adquirido también Legendary Entertainment —productora de la trilogía del Caballero Oscuro, entre otras muchas películas— y exponiendo su intención de adquirir uno de los seis principales estudios cinematográficos de Estados Unidos, así como entablando conversaciones para hacerse con Dick Clark Production, que además de desarrollar la ceremonia de los Globos de Oro, es la compañía detras de Billboard Music. En Europa tampoco es que podamos mirar para otro lado, ya que el Sr. Jianlin también ha adquirido el mayor grupo europeo de explotación cinematográfica, Odeon & UCI, con presencia en Reino Unido, España, Austria, Italia y Portugal.
Wang Jianlin: "Hollywood es conocido por las historias que cuenta, pero ya no son tan buenas"
Aquella dura crítica que Wang Jianlin dirigió a todo el sector hollywoodiense estaba enfocada en las secuelas y remakes: "Hollywood es conocido por las historias que cuenta, pero ya no son tan buenas como antes", dijo. "Puede que todas esas secuelas funcionaran en otra época, pero el público chino se ha vuelto más refinado. Si quieren abrirse paso en el creciente mercado de mi país, tendrán que mejorar la calidad de las películas". Para bien o para mal —casi lo primero—, las palabras del halcón mandarín son certeras y acertadas, aunque depende de cómo se interpreten. La situación ahora sería enfrentar ese discurso, que no llevará a otro lugar que no sea el fomento del mercado de consumo doméstico chino. En palabras de Lenin sería el momento de enunciar su '¿Qué hacer?'.
Suicidio cultural
Es evidente que hay una relación entre el suicidio cultural de la potencia líder de Occidente y su decadencia colectiva en valores. El público de pocos recursos que accede a las salas de proyección o se descarga las películas en The Pirate Bay, queda completamente evadido, sin ver en ningún momento reflejadas sus realidades en la pantalla ni de cerca. No estaría de más recordar que en el momento en el que el Nuevo Cine Americano de los años setenta apareció y floreció, tuvo la oportunidad de desarrollarse para conectar con las mayorías estadounidenses —y en consecuencia, de todo Occidente— gracias a que los dueños originales de los estudios decidieron vender sus compañías a finales de los sesenta a petroquímicas, cerveceras o empresas dedicadas al caucho, en otro momento de decadencia hollywodiense que en cierto sentido tanto se asemeja a este.
Todo funcionó bien hasta que Spielberg y Lucas descubrieron el fenómeno del 'blockbuster' hiperinflado, hoy en día tan venido a menos
En aquel nuevo escenario empresarial, entraron nuevos directores creativos en los estudios, y como contara Peter Biskind en 'Easy Riders, Raging Bulls' tiraron de innumerables cineastas independientes llenos de talento y visión. Todo funcionó bien hasta que Steven Spielberg y George Lucas descubrieron, casi sin querer, el fenómeno del 'blockbuster' hiperinflado, hoy en día tan manido, desaborido y venido a menos. Dar la oportunidad a un cine de masas en el que el espectador sea capaz, parafraseando a Francis Ford Coppola en 1972 —que durante años tuvo un retrato de Mao presidiendo su despacho— de "oler los espaguetis" de las nuevas realidades sociales que viven los espectadores occidentales, algo que ya conseguiría David Simon en 'The Wire' durante la década pasada para la HBO.
No solo es posible, en este momento se muestra como una necesidad cultural para todo Occidente. A su vez, esta pequeña referencia de la corta historia del cine sirve para que tanto los responsables de legislar la explotación cinematográfica doméstica en cada país lo vayan teniendo en cuenta, así como para que la escena audiovisual global de guionistas y directores despierte de una vez y deje de estar unipolarizada por el Hollywood más insustancial y alienante. A los legisladores, por el lado materialista y a los creativos, por el conceptual.
En el futuro, los historiadores sociales leerán algún día esta lista y llorarán: las diez películas que hicieron más taquilla en todo el mundo hasta la fecha de las elecciones presidenciales durante el año en que los Estados Unidos eligieron a Donald Trump como presidente y comenzaron a terminar de autodestruirse como superpotencia cultural. Cinco son películas norteamericanas de superhéroes; cuatro son prosopopeyas de animales en dibujos animados; y por último la otra es una comedia de ciencia ficción hongkonesa que se hizo enormemente popular solo en China, en unos códigos que de momento no conectan con las masas hacia el oeste de tierras uigures.