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Sobre la filosofía como actitud vital
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Sobre la filosofía como actitud vital

Si acentuamos mucho la subjetividad, acabamos en suposiciones, conjeturas, interpretaciones y especulaciones. Eso es lo que ocurre hoy en un supuesto hacer filosófico

Foto: Escaleras hacia el fondo de la mente. Fuente: iStock.
Escaleras hacia el fondo de la mente. Fuente: iStock.

Se oye decir con frecuencia que la filosofía es una crítica permanente, una llamada de atención o un compromiso personal con lo que nos sucede. Pienso que todo eso está muy bien, pero confunde filósofo con filosofía. Es como decir que una carrera de fondo consiste en el calentamiento que la precede. La filosofía es más que una actitud. Porque afirma o niega, prueba o rechaza y, más allá de provocar, sostiene ciertas verdades científicas y propone ciertas maneras de vivir bien.

En caso contrario, se convierte en un subjetivismo, que por muy loable que sea no nos ofrece una manera de estar con el mundo y el resto de los humanos. La filosofía, que nace como epistemología o intento por conocer el universo, se decide por el conocimiento razonado y por la mejor forma de vida deseable. De ahí que una de sus partes sea teórica y otra práctica. Y de ahí que filosofar suponga estar en contacto con las ciencias tal y como estas se encuentren en la actualidad.

Reflexionará sobre ellas y pondrá su visión crítica ante los fallos de los científicos. O defenderá sus logros frente al negacionismo ignorante. Lo cual requiere un alto nivel de saber cómo funciona nuestro lenguaje. Y, por otro lado, desde un punto de vista práctico, se medirá con las distintas opciones morales para decantarse por la mejor. En todos los casos la herramienta del filosofar no son los mitos, las leyendas o las ocurrencias. Su modo de operar es el de dar razones. Como decían los clásicos, logon didonai, ratio em reddere.

La filosofía es más que una actitud. Porque afirma o niega, prueba o rechaza, sostiene ciertas verdades científicas y propone ciertas maneras de vivir bien

Es esa la filosofía que se hace realidad, que no vuela por el aire. Retomemos lo dicho anteriormente apoyándonos en la analítica del lenguaje. Si digo que está lloviendo profiero una proposición que es realmente verdadera si llueve. Se trata de la constatación de un hecho, algo objetivo. Pero si digo que creo que está lloviendo, he introducido una actitud proposicional. He puesto en primera línea a un sujeto que modifica la verdad del objeto.

Si acentuamos mucho la subjetividad, acabamos en suposiciones, conjeturas, interpretaciones y especulaciones. Mucho me temo que es eso lo que ocurre hoy en un supuesto hacer filosófico. Se huye de los hechos. Y se vierte un montón de palabras con descarada arbitrariedad. De esta manera se crea el caldo de cultivo de la incompetencia científica y de la falsa autoayuda.

Se oye decir con frecuencia que la filosofía es una crítica permanente, una llamada de atención o un compromiso personal con lo que nos sucede. Pienso que todo eso está muy bien, pero confunde filósofo con filosofía. Es como decir que una carrera de fondo consiste en el calentamiento que la precede. La filosofía es más que una actitud. Porque afirma o niega, prueba o rechaza y, más allá de provocar, sostiene ciertas verdades científicas y propone ciertas maneras de vivir bien.

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