La tentación de lo irreal

Causa asombro comprobar con que facilidad huímos los humanos de los hechos que nos rodean. Esta fuga mundi ha tenido muchas variedades, unas más exageradas -como la de los monjes que vivían en el desierto de Nubia- hasta las mas banales de nuestros días. En todas estas maneras de vivir lo irracional desbanca a la razón y el mundo real se suprime a favor de la ficción, la superstición y cualquier acontecimiento que calme nuestras infantiles emociones.

Se trata de no mirar a lo que se conoce para echarse en manos de lo desconocido. Se sustituye lo claro por lo oscuro, lo que habría que negar argumentando por la ignorancia.

Aparecen nuevas religiones, se aderezan antiguas, se recurre a los nuevos brujos, se instala un acientífico negacionismo y se vacía la cabeza para rellenarla con una magia ridícula

No parece que las cosas esten cambiando. La mucha información de la que actualmente disponemos se envuelve en un manto de sospechas, guiños a alguna extraña y profunda verdad que nos descubriera el secreto de nuestras vidas. Y ahí aparecen nuevas religiones, se aderezan antiguas, se recurre a los nuevos brujos, se instala un acientífico negacionismo y se vacía la cabeza para rellenarla con una magia no solo infantil sino de una necedad ridícula.

No pintan buenos días para un suave y sensato razonar. No son momentos para que la lectura venza a la fuerza del negocio de series y propuestas que poco ayuda a una inclusion de la cultura en nuestra persona. La respuesta a esta situacion, y siempre que no se dimita del valor de pensar, solo podría venir de una radical y defensiva educación. El problema estriba en que no sé quién puede poner el cascabel al gato.