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Una opinión sin pasión sobre los resultados electorales
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Una opinión sin pasión sobre los resultados electorales

En las elecciones del 23-J, todos han ganado, lo cual hace cierto lo contrario: también han perdido todos

Foto: n miembro de una mesa electoral desprecinta una urna para proceder al recuento en el Instituto Ortega y Gasset, en Madrid. (Efe/ J.P. Gandul)
n miembro de una mesa electoral desprecinta una urna para proceder al recuento en el Instituto Ortega y Gasset, en Madrid. (Efe/ J.P. Gandul)

Las elecciones son un juego, un pugnar a ver quién te gana y manda, un tirar los dados a ver si hay suerte. Una vez descubiertas las cartas, la primera interpretación de los resultados se puede hacer comparando el de hoy con el de ayer; la segunda, según las expectativas; y la tercera, centrándose sin más en el real resultado. Estas interpretaciones se elegirán según los intereses de los que siempre, o casi siempre, dirán que han ganado, al margen de lo votado.

En esta ocasión, curiosamente, esto ha estado más cerca de la verdad que nunca: todos han ganado, lo cual hace cierto lo contrario: también han perdido todos. Me parece que lo más honesto y objetivo es por ello atenerse a los datos y no darle más vueltas. En este sentido hay que constatar que han ganado los dos grandes partidos con una ligera ventaja de uno de ellos y que se sitúa en lo que convencionalmente se llama derecha. El resto de partidos son como asteroides que dan vueltas alrededor de los dos planetas. Si los partidos oficialmente independentistas apoyan a un gobierno que se sitúa en lo que convencionalmente se llama de izquierdas, se logrará una curiosa paradoja.

El gobierno, que es un retrato del cuerpo de la nación, lo será por el favor de aquellos que no quieren ser parte de esa nación. Desde un punto de vista lógico me parece un despropósito y evidencia uno de los fallos más grandes de la Transición a la hora de diseñar el Estado. Pero, por otro lado, lo veo como una consecuencia de la proporcionalidad democrática, una apuesta contra la rigidez de las mayorías y un respiro de sana incertidumbre social. Todo esto lo digo desde la distancia y sabiendo que los contenidos importan. Que juzgue el votante.

Las elecciones son un juego, un pugnar a ver quién te gana y manda, un tirar los dados a ver si hay suerte. Una vez descubiertas las cartas, la primera interpretación de los resultados se puede hacer comparando el de hoy con el de ayer; la segunda, según las expectativas; y la tercera, centrándose sin más en el real resultado. Estas interpretaciones se elegirán según los intereses de los que siempre, o casi siempre, dirán que han ganado, al margen de lo votado.

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