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Sobre la anarquía, la libertad y otras cuestiones
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Sobre la anarquía, la libertad y otras cuestiones

La amoralidad es tan difícil como querer andar sin pies. Cosa muy distinta es tomar postura respecto al sistema político de manera total o parcial

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Es un reproche habitual tildar a muchos de ser apolíticos. Dudo que se dé en el blanco. Porque apolítico no hay nadie que viva en sociedad. Bien lo dejó establecido Aristóteles cuando sentenció que el hombre es un animal político.

Si se vive en sociedad, y a no ser que se huya al desierto como aquellos monjes que, apartados del mundo, esperaban en el desierto de Nubia la venida del Señor, ser apolítico es tan imposible como ser amoral. Se puede ser más o menos, pero la amoralidad es tan difícil como querer andar sin pies. Cosa muy distinta es tomar postura respecto al sistema político de manera total o parcial.

En este sentido, se puede decir que desde dentro del sistema en el que nos encontremos, uno disiente respecto a todo o disiente parcialmente. En el primer caso, es un antisistema. El segundo, un contrasistema. En un caso, uno da un portazo y se escabulle de toda actividad ciudadana. Será un pasota, un cercano al nihilismo o un despistado existencial. Ahí se queda. En el otro caso, no se está de acuerdo con el sistema en el que discurre su vida y lucha por lograr otro mejor. Es la contrapolitica, es lo opuesto a la apatía y se esfuerza por lograr un sistema a su parecer más justo.

Se puede decir que desde dentro del sistema en el que nos encontremos, uno disiente respecto a todo o disiente parcialmente

Dicha distinción es esencial. Tan esencial como la diferencia entre pasivo y activo. Y pone en claro una distinción que, si no se tiene en cuenta, oscurece todo. Pero una cosa es el anarquismo clásico libertario y otra el libertarrianismo reaccionario tal como lo defienden Milei o lo defendía un teórico político como Nozik. Los primeros buscan un vuelco del Estado de modo que sea el pueblo el que se represente a sí mismo. Un modelo de este anarquismo de tú y que conecta con el clásico que se remonta a la Primera Internacional lo ejemplifica Chomsky.

Muchos de los críticos, ya extraparlamentarios y que continúan hoy dentro de los movimientos sociales, entran en esta categoría. Los libertarianos conservadores, sin embargo, desechan un Estado social y solo lo reservan para proteger la propiedad privada. Algunos, en alarde académico, hablarían también de la corriente conocida como anarquismo egoísta. M.Stirner sería su patrón y esa doctrina se condensaría en un yo que es tan propio y único que los demás desaparecerían. Este seudoanarquismo es hoy inexistente y solo podrían encontrarse signos de algún latido en ciertas doctrinas existencialistas y unnihilistas. Nada que ver con los libertarios que, cuando afirman su libertad, están afirmando la libertad de todos.

En modo alguno concluyo que sean la panacea y de los que hay que disentir cuando se lo merecen. Lo que digo es que, estando la sociedad dividida en dos bloques y que ahogan lo que esté fuera de ello, soplos de unos renovados movimientos sociales serían aire fresco. Y si tengo que fijarme en dos, tendrían que ser los citados libertarios y el pacifismo.

Es un reproche habitual tildar a muchos de ser apolíticos. Dudo que se dé en el blanco. Porque apolítico no hay nadie que viva en sociedad. Bien lo dejó establecido Aristóteles cuando sentenció que el hombre es un animal político.

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