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Corredor y Jofre o la erótica del poder
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Carlos Sánchez

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Corredor y Jofre o la erótica del poder

Lo relevante del libro de Jofre Bosch y Corredor -y tiene muchos aspectos novedosos- es cómo desvelan la complejidad de un sistema de relaciones humanas que sirve para articular el conflicto social. Ellos hacen de tramoyistas.

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En El político y el científico, el conocido opúsculo de Max Weber, en realidad una conferencia dictada en 1919, aunque posteriormente ampliada, el sociólogo alemán introduce una idea sugerente. “Quien hace política aspira al poder, al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere”.

Hoy, un siglo después, podríamos pensar que el razonamiento de Weber es una obviedad. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe, se habla incluso de erótica del poder, que quien lo ejerce tiene pocos incentivos para dejarlo. Probablemente, porque el poder también tiene sus propias leyes físicas. Los economistas, por ejemplo, llaman histéresis a la tendencia de un material a conservar sus propiedades en ausencia del estímulo que lo ha generado. Por ejemplo, un imán. Y hay pocas dudas de que el poder tiene su propia inercia, lo que explica la existencia de revoluciones, asonadas, violencia política o, incluso, el advenimiento de las democracias liberales, que son un avance civilizatorio inédito en la humanidad.

La razón de tanta contumacia por permanecer o lograr el poder tiene que ver con lo que desgrana el libro de Nacho Corredor y Adrián Jofre Bosch, Incidencia Pública, que bucea en los entresijos del poder. Pero no del poder malicioso, aunque siempre lleve en su interior esas pequeñas miserias que caracteriza a quien lo posee, sino del que sirve para transformar la realidad social.

Hay que decir de antemano que ambos son los referentes de beBartlet, de uno de esos negocios que con el tiempo se han hecho cada vez más presentes en las democracias avanzadas, aquellas empresas dedicadas a los asuntos públicos. O los lobbies, como se prefiera, aunque a muchos no les guste este término por la carga simbólica que conlleva. Es verdad que el concepto de asuntos públicos va más allá que el de lobby, pero en cualquier caso son instrumentos parecidos en cuando ambos buscan lograr un mismo objetivo: satisfacer al cliente. La diferencia, probablemente, está en que los primeros buscan persuadir, juegan con el tiempo al tratarse de un proceso, como dice el libro, mientras que los segundos esperan resultados más inmediatos.

Articular el conflicto social

Lo relevante del libro, y tiene muchos aspectos novedosos, sin embargo, es desvelar la complejidad de un sistema de relaciones humanas que sirve para articular el conflicto social. Y aquí está el meollo del asunto. Sólo desde la democracia se puede engrasar la conversación pública garantizando la equidad y la transparencia. No puede extrañar, por eso, que Corredor y Jofre Bosch recuperen la vieja idea de refundar el capitalismo que algún día puso sobre la mesa Sarkozy, y de la que nadie ha vuelto a oír hablar.

Refundar el capitalismo no es cualquier cosa, y tal vez por eso lo que plantean los jóvenes autores es que sigamos con el mismo esquema, pero por decirlo con un término que se puso de moda en los años 80, en la época del comunismo, de rostro humano. O, llevándolo al otro extremo, recuperando el capitalismo bondadoso o caritativo del que hablaba George W. Bush en los 90.

En ambos casos, el espíritu es el mismo. Se trata de normalizar las diferencias y entender a la otra parte. O lo que es lo mismo, hay que salvar el diálogo, y de ahí la importancia de la incidencia pública, toda vez que la palabra es la materia prima con la que se construyen las sociedades democráticas. No es de extrañar que el libro recupere tiempos pasados en los que el primer presidente de la CEOE, Carlos Ferrer Salat, procedente de la alta burguesía catalana, podía entenderse con Marcelino Camacho, el símbolo de los descamisados de la época, y no pasaba nada. Hoy, y eso es lo que echan en falta los autores, ambos serían tachados de traidores por una parte significativa de sus respectivas parroquias.

¿Por qué se negocia?, se pregunta el libro. Y la respuesta es muy cabal. Negociamos porque para la estabilidad de las políticas públicas es fundamental no generar ni vencedores ni vencidos. Expresado de otra forma, las democracias liberales no se entienden sin pactos, sin acuerdos, sin transversalidad. No basta con tener una mayoría parlamentaria para aprobar leyes, sino que en sociedades complejas lo relevante es que todos los actores de la cosa pública tengan algún papel. Se esté en el Gobierno o en la oposición

Es verdad que algunos saldrán al escenario con un papel protagonista, pero no serían nada sin la tramoya, ya se sabe, esos dispositivos que permiten que la obra teatral cambie de espacio escénico con toda naturalidad, sin que el espectador apenas lo note. Ese es el trabajo de Corredor y Jofre Bosch, cambiar los escenarios sin que nadie conozca el trabajo de los tramoyistas. Por decirlo de alguna manera directa, su trabajo permite engrasar las democracias para evitar que las piezas choquen unas con otras y se produzca el colapso del sistema de libertades, que, en última instancia, es lo que son las democracias liberales. Con sus pesos y sus contrapesos.

Incidencia Pública. El poder en el siglo XXI. Nacho Corredor y Adrián Jofre Bosch. Editorial Arpa. Barcelona. 2024

En El político y el científico, el conocido opúsculo de Max Weber, en realidad una conferencia dictada en 1919, aunque posteriormente ampliada, el sociólogo alemán introduce una idea sugerente. “Quien hace política aspira al poder, al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere”.

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