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Alud de oportunismo en Hollywood: ¡pido perdón por interpretar a un vietnamita!
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Juan Soto Ivars

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Alud de oportunismo en Hollywood: ¡pido perdón por interpretar a un vietnamita!

La última protagonista de la epidemia de corrección política ha sido Alison Brie: doblaba a un personaje de ascendencia vietnamita en 'BoJack Horseman', ¡intolerable!

Foto: Alison Brie y Diane Nguyen, el personaje de 'BoJack Horseman' al que pone voz.
Alison Brie y Diane Nguyen, el personaje de 'BoJack Horseman' al que pone voz.

La corrección política yankee ha decidido que los actores blancos no deben interpretar a personajes de otro color, ni de otra condición sexual. Un gay tiene que interpretar a un gay, un hetero a un hetero, un negro a un negro, etcétera. Hace un par de años, a Scarlett Johansson le tumbaron una película, que todavía no se había rodado, porque iba a interpretar a un transexual. Aunque aquello era una estupidez y merecía, como mínimo, discusión, se dejó pasar. Y claro: puertas abiertas. En los últimos días decenas de actores y actrices blancos han desfilado de rodillas delante del consistorio calvinista de la Superioridad Moral Máxima, encarnado durante estos días en los activistas de Black Lives Matter.

Las series de animación estadounidenses están en consecuencia patas arriba. Mike Henry (actor blanco) doblaba a un personaje negro en 'Padre de familia' y ha pedido perdón. Kristen Bell (actriz rubia), que doblaba a una negra en 'Central Park', también ha pedido perdón. Hank Azaria y Harry Shearer hacían de sendos 'racializados' en 'Los Simpson' (donde casi todos son de color amarillo, hasta donde recuerdo): perdón, perdón, perdón. La última ha sido Alison Brie: doblaba a un personaje de ascendencia vietnamita en 'BoJack Horseman', ¡intolerable! Solo me pregunto quién doblará desde ahora al caballo.

La decisión que se ha tomado es irrevocable, y esto es posiblemente lo más interesante del tema. ¿Quién manda aquí? ¿Por qué no se discuten las órdenes de censura arbitraria que corren por el aire en medio de la corrección política? La idea de que los actores tienen que interpretar a gente de su mismo grupo social por narices sabemos de dónde viene: del conglomerado que llamo Superioridad Moral Máxima, que comprende los departamentos de estudios de género y de la negritud de los campus universitarios, las redes sociales y cierta prensa. Allí se forjan estas teorías que luego corren por el aire en forma de dogmas.

Las órdenes emanadas del consistorio de la Superioridad Moral Máxima no se discuten. ¿Quién se atrevería? La mera puesta en duda de una opinión proferida por alguien con muchos puntos en el carné de las opresiones merece el castigo contra la reputación: ¡machista, racista, homófobo! Aquí todavía nos podemos reír de que un puñado de gente disparatada haya dicho que hay que retirar los Conguitos de inmediato, pero tiempo al tiempo.

¿Autoridad? ¿Qué autoridad?

Cabe preguntarse esto: ¿por qué todas las opiniones de Superioridad Moral Máxima tienen siempre apariencia de órdenes? ¿Quién le ha dado la autoridad a esa gente no siempre se identifica? ¿No pueden decir "yo creo que..." en lugar de "esto no puede ser"? Si un grupo de estudios determina que el hecho de que Alison Brie haga de personaje de ascendencia vietnamita es malo para la sociedad, ¿no habría que debatirlo antes de que Alison Brie tenga que arrastrarse por la alfombra roja? Pues no: como ya se ha dicho, la más mínima objeción ante la Superioridad Moral Máxima es una agresión contra los desheredados de la tierra.

Es fabuloso. Creas departamentos de estudios cuyas conclusiones irán blindadas por el mundo, y el resto a escuchar y callar

Es fabuloso. Creas departamentos de estudios cuyas conclusiones irán blindadas por el mundo, y el resto a escuchar y callar. En realidad es el sueño de cualquier investigador universitario. "¿Que no me publicas el 'paper'? ¡Ah, pecador, bastardo, prepárate a morir!". En realidad, no es más que gente infantil y frágil encantada con su ejercicio absolutista del poder. Lo ejercen donde pueden, claro: en Hollywood, donde todo el mundo tiene que fingir que es de izquierdas para no ser Mel Gibson.

De esta manera, siglos de tradición artística se han detenido ahora en los Estados Unidos. La interpretación, que permite que una persona finja que es otra, encuentra hoy el límite de esta segregación racial "buena". Supongo que es cuestión de tiempo que persigan también a autores blancos que han escrito novelas protagonizadas por negros. (¿Qué digo? Si esto ha pasado ya. Hace unos meses le montaron un inmenso chocho a una escritora porque había escrito una novela sobre la inmigración mexicana, sin serlo. Si Flaubert fuera estadounidense, hoy le recriminarían 'Madame Bovary').

Nota final, para los actores blancos

Harvey Weinstein se quedó sin amigos cuando las denuncias públicas del #MeToo se hicieron poderosas, pero yo siempre he pensado en este asunto desde otro punto de vista. No olvido que, los mismos que le escupían en la picota, lo habían cubierto de besos y abrazos, de laureles, durante treinta años seguidos en Hollywood. Mientras el tipo abusaba de las actrices novatas y no tan novatas, cosa que todo el mundo sabía en Hollywood, actores y actrices encantadores le dedicaban el premio si le daban un Oscar.

Cuando tocó repudiarlo, lo hicieron. Habrá quien piense que Hollywood despertó a los abusos. Pero yo no lo creo, ni lo he creído nunca. Creo que cada cual hizo lo que tenía que hacer en cada momento para cuidar su propia reputación. ¿Por qué nadie negó el saludo a Weinstein? ¿Por qué pasaban de las cuatro víctimas de sus abusos que lo denunciaron antes de que estuviera de moda? Porque el reino de los artistas de Hollywood es el de las relaciones públicas y el oportunismo. Por regla general, no les importa un carajo la justicia. Cuatro voces se han levantado contra los excesos del #MeToo, titubeantes, y se han quedado solas. Lo mismo ahora.

Habrá quien piense que Hollywood despertó a los abusos. Pero yo no lo creo, ni lo he creído nunca

Esto lo puede decir Woody Allen. Todos querían trabajar con ese judío ingenioso hasta que los Farrow aprovecharon el viento favorable para relanzar su acusación jamás probada. Entonces tocaba cagarle en el pecho, y los actores procesionaban para hacerlo. Hubo quienes le defendieron, claro, ¡porque Allen es inocente!, pero también unas cuantas ratas de dos patas, que ayer mismo lo habían besado y abrazado, que lo habían catalogado de genio y habían dicho que trabajar con él fue lo mejor, pasaron a decir que se arrepentían.

Bien. ¿Qué significa esto? Significa lo mismo que este reguero lamentable de actores que lloran hoy por haber doblado un dibujo pintado de marrón: que son cobardes, oportunistas y trepas. La libertad creativa y la censura les importan un carajo. Que se carguen lo de todos, pero que no me toquen la reputación. El hecho de que esta censura tenga la apariencia de una lucha por la justicia social es lo más deprimente de todo.

En el Hollywood de hoy, no me cabe duda de que Joseph McCarthy lo tendría muy fácil para sus purgas abominables. Le bastaría sustituir 'comunista' por alguna de las palabras paralizantes proporcionadas por el consistorio de la Superioridad Moral Máxima. Si dejamos que este sea nuestro faro moral, ¡vamos listos!

La corrección política yankee ha decidido que los actores blancos no deben interpretar a personajes de otro color, ni de otra condición sexual. Un gay tiene que interpretar a un gay, un hetero a un hetero, un negro a un negro, etcétera. Hace un par de años, a Scarlett Johansson le tumbaron una película, que todavía no se había rodado, porque iba a interpretar a un transexual. Aunque aquello era una estupidez y merecía, como mínimo, discusión, se dejó pasar. Y claro: puertas abiertas. En los últimos días decenas de actores y actrices blancos han desfilado de rodillas delante del consistorio calvinista de la Superioridad Moral Máxima, encarnado durante estos días en los activistas de Black Lives Matter.

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