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Calidad democrática: Cómo las élites políticas se apropian de las instituciones
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Carlos Sánchez

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Calidad democrática: Cómo las élites políticas se apropian de las instituciones

El abogado del Estado, Jesús López-Médel, describe en 'Calidad democrática' los mecanismos de penetración de las élites políticas en las instituciones hasta convertirlas en subalternas

Foto: Un político con varias máscaras. (iStock)
Un político con varias máscaras. (iStock)
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Calidad democrática no es un libro de teoría política. Probablemente, porque a estas alturas no es necesario. En los últimos años, se ha publicado una obra ingente en todo el mundo, también en España, sobre los males de las democracias en los países avanzados. Como se sabe, amenazados por todo tipo de riesgos en sus diferentes formas: demagogia, noticias falsas, populismo, polarización o, simplemente, intolerancia. Y es por eso por lo que su autor, el abogado del Estado Jesús Löpez-Médel, analiza las vulnerabilidades de las democracias liberales desde un ángulo mucho más pragmático. Más cercano a las cosas pequeñas de la política, aunque tal vez habría que hablar de sus miserias. El libro, hay que decir, no puede ser más oportuno tras el reciente acuerdo entre el Gobierno y el Partido Popular para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

López-Médel describe en Calidad democrática los mecanismos de penetración de las élites políticas en las instituciones hasta convertirlas en subalternas. No se trata, desde luego, de un mal español, pero hay razones para llegar a la conclusión de que la piel de toro ha sido históricamente un pasto apropiado para hacer florecer todo tipo de tropelías auspiciadas por los partidos mayoritarios. En particular, invadiendo el espacio de órganos constitucionales que han sido colonizados por funcionarios de partido.

No es, desde luego, nada original. Ya Max Weber advertía hace más de un siglo que los jefes de partido daban a sus correligionarios como pago de servicios leales todo tipo de prebendas: ascensos en los propios partidos, periódicos, hermandades, cajas del Seguro Social u organismos municipales o estatales. "Toda lucha entre partidos", sostenía, "persigue no solo un fin objetivo, sino también, y ante todo, el control en la distribución de los cargos".

Lo que nos pasa

Es probable que el libro de López-Medel, lúcidamente prologado por el catedrático Ignacio Sánchez-Cuenca, produzca alguna desazón. Pero yo diría que se trata de un desasosiego necesario. Necesario porque es fundamental que sepamos, como decía Ortega, lo que nos pasa. Y lo que nos pasa, aquí está la paradoja, ya lo sabemos. Está perfectamente identificado. No es, desde luego, un problema nuevo ni caído repentinamente del cielo.

Los partidos, como sostiene el autor, se han convertido en muchas ocasiones en agencias de colocación y han sustituido los viejos principios de igualdad, capacidad y mérito por el amiguismo de toda la vida. No hace falta pasar por Salamanca para entender que esto no es gratis, pasa factura. Tiene un coste elevado en términos de prestigio de las instituciones y de la propia democracia.

Al fin y al cabo, como muchos han señalado, un país vale lo que valen sus instituciones. No solo públicas, también privadas. La captura del regulador, por ejemplo, por parte de unos y de otros, que es una de las formas de corrupción más perniciosas y desconocidas, es, de hecho, una preocupación creciente en la literatura económica. Precisamente, porque degrada la democracia a través de burdos métodos de selección de las élites que corrompen el sistema. No parece ocioso hacernos una pregunta. ¿Se puede hablar de organismo independiente cuando en muchos casos lo que hay detrás son pactos secretos entre partidos para repartirse el poder?

Habría que decir, sin embargo, que no son solo los partidos políticos, con su voracidad, en la feliz expresión del libro, los responsables del descuido, por decirlo de una manera suave; sino también asociaciones profesionales que anteponen su corporativismo sobre los intereses generales en la selección de nuestras élites.

El corporativismo, ya se sabe, es un viejo vicio difícil de erradicar

El corporativismo, ya se sabe, es un viejo vicio difícil de erradicar. Cualquier crítica a una circunstancia concreta o a la mala praxis a la hora de seleccionar a nuestros altos funcionarios se observa como un ataque al conjunto de la organización. Esto, necesariamente, conduce a una conversación estéril que no aísla el problema de fondo. El célebre y tú más, tan manoseado por unos y por otros.

El libro no lo dice, pero lo deja caer. Estamos ante un incentivo perverso como es otorgar cargos en función del número de afiliados de una determinada asociación. Básicamente, por una razón muy simple. Quienes querrán medrar tendrán un mayor interés en pertenecer a ese grupo, lo que supone en definitiva un círculo vicioso. La democracia corporativa ya hace tiempo que se demostró un desastre.

La democracia y el conflicto social

Esta sinrazón, sin duda, ha contribuido de forma poderosa a una pérdida de prestigio de la propia democracia que tiene que ver, como sugiere López-Medel, con el creciente descrédito no solo de los políticos, aunque siempre sea algo injusto generalizar, sino de la propia política como espacio en el que se dirime el conflicto social. De hecho, hoy se habla más de los políticos, con nombre y apellidos, que de política, lo cual va mucho más allá que un juego de palabras.

placeholder  El ensayo de Jesús López-Medel.
El ensayo de Jesús López-Medel.

Es de agradecer, sin embargo, que el libro de López-Médel sea valiente. Cita con nombres y apellidos algunos de los desaguisados que se han cometido en los últimos años en nombre de no se sabe muy bien quién. Pero, desde luego, no en nombre de la democracia.

El autor ha querido ceñirse en su análisis a Tribunal Constitucional, al Tribunal de Cuentas, al Consejo del Poder judicial, al Consejo de Estado (asaltado por exministros y ex altos cargos), al Defensor del Pueblo, a la Agencia Española de Protección de Datos y al Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, pero hay más. Habría que decir, incluso, muchos más que a veces se escapan del radar público. En ocasiones, creando una especie de clientelismo de baja intensidad que está fuera de foco.

Puede parecer que es un libro a favor de la antipolítica, ya que denuncia cómo los grandes partidos, con la colaboración necesaria de algunos pequeños, han tejido una red clientelar alrededor suya. Pero es, justamente, lo contrario. El libro de López-Medel es una reivindicación de la mejor política y una defensa cerrada de la necesidad de que haya partidos para articular las demandas sociales, aunque necesiten una imprescindible puesta al día en los mecanismos de gobernanza. Si no sabemos "lo que nos pasa", difícilmente se podrán encontrar soluciones. Sin un diagnóstico certero, no hay salvación.

El libro es una reivindicación de la mejor política y una defensa de la necesidad de que haya partidos que articulen demandas sociales

Y sin separación real de poderes, poco se puede hacer para que la democracia luzca sus mejores galas. Una separación de poderes que incluya algo ineludible. Los cargos públicos que deben elegir las cámaras legislativas, el Senado y el Congreso, los deben elegir, efectivamente, ellas, y no el poder ejecutivo.

Es evidente que existe una correlación entre el parlamento y el Gobierno de turno, pero al menos cabe pedir que se guarden las formas. Como muchos especialistas han identificado, la paulatina usurpación de poderes del legislativo por parte de los gobiernos se ha convertido en una cuestión clave en nuestras democracias. El deterioro de la calidad de la democracia —y aquí habría que incluir la corrupción— se ha trasladado de la Administración central a las administraciones periféricas.

Probablemente, porque el espacio de las regiones y de los ayuntamientos tiene menos visibilidad, pero también, hay que reconocerlo porque la capacidad de fiscalización es menor. Empezando por los medios de comunicación, muy dependientes de las subvenciones públicas en esos ámbitos. El libro identifica con acierto las insuficiencias del Tribunal de Cuentas, pero tal vez, en otra edición, habría que sacar a la luz cómo funcionan las cámaras de cuentas regionales.

Calidad Democrática. Jesús López-Médel. Prólogo de Ignacio-Sánchez-Cuenca. Editorial López-Medel. Santander. 2024.

Calidad democrática no es un libro de teoría política. Probablemente, porque a estas alturas no es necesario. En los últimos años, se ha publicado una obra ingente en todo el mundo, también en España, sobre los males de las democracias en los países avanzados. Como se sabe, amenazados por todo tipo de riesgos en sus diferentes formas: demagogia, noticias falsas, populismo, polarización o, simplemente, intolerancia. Y es por eso por lo que su autor, el abogado del Estado Jesús Löpez-Médel, analiza las vulnerabilidades de las democracias liberales desde un ángulo mucho más pragmático. Más cercano a las cosas pequeñas de la política, aunque tal vez habría que hablar de sus miserias. El libro, hay que decir, no puede ser más oportuno tras el reciente acuerdo entre el Gobierno y el Partido Popular para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

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