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No se preocupen, para entender la gesta de Carolina, hay que ser chino (o leer esto...)
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No se preocupen, para entender la gesta de Carolina, hay que ser chino (o leer esto...)

Carolina Marín resurge dos años después para ganar su tercer Mundial de bádminton, algo que ninguna jugadora había logrado antes, y ya es la Rafa Nadal del deporte femenino español

Foto: Carolina Marín besa su tercera medalla de oro de campeona del mundo de bádminton. (EFE)
Carolina Marín besa su tercera medalla de oro de campeona del mundo de bádminton. (EFE)

Sí, de verdad, no se preocupen ni tengan cargo de conciencia. Para entender la gesta de Carolina Marín, hay que ser chino o asiático en general, pues en este continente el bádminton es, para que se hagan una idea, tan popular como el fútbol en España. Solo China cuenta con más de 100 millones de practicantes, de ahí que sea la gran dominadora de este deporte, hasta el punto de llegar a rumorearse que dejaría de ser olímpico, pues sus jugadores y jugadoras copaban todos los podios. Claro que la cifra de chinos y chinas que juegan al bádminton se dobla hasta más de 200 millones en todo el sudeste asiático, de ahí que puede decirse que Caro es como una aguja en un pajar.

Pero si esto no es suficiente, sirva este otro dato para ayudar a valorar lo que ha logrado Marín: de los 23 mundiales de bádminton disputados, las chinas lo han ganado en 15 ocasiones, aunque ninguna lo hizo en tres ocasiones, lo que convierte a una española en la mejor de la historia. Han Aiping, Li Lingwei y Xie Xingfang, imbatibles en sus respectivas épocas, se quedaron en dos oros y una plata. En categoría masculina, solo ha conseguido esa cifra un jugador, Lin Dan, por supuesto chino, que sumó cinco cetros. Después, con tres, aparece como por arte magia una jugadora de Huelva con un talento natural para jugar a este deporte, una mentalidad para competir fuera de lo común y un entrenador, Fernando Rivas, que ha sabido pulir el diamante en bruto que vio cuando con 14 años la reclutó para el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Madrid.

Foto: Carolina Marín, durante el último Mundial de Bádminton. (Reuters) Opinión

"Por edad y planificación, el objetivo de Carolina deberían ser los Juegos de 2020. No hay que acelerar el proceso", explicaba el mencionado Rivas en abril de 2014, es decir, antes incluso de que Marín ganara su primer Mundial. Evidentemente, el entrenador granadino no podía pensar que su pupila llegaría, no ya tan lejos, pues sí confiaba en ello, sino tan pronto. Cierto es que la media de edad ha bajado en el bádminton en los últimos 10 años. Por ejemplo, no hay jugadoras chinas de la edad de Carolina. Todas son más jóvenes y cada vez mejores técnicamente.

Hace 20 años era un deporte puramente físico y ahora ha mejorado mucho la técnica porque se han empezado a entrenar desde muy jóvenes, incluso con cinco años ya, y desde los nueve con gran intensidad. Son muchísimas horas de tecnificación, con una media de 40 horas semanales, pues solo descansan la tarde del sábado y el domingo. Y a ese tiempo hay que sumar las horas de fisio y de trabajo psicológico, que van aparte. "Mientras tú no te entrenas, hay un chino que se está entrenando", suele decir Fernando a sus pupilos. A los chinos no se les puede copiar porque siempre irías por detrás, por lo que tienes que evolucionar para ir por delante, precisamente lo que ha hecho Rivas. China no ha bajado su nivel, sino que el resto ha acelerado, de manera especial Japón, que hace años aplicó un plan para empezar a entrenar a los niños y niñas desde muy jóvenes.

Otro dato: de los 20 semifinalistas del Mundial disputado en la ciudad china de Naijing entre individuales, dobles, masculino y femenino, y mixto, la única representante europea era la onubense. De los finalistas, cuatro han sido de China, otros tantos de Japón, más una india y una española. Es decir, Pusarla Venkata Sindhu y Carolina Marín, las protagonistas de la final individual femenina. Es evidente que hace tiempo que Europa se le quedó pequeña a Caro, de ahí sus cuatro europeos: Kazán 2014, La Roche-sur-Yon 2016, Kolding 2017 y Huelva 2018. Sí, el último, disputado en su ciudad natal y en un pabellón que lleva su nombre.

placeholder Fernando Rivas da instrucciones a Carolina durante el Mundial disputado en Naijing. (Reuters)
Fernando Rivas da instrucciones a Carolina durante el Mundial disputado en Naijing. (Reuters)

Necesitaba recuperar su mejor versión

Con solo tres títulos en los últimos dos años, los dos europeos correspondientes y el Super 750 de Japón de 2017, Marín necesitaba dar un golpe de efecto en el Mundial. La alta competición no espera a nadie, y en el bádminton hay demasiadas aspirantes, especialmente de ojos rasgados, como para vivir de los recuerdos. Hace un año, la japonesa Nozomi Okuhara la elimininó en los cuartos de final del Mundial disputado en Glasgow y le impidió el triplete tras haber ganado los de Copenhague 2014 y Yakarta 2015, pues en 2016 disputó los Juegos de Río, donde también se llevó el oro, precisamente en una final en la que derrotó a la india Sindhu.

En Naijing, la onubense llegó a octavos tras debutar ante la tailandesa Busanan Ongbamrungphan de una manera arrolladora (21-9 y 21-8). También ganó sin complicaciones a la japonesa Sayaka Sato (21-7 y 21-13), y ya en cuartos solo necesitó 31 minutos para deshacerse de la india Saina Newhal (21-6 y 21-11). Su rival en semifinales fue la china He Bingjiao, que protagonizó la gran sorpresa al derrotar a la númerouno del mundo, la taiwanesa Tai Tzu Ying, en tres sets (21-18, 7-21 y 21-13). Ernesto García, el tercer hombre del equipo técnico que Carolina ha tenido a su lado en China junto a Fernando Rivas, Anders Thomsen y el fisio Diego Chapinal, había analizado un sinfín de partidos de Ying, pues no en vano desde 2016 la española se ha medido cinco veces a la asiática y las cinco ha perdido.

Pero no, la rival no fue Tzu Ying, sino una china que, además, jugaba en casa. He Bingjiao ganó el primer set, aunque Marín puede con China entera y remontó para meterse en su tercera final. A las indias no se las considera asiáticas por su estilo de juego, ya que no devuelven todo, como hacen las chinas o las japonesas. El juego de Sindhu, su rival tras eliminar a la japonesa Akane Yamaguchi (21-16 y 24-22), le va mucho a Carolina, de ahí su papel de favorita.

placeholder Habitación de Carolina Marín en la Residencia Blume.
Habitación de Carolina Marín en la Residencia Blume.

Vuelta a la habitación 205 de Blume

A sus 25 años recién cumplidos, últimamente las cosas no le estaban yendo demasiado bien a Carolina, tanto a nivel personal como deportivo, aunque lo uno va ligado necesariamente a lo otro. Siempre se ha dicho que lo más difícil no es llegar, sino mantenerse, pero cuando hay talento y una mentalidad tan competitiva como la suya, era cuestión de tener esa paciencia que le pedía Fernando Rivas para que la mejor versión de la onubense fluyera con la madurez que dan los años y tener a tu lado un incansable grupo de trabajo en el CAR de Madrid.

Después de 'independizarse' en julio del año pasado, hace unos meses Carolina decidió volver a la Residencia Blume y ocupar la habitación número 205, a la que llegó con 14 años y en la que una imagen suya colgada junto a la puerta recuerda que allí se forjó una campeona olímpica y ahora también tres veces campeona del mundo. Físicamente, Carolina es capaz de jugar un bádminton más propio de hombres que de mujeres. Tácticamente, Rivas se ha visto obligado a buscar alternativas, cambiar o reajustar algunos aspectos de su juego, pues lógicamente las rivales habían encontrado cómo neutralizarlo y el factor sorpresa cada vez costaba más. "Para mí, esta medalla es muy especial, después de pasar un tiempo complicado", comentó la jugadora en Naijing. "Gracias a todo mi equipo por creer siempre en mí y por hacerme creer a mí misma, en que puedo ganar otro campeonato del mundo", añadió.

Dadas las excepcionales circunstancias, creo que Fernando me perdonará la indiscreción. Cuando el sábado le escribí para felicitarle por el pase a la final, justo se conoció que la rival de Carolina sería Sindhu. Aproveché para pedirle un pronóstico y la verdad es que ni lo esquivó ni tampoco lo dudó: “Ganamos”, escribió al instante. Para añadir: “2-0”. Y así fue. Fernando estaba convencido de la victoria de su pupila, quien, después de ir perdiendo 11-16 en el primer set, fue capaz de remontar con un parcial de 31-13, es decir, hasta 18 puntos de diferencia, para ganar con una contundencia solo al alcance de una jugadora con su mentalidad, además de su físico y su juego, por supuesto.

Foto: La doble campeona del mundo y de Europa de bádminton, Carolina Marín, con su entrenador, Fernando Rivas. (EFE)

Carolina Marín es lo más parecido a Rafa Nadal en versión femenina. De hecho, me atrevería a decir que ambos son ya los dos mejores deportistas españoles de la historia. Rafa es un ídolo y una referencia para Caro. Zurdos, incansables, capaces de sobreponerse a situaciones límite, con una confianza ciega en sus posibilidades, sin dar nunca una bola o un volante por perdido. Normal que la onubense también muerda los trofeos, en su caso medallas de oro. Hasta en eso le ha inspirado Nadal, aunque Marín también muerde en la pista. "Si te cogen del cuello no te sueltan, son como serpientes", comentó en cierta ocasión sobre sus rivales asiáticas, a las que intimida con su mirada intimidatoria y sus ya famosos gritos cada vez que logra un tanto. Unos gritos que ya son de leyenda en el bádminton mundial.

Sí, de verdad, no se preocupen ni tengan cargo de conciencia. Para entender la gesta de Carolina Marín, hay que ser chino o asiático en general, pues en este continente el bádminton es, para que se hagan una idea, tan popular como el fútbol en España. Solo China cuenta con más de 100 millones de practicantes, de ahí que sea la gran dominadora de este deporte, hasta el punto de llegar a rumorearse que dejaría de ser olímpico, pues sus jugadores y jugadoras copaban todos los podios. Claro que la cifra de chinos y chinas que juegan al bádminton se dobla hasta más de 200 millones en todo el sudeste asiático, de ahí que puede decirse que Caro es como una aguja en un pajar.

Carolina Marín Fernando Rivas