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José Ignacio Goirigolzarri escapa de la realidad gracias a 'Las meninas'
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Peio H. Riaño

Un Prado al día

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Peio H. Riaño

José Ignacio Goirigolzarri escapa de la realidad gracias a 'Las meninas'

El Presidente de Bankia se recrea en Velázquez y en la contemplación de su cuadro más famoso: "Después de un tiempo mirándolo cuesta volver a la realidad de la sala de un museo"

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El Presidente de Bankia parafrasea al pintor Antonio López para aclarar que no tiene cuadro favorito: “A mí me gusta Velázquez”. “Y le gustaba, no ya como pintor, sino como persona, entre otras cosas por su capacidad para aceptar e incorporar lo cambiante”, añade José Ignacio Goirigolzarri, entusiasta del Museo del Prado, de Velázquez y, sobre todo, de Las meninas.

“No apelaré a la composición del cuadro, sus colores y contrastes, sino a los principios que, a mi juicio, representa el personaje y su obra”. A lo que apela el banquero es al trabajo con la realidad más directa, con la que el pintor sevillano tuvo la mejor de las relaciones. Fue su honestidad y valor ante la verdad lo que le permitió desafiar las fórmulas y la repetición de los modelos ensayados. No sistematizó sus descubrimientos, siguió avanzando y descubriendo nuevos.

En 'Las meninas', y en todas sus pinturas, se advierte el mismo respeto por cada uno de los personajes

“Dicen que sentía un extraordinario respeto por la realidad tal y como se manifestaba. La aceptaba sin juzgarla. Sin imponerse. Velázquez cambiaba la pintura según trabajaba, dialogaba y se relacionaba con sus modelos. De forma abierta y libre. Siempre disponible para mover las formas del cuadro, incorporar nuevos personajes o trasladar poses nuevas”, cuenta Goirigolzarri destacando la capacidad de improvisación de Velázquez y su sentido innato de la composición.

El pintor es un enemigo de la mentira. Como lo fue de la automatización y de la rutina técnica. Por eso está, como indica el banquero, “despojado de retórica”. “Es innovador, un todoterreno. Interpretaba lo que tenía delante y evitó pintar de oídas”, dice. Por eso Velázquez es un pintor de seres humanos, porque el arte español siempre se ha alimentado de lo terrenal y lo humano. La carne. Incluso cuando toca la fábula, como en Mercurio y Argos, lo hace desde el extremo opuesto de lo fantástico.

Le interesa mucho la actitud ecuánime del pintor frente a los protagonistas que incluye en sus visiones: “Pintaba a un bufón igual que a un rey y salvaba a sus personajes. Sin intervenir, acababa echándoles una mano”. Eso ocurre también en Las meninas, señala. “En todas sus pinturas se advierte el mismo respeto por cada uno de los personajes”. Recuerda una visita al Prado con la conservadora Manuela Mena, en la que la especialista de Goya le dijo que “la pintura de Velázquez cautiva”. “Después de contemplarlo durante cierto tiempo pareces pertenecer a esa habitación del antiguo Alcázar de Madrid del siglo XVII y cuesta volver a la realidad de la sala de un museo”.

El Presidente de Bankia parafrasea al pintor Antonio López para aclarar que no tiene cuadro favorito: “A mí me gusta Velázquez”. “Y le gustaba, no ya como pintor, sino como persona, entre otras cosas por su capacidad para aceptar e incorporar lo cambiante”, añade José Ignacio Goirigolzarri, entusiasta del Museo del Prado, de Velázquez y, sobre todo, de Las meninas.

Pintura José Ignacio Goirigolzarri Museo del Prado
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