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Pablo Martínez-Arroyo

Cartas Deportivas

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Soy español, necesito una medalla

Del triunfalista 'soy español, ¿a qué quieres que te gane?' hemos pasado al desesperado 'soy español, ¡necesito una medalla!'

Foto: El judoca Nikoloz Sherazadishvili, dos veces campeón mundial, se quedó sin poder luchar por una medalla en Tokio 2020. (Reuters)
El judoca Nikoloz Sherazadishvili, dos veces campeón mundial, se quedó sin poder luchar por una medalla en Tokio 2020. (Reuters)

De todo lo que está sucediendo hasta ahora en los Juegos, las dos cosas que más nos han impactado no tienen que ver con el terreno de juego, ni con el tatami o la piscina.

No somos capaces de entender, lo primero, cómo se ha tomado la decisión de que los deportistas reciban las medallas con la mascarilla puesta. ¿Tantos de ellos, tantos años, soñando con un momento así, y no pueden enseñar su sonrisa al mundo entero? "Es para dar ejemplo", he escuchado en mi entorno. "Alguien tiene que poner las reglas, y se ha decidido así. No es tan importante".

Para mí sí lo es. Me parece que han cometido un grave error, y que el supuesto beneficio de evitar un contagio (que es prácticamente cero: la mayoría de los podios se sitúan en el exterior, la distancia entre los deportistas es de gran seguridad…) es mucho menor que el perjuicio que ofrecen esas imágenes, esos momentos tan absurdos que nadie entenderá en el futuro. Por favor, cambien esa regla.

Mi segundo impacto viene provocado por la falta de medallas en el casillero español y el cabreo que eso está suponiendo para los aficionados. Al menos, para los que dan su opinión en los diferentes entornos de redes sociales a los que tenemos acceso (páginas web, Twitter, etc.).

"Siempre es igual", leo en algún comentario. "Tanta euforia, tanto triunfalismo, para luego esto". "Me río de las medallas que íbamos a sacar". "Vamos de fracaso en fracaso". "A ver cuántas se pronostican mañana, para reírme un rato".

De estos mensajes, y de otros del estilo, sacamos las siguientes conclusiones:

  • Parece que esos aficionados solo disfrutan viendo deporte si obtienen la recompensa de un triunfo inmediato.
  • Por lo visto, ese triunfo solo puede venir de 'los nuestros', independientemente de cómo se esté desarrollando el partido, el combate, lo que sea. "Que pase lo que pase, pero que gane el mío".
  • No tiene pinta de que la necesidad del triunfo guarde relación con el posible deporte que nos interesa especialmente ("Me encanta el hockey, ojalá me traigan una medalla"). Da igual. Lo que tienen que hacer los deportistas, 'los nuestros', en cualquier especialidad, es triunfar. Y luego ya vendrán los matices.

A este que les escribe las cartas le emociona como al que más cada triunfo de 'uno de los nuestros', qué conste, y en ocasiones hasta nos llevamos un chasco frente a una derrota inesperada. Dicho lo cual, no teníamos ni idea, por ejemplo, de quién era Adriana Cerezo (la joven medallista y por tanto triunfadora en taekwondo), ni tampoco conocíamos en detalle el gran favoritismo de Niko Shera, el judoca que ha 'fracasado' en su persecución del oro en su prueba. Nos confesamos aquí muy poco duchos en ambos deportes, desconocedores de la gran mayoría de sus reglas. Y jamás hemos podido sentir como 'nuestros' el éxito de la primera ni tampoco el fracaso del segundo. Lo que sí hemos sentido como muy 'nuestro' es todo el proceso de crecimiento de ambos deportistas. Esas jóvenes biografías llenas de combates ganados y perdidos; esas sonrisas y esas lágrimas de sus seres queridos. Esos miles de entrenamientos hasta llegar ahí.

Siento pena de que las disciplinas olímpicas en España no tengan mucha más penetración en la sociedad

Al leer todos estos días las amarguras de los aficionados por las medallas, por ese botín que no les traen sus deportistas, sentí pena de que las disciplinas olímpicas en España no tengan mucha más penetración en la sociedad y de que solo nos interese el final de un proceso para llevarnos una alegría u 'otro gran chasco', sin otros mundos posibles.

Además, hay medallas y medallas. En el medallero, por ejemplo, se contabilizaría la probable de un surfista, que estrena su competición en estos Juegos, al mismo nivel que la improbable de Jesús Ángel García Bragado, que jamás ha fallado a una sola prueba de 50 km en marcha atlética… desde 1992, cumpliendo en Tokio sus octavos Juegos, por supuesto sin 'traernos' un solo metal, solamente 29 años de una historia olímpica que no se puede contabilizar. Solo se puede contar.

Del triunfalista 'soy español, ¿a qué quieres que te gane?' hemos pasado al desesperado 'soy español, ¡necesito una medalla!', y nos preguntamos si no sería bueno —y termino con esto— acabar en un más deportivo 'Soy español, ¡mañana me apetece probar de qué va el tiro con arco, y a ver si me llevo a mis hijos a que se apunten a esgrima o a remo'. En muchos otros países (probablemente todavía en una gran minoría), son más de hacer eso que de esperar a que las medallas olímpicas se las traigan otros deportistas del lejano Oriente.

De todo lo que está sucediendo hasta ahora en los Juegos, las dos cosas que más nos han impactado no tienen que ver con el terreno de juego, ni con el tatami o la piscina.

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