A bote pronto
Por
Salva Ballesta, Abel Resino y Mouriño
La semana pasada escribía sobre la imposibilidad de separar política y deporte y ¡zas! surge lo de Salva Ballesta. La historia es muy delicada. Si nos
La semana pasada escribía sobre la imposibilidad de separar política y deporte y ¡zas! surge lo de Salva Ballesta. La historia es muy delicada. Si nos ponemos en la situación de cada parte todos tienen sus razones. Si lo que queremos es criticar, no se salva nadie. Vayamos por partes.
Tendremos que remontarnos al Salva Ballesta futbolista. Un jugador que jamás esquivó asuntos polémicos. Tuvo la personalidad suficiente como para reconocer en público su patriotismo. Esto le llevó a escuchar cánticos en Balaídos de “ETA mátalo”. Por aquel entonces no estaba tan de moda sancionar por gritos ofensivos. Es verdad que denotaba cierto extremismo en sus declaraciones que a día de hoy le han pasado factura.
El Celta de Vigo funcionaba a la perfección esta temporada. Su fútbol de ataque enamoraba de la mano de Herrera. Tras el parón navideño el equipo se ha ido cayendo y los resultados no acompañan. A pesar de estar cuatro puntos por encima del descenso hay asuntos que el entrenador no ha podido superar. La sensación de ir de más a menos pero, sobre todo, la baja forma de su estrella Iago Aspas. El míster le llamó la atención. La actitud del jugador no era la más adecuada. Excesivos piropos, demasiados rumores sobre su futuro. En definitiva el caso típico de futbolista descentrado que ya no deslumbra como antes. Los interesados toman nota, y como a Salva, en el futuro se rendirán cuentas.
El presidente Mouriño toma la decisión de cambiar de entrenador. Parece que Aspas pesa demasiado. Hay que tener contento a la estrella. Los puestos de descenso acechan. Llega el nerviosismo típico a esta altura de la temporada. El elegido para la remontada es Abel Resino. Entrenador de reconocido prestigio en estas situaciones como ya demostró en el Granada. Lo que no sabían por Balaídos es quien acompañaba a Abel en su equipo de trabajo para esta aventura. Todo estaba hablado. Los técnicos pusieron rumbo a Vigo. Cada uno por sus medios. Salva viajaba de Málaga a Vigo en su coche cuando a 100 kilómetros de Madrid recibe la llamada de Peiró, preparador físico, advirtiéndole del problema que ha surgido con su situación. Llamada que debió realizar Abel, pero que no se produjo. Cuando trasciende que Abel llega con Salva como segundo entrenador un sector de la afición recuerda los problemas que tuvieron con éste como jugador comunicándole al presidente su malestar. Mouriño entiende que no es momento para enfrentamientos por lo que decide dejar fuera del proyecto a Salva. Tan peligroso es tomar decisiones por presiones de un grupo de aficionados como fichar para el club un elemento distorsionador. Complicada decisión. Lo que no puede negar el presidente es que hubiese caso Salva.
Abel Resino también ha estado en la diana. Es fácil criticar desde fuera una decisión muy personal. Solo Abel conoce la necesidad que tiene de entrenar. Seguro que el cuerpo le ha pedido dejar plantado al equipo vigués. No dejar tirado a su segundo. Pero lo ha hecho. Sus motivos tendrá. Me hubiese gustado saber que sus razones son de suficiente peso como para aceptar el cargo, para desprenderse de su hombre de confianza. No ha querido entrar.
En definitiva todos tienen motivos para hacer lo que han hecho. Salva ha aprendido que el pasado no se olvida en un país muy dado al sectarismo. El presidente ha preferido cambiar su independencia por la paz social. Abel, el más criticado, quedará marcado por elegir trabajar antes que ir hasta el final con su equipo de trabajo.
La semana pasada escribía sobre la imposibilidad de separar política y deporte y ¡zas! surge lo de Salva Ballesta. La historia es muy delicada. Si nos ponemos en la situación de cada parte todos tienen sus razones. Si lo que queremos es criticar, no se salva nadie. Vayamos por partes.