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Miguel Ruiz Montañez

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Miguel Ruiz Montañez

La sangre de Colón

Aunque cualquiera podría preguntarse qué diablos tiene que ver Cristóbal Colón con el asesinato de George Floyd, lo cierto es que ha entrado de lleno en la ira de los manifestantes

Foto: La estatua de Cristóbal Colán decapitada en Boston en las protestas por el asesinato de George Floyd por la policía de Minneapolis. (Reuters)
La estatua de Cristóbal Colán decapitada en Boston en las protestas por el asesinato de George Floyd por la policía de Minneapolis. (Reuters)

Cuando comencé a escribir mi última novela, 'La Sangre de Colón', no podía imaginar que muchos de los asuntos que contenía esta obra de ficción fuesen superados por la realidad. El libro comienza con la misteriosa explosión de la estatua de Columbus Circle, junto a Central Park. Y hace unos días, debido a los acontecimientos que se están produciendo en el país, el gobernador de Nueva York ha manifestado que su deseo es que dicha estatua permanezca allí. Lo dice, porque son muchos los que quieren verla destruida, tal y como está ocurriendo en otras ciudades de su entorno, donde hay efigies que han sufrido agresiones: Boston, Richmond, Saint Paul, Houston y Miami.

Los Estados Unidos están inmersos en una profunda reflexión sobre el racismo sistémico. El movimiento 'Black Lives Matter' ha supuesto el ataque a numerosas estatuas de esclavistas y miembros del ejército confederado. Tras la muerte de George Floyd, se ha desatado esa cólera urbana que, entre otros, ha concentrado sus miras en los monumentos que representan ciertos símbolos. Aunque cualquiera podría preguntarse qué diablos tiene que ver Cristóbal Colón con eso, lo cierto es que ha entrado de lleno en la ira de los manifestantes.

placeholder 'La sangre de Colón' (Harper Collins)
'La sangre de Colón' (Harper Collins)

El asunto tiene algunos antecedentes. Desde hace unos años, se han llevado a cabo campañas contra los símbolos del Descubrimiento de América. Como resultado, algunas estatuas de Colón ya fueron retiradas y en varias ciudades se sustituyó el Día de Colón por el Día de los Pueblos Indígenas. Y ahora, al amparo de las movilizaciones, Colón vuelve a aparecer como el antihéroe de la conquista, un símbolo opresor de los nativos americanos. De una forma rocambolesca, todo se mezcla, y asistimos a un fenómeno revisionista de la Historia sin precedentes. En el debate también ha entrado Trump, que en un tuit ha dicho que los pueblos que niegan su historia están condenados a repetirla.

¿Tiene Colón la culpa de algo? ¿Tal vez la culpa de todo? La historia del almirante ha cumplido más de cinco siglos. Se mire como se mire, su gesta cambió la Humanidad. El mundo nunca fue igual desde que alcanzó esas tierras, que pasaron a formar parte de la cultura occidental y a ser herederas de Grecia, Roma y el Renacimiento. Pero hay que decirlo, con Colón también desembarcó la cultura de los derechos humanos y la libertad. Ya nadie recuerda cómo eran las sociedades precolombinas, o no interesa decirlo. Los movimientos indigenistas, auspiciados por la asociación 'American Indian Movement', han logrado esta inverosímil empanada ideológica e histórica que mete a Cristóbal Colón en la furia del movimiento 'Black Lives Matter'. Ahora se le relaciona incluso con el escabroso asunto de los esclavistas, aunque no haya ni una sola prueba de que contribuyera al tráfico de esclavos de África.

Es cierto que la situación actual de los indígenas en América es inaceptable, sin duda, pero no se puede culpar a Colón de eso

La esclavitud ya era una práctica abominable en América antes de la llegada de las naves europeas, la practicaban los indios nativos americanos, que en muchos casos se vieron liberados por los europeos. La conquista fue horrible, por supuesto, y debe ser criticada, pero hay que situarla en su contexto histórico. Es cierto que la situación actual de los indígenas en América es inaceptable, sin duda, pero no se puede culpar a Colón de eso. Las críticas deberían recaer sobre los Gobiernos independientes. Tras más de doscientos años de soberanía han tenido tiempo de solventar el estatus de los aborígenes.

He querido contribuir con mi novela a alimentar el debate, que creo más necesario que nunca. Retirar, decapitar o pintar de rojo las estatuas de Colón, no es solución a un problema tan complejo.

Cuando comencé a escribir mi última novela, 'La Sangre de Colón', no podía imaginar que muchos de los asuntos que contenía esta obra de ficción fuesen superados por la realidad. El libro comienza con la misteriosa explosión de la estatua de Columbus Circle, junto a Central Park. Y hace unos días, debido a los acontecimientos que se están produciendo en el país, el gobernador de Nueva York ha manifestado que su deseo es que dicha estatua permanezca allí. Lo dice, porque son muchos los que quieren verla destruida, tal y como está ocurriendo en otras ciudades de su entorno, donde hay efigies que han sufrido agresiones: Boston, Richmond, Saint Paul, Houston y Miami.

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