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Sobre Halloween y la barrera entre la vida y la muerte
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Sobre Halloween y la barrera entre la vida y la muerte

En esta fecha, quienes no recurren al más allá ni olvidan el más acá tienen una buena oportunidad para meditar el 'carpe diem'

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Esta fiesta, que se ha ido introduciendo desde los países más celtas, ha acabado por extenderse por todo el mundo. Es una festividad pagana que se adelanta a la que, en los dos días posteriores, celebrará el mundo cristiano. Se la conoce como la Noche de las Brujas y hace referencia a la llegada del invierno con su oscuridad. Pero lo oscuro puede vivirse tanto como peligro como misterio. Y en esa conjunción, la barrera entre la vida y la muerte se hace menos rotunda. De ahí que puedan convivir los espíritus de los muertos con los cuerpos de los vivos: una ambigüedad que produce miedo y gozo al mismo tiempo.

Se podría recordar a Simone de Beauvoir cuando escribía que la naturaleza es ambigua. Con la llegada del cristianismo, la fiesta o celebración cambia. Muy al comienzo de la era cristiana surge el Día de Todos los Santos: se quería recordar a aquellos que dieron su vida por la religión que profesaban. Con el tiempo, la conmemoración fue evolucionando y se escindió entre el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos. El primero recuerda a los infantes —y, por extensión, a todos los que murieron y gozan en otra vida—; el segundo lo hace teniendo en cuenta a los adultos, sin distinción.

Pueden convivir los espíritus de los muertos con los cuerpos de los vivos: una ambigüedad que produce miedo y gozo al mismo tiempo

Desde una perspectiva laica, es posible hacer algún comentario aprovechando el evento. Quien guste de la juerga, que la goce: es una ocasión más para cambiar el negocio por el ocio. Quien sea creyente, que lo viva con las formas propias de su fe: los cementerios y las flores dan prueba de ello. Y quienes no recurren al más allá ni olvidan el más acá tienen una buena oportunidad para meditar el carpe diem.

No se trata de hedonismo sin más; se trata de pararse y pensar en los límites de la vida y en que, como decía Borges, estamos tejidos de tiempo.

Esta fiesta, que se ha ido introduciendo desde los países más celtas, ha acabado por extenderse por todo el mundo. Es una festividad pagana que se adelanta a la que, en los dos días posteriores, celebrará el mundo cristiano. Se la conoce como la Noche de las Brujas y hace referencia a la llegada del invierno con su oscuridad. Pero lo oscuro puede vivirse tanto como peligro como misterio. Y en esa conjunción, la barrera entre la vida y la muerte se hace menos rotunda. De ahí que puedan convivir los espíritus de los muertos con los cuerpos de los vivos: una ambigüedad que produce miedo y gozo al mismo tiempo.

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