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Sobre el amor, la soledad y los (liosos) matrimonios
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Sobre el amor, la soledad y los (liosos) matrimonios

Más educación, autoconocimiento y sensatez nos vendrían muy bien. Aunque ese duende que es el amor se ría de todo lo que he dicho

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Casarse proviene de casa, hogar, lugar en el que se vive. Los buceos etimológicos pueden llevarnos a errores gordos pero en este caso encaja con el significado que, habitualmente, le damos. Casarse es convivir, compartir intimidades, unirse en un proyecto común. La palabra matrimonio es más liosa. Una de las etimologías más aceptadas es la de obligación o advertencia a la madre. Se supone que, de esta manera, la intención es carga las tintas en la función de tener hijos de la mujer, en la reproducción como la principal de sus tareas.

Otra de las etimologías rivales, y fijándose en otro verbo latino, propone la idea de ser madre, como algo especial, menos ceñido a lo anterior. Se puede discutir lo que se quiera y que el lingüista Benveniste nos ayude. En general, se nota un claro aroma de machismo. La mujer como fuente de hijos. Que esta interpretación sesgada, interesada y parcial ha sido y, en buena parte sigue siendo, la dominante es evidente. Y todos los esfuerzos por generar igualdad de trato entre hombre y mujer serán bienvenidos. Pero deseo detenerme en el concepto de matrimonio como se concibe en la mayoría de nuestra sociedad.

Es un hecho que la convivencia desgasta y que el aburrimiento es una amenaza fatal. Necesitamos, cosa complicada de conjugar, soledad y compañía

Es un lugar común en los chistes reírse de la pareja. Se la presenta como una jaula, una encerrona, un engaño o una puerta para gozar de amantes. No negaré que existen matrimonios admirables. Pero es un hecho que la convivencia desgasta y que el aburrimiento es una amenaza fatal. Necesitamos, cosa complicada de conjugar, soledad y compañía.

Al igual que habilidad para pasar del fogonazo del enamoramiento o bombín al amor maduro y estable. No tengo ninguna vara mágica para solucionar el problema. Ni soy experto en terapia matrimonial. Ni propongo el celibato. Cada uno sabrá lo que tiene que hacer, soy uno más metido en este enredo. Pero me parece que está de sobra tanta queja, que es una vulgaridad recrearse en los fracasos y que un cierto ejercicio de la razón estaría en su punto.

Ayudaría a distinguir entre ligue, apaño, derecho a roce, amante o distintas ya formas de emparejarse. Además, recuerdo que se puede uno bajar del tren sin tirarse a la vía. La separación ha dejado de ser un estigma. La cuestión no es fácil, sin duda, pero más educación, autoconocimiento y sensatez nos vendrían muy bien. Aunque ese duende que es el amor se ría de todo lo que he dicho.

Casarse proviene de casa, hogar, lugar en el que se vive. Los buceos etimológicos pueden llevarnos a errores gordos pero en este caso encaja con el significado que, habitualmente, le damos. Casarse es convivir, compartir intimidades, unirse en un proyecto común. La palabra matrimonio es más liosa. Una de las etimologías más aceptadas es la de obligación o advertencia a la madre. Se supone que, de esta manera, la intención es carga las tintas en la función de tener hijos de la mujer, en la reproducción como la principal de sus tareas.

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