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40 años del cierre del histórico diario “Pueblo”
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40 años del cierre del histórico diario “Pueblo”

El vespertino dirigido por Emilio Romero hizo del entretenimiento y del morbo sus principales señas de identidad, algo que medio siglo después sigue triunfando en los medios digitales

Foto: Un par de personas leen el diario 'Pueblo' unas semanas antes de la muerte de Franco en 1975. (Getty/Hulton Archive/Keystone)
Un par de personas leen el diario 'Pueblo' unas semanas antes de la muerte de Franco en 1975. (Getty/Hulton Archive/Keystone)

Se cumplen 40 años de la desaparición de los llamados Medios de Comunicación Social del Estado. El 17 de mayo de 1984 se cerraba el diario Pueblo, un periódico vespertino que el director Emilio Romero había cogido en 1952 con 10.000 ejemplares y lo dejó el 19 de febrero de 1975 con más de 220.000 ejemplares vendidos. Lo continuó Luis Angel de la Viuda y siguió hasta su desaparición, constituyendo un caso único de difusión, tratándose de un periódico del régimen, en concreto del sindicato vertical.

A la muerte de Franco, una de las cuestiones a resolver era qué hacer con los medios periodísticos pertenecientes a la Prensa del Movimiento: un paquete ideológico compuesto por 35 diarios, una agencia de información, 43 emisoras de radio y una productora radiofónica. El Gobierno de UCD entendió que los medios del Movimiento tenían carácter político (cuestión fácilmente solucionable, por su obviedad), pero lo básico es que parecía que su continuidad chocaba con el naciente pluralismo, con la libertad de información.

Había que suprimir y desmantelar esta organización al mejor postor. No se hizo lo mismo dentro del mismo sector de la información. Pervivieron medios de titularidad en el sector público: en el Estado, en las Autonomías, en los Ayuntamientos…

Para liquidar lo que interesaba se empaquetaron en 1977 en un nuevo organismo autónomo denominado Medios de Comunicación Social del Estado, (MCSE) que se adscribió al Ministerio de Cultura, con la finalidad de subastar las cabeceras a buen precio para los adquirentes. Así que, salvo algunos pocos que se liquidaron por su exigua difusión, la mayoría perviven con titularidad privada y consolidada influencia política en sus respectivos territorios, pues se trataba de periódicos sin relevancia nacional.

El problema vino con el diario Pueblo, que editaba más ejemplares que todos los demás juntos, y con un recorrido histórico digno de ser analizado.

Como no se sabía qué hacer con él, primero se incluyó en el “todo a cien” del conglomerado del sindicato único obligatorio, que se unificó en 1976 en una entidad pública denominada Administración Institucional de Servicios Socio-Profesionales, la AISS (real decreto ley 19/1976, de 8 de octubre), aunque dos años después tuvo que adscribirse al organismo de Cultura (MCSE), como “unidad diferenciada”, tal cual, porque difícilmente podían convivir en el mismo saco un diario aun de enorme tirada y poder, y una cofradía ribereña de pescadores, por ejemplo.

Hace cuarenta años el Gobierno hizo desaparecer un diario que había copado, por su imparable difusión, el poder político en España durante todo el tardofranquismo

La influencia de Pueblo era aún muy notable en el entramado sociológico de la España del cambio (recuérdese para los no iniciados: reforma o ruptura) y el Gobierno aprovechó la mochila del periódico para liquidarlo. ¿Qué hubiera ocurrido si la cabecera se hubiera adquirido por algún grupo empresarial? Hoy sería un grupo multimedia posiblemente. El diario El País había nacido en 1976, y el monopolio de la información en la radio seguía en poder de la Radio Nacional (de España).

La mochila de la que se sirvió el Gobierno se basó en que Pueblo procedía del patrimonio de la Organización Sindical; o, dicho en términos más finos, que gozaba de unas “especiales características”, por la situación jurídica de los bienes muebles e inmuebles adscritos al periódico, que lo exceptuaban de su enajenación mediante subasta. A la radio y a la televisión se les consideró servicios públicos esenciales que debían ser de titularidad estatal.

También el Estado se quedó con una agencia informativa (la agencia Efe). La naturaleza administrativa de las cosas responde a principios insondables, y en el caso de Pueblo se optó por el principio administrativo más primario: muerto el perro….

Como este es un país propenso a las necrofilias, no viene mal recordar que hace cuarenta años el Gobierno hizo desaparecer un diario que había copado, por su imparable difusión, el poder político en España durante todo el tardofranquismo, marcando el fin y el inicio del cambio de régimen.

Hasta la irrupción de Pueblo en el mercado (años sesenta) los periódicos generalistas de mayor difusión eran ABC, La Vanguardia y Ya. Todos de familias (equiparando también a la Iglesia a una gran familia…). Pueblo los arrolló siendo de una “familia especial”, que era la familia del Régimen, y nada menos que de un sindicato vertical y obligatorio. Interpretar cómo un periódico cuya propiedad no era desconocida pudo alcanzar la gloria en ventas requiere un serio análisis sociológico. El mismo propietario editaba un periódico de elaboración cuidadísima, el diario Arriba, que, sin embargo, nunca despegó. Periódicos vespertinos en Madrid los había de calidad y valientes, como Informaciones y Madrid, y obviamente más críticos con el franquismo, pero en ventas nunca pudieron competir con Pueblo.

placeholder Che Guevara consulta el diario 'Pueblo' durante su visita a Madrid el 13 de junio de 1959. (Europa Press/César Lucas)
Che Guevara consulta el diario 'Pueblo' durante su visita a Madrid el 13 de junio de 1959. (Europa Press/César Lucas)

Una primera respuesta, básica, es financiera: los recursos de los diarios privados eran finitos, y los del diario sindical, infinitos. En Pueblo las cuentas anuales no eran tema de estudio. La tipografía del periódico a color, la nueva rotativa, el tamaño tabloide, y los elementos materiales, en fin, hicieron posible que Emilio Romero pronunciara aquella certera frase: “Nosotros hemos podido hacer compatible nuestra imagen oficial -que se nos ve- y ser a la vez excitantes para la opinión pública”.

Ahí estuvo la segunda respuesta del éxito de ventas: unos excelentes profesionales, de variado pelaje ideológico, dentro de un contenido de entretenimiento y morbo que, medio siglo después, continúa triunfando. El sensacionalismo, el morbo, la captación del lector a través de titulares sintéticos, fueron un éxito rotundo, junto con un diseño atrevido, y 50 años después, la enorme competencia de medios digitales sigue volcada en lo que Pueblo supo discernir: qué le gusta más a la audiencia. Y eso que entonces no había revolución digital: existía un número reducido de periódicos que concentraba grandes audiencias. Además, la oferta no admitía reciprocidad: el lector era un sujeto pasivo, todo lo más tenía a su disposición la sección de cartas al director.

Hoy día el pluralismo digital ha permitido la apertura de otros prescriptores de noticias, y de una interrelación entre ellos. Ya no son profesionales al servicio del medio, sino influencers o sujetos independientes. Se puede expresar lo que se quiera en tiempo real y en el soporte digital que se desee. Y gratis. En tiempos de Pueblo los costes de tirar un ejemplar más eran crecientes. El ejemplar se financiaba a ser posible con el precio y con la publicidad. De ahí la importancia de los “recursos infinitos”. Con la revolución digital el coste es decreciente, en realidad es cero: al distribuidor de la red no le importa que se “enganche” un sujeto más, no cuesta nada.

El menú informativo se lo sirve hoy cada uno. Estamos metidos en un algoritmo. En realidad, somos un algoritmo. La naturaleza de la comunicación ha cambiado formalmente, pero no en el fondo, por fortuna. El tratamiento de la información depende -aún- de las personas, y el diario Pueblo agrupó una redacción de lujo, y una selección de firmas difícilmente igualable; que, menos mal, ya están digitalizadas.

* Luis Romasanta, periodista número 1 de su promoción, fue miembro de la redacción y jefe de opinión del diario 'Pueblo'.

Se cumplen 40 años de la desaparición de los llamados Medios de Comunicación Social del Estado. El 17 de mayo de 1984 se cerraba el diario Pueblo, un periódico vespertino que el director Emilio Romero había cogido en 1952 con 10.000 ejemplares y lo dejó el 19 de febrero de 1975 con más de 220.000 ejemplares vendidos. Lo continuó Luis Angel de la Viuda y siguió hasta su desaparición, constituyendo un caso único de difusión, tratándose de un periódico del régimen, en concreto del sindicato vertical.

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