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La bilis española vuelve a equivocarse: no existen los futbolistas viejos
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Carlos Matallanas

Con las botas puestas

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La bilis española vuelve a equivocarse: no existen los futbolistas viejos

Este país agridulce, que cuando le da por desconfiar, no confía ni en aquellos que le hicieron muy feliz, gusta de pedir revoluciones ante el primer revés

Foto: Vicente del Bosque, en Río de Janeiro, en la víspera del crucial duelo ante Chile.
Vicente del Bosque, en Río de Janeiro, en la víspera del crucial duelo ante Chile.

Estrena uno este nuevo espacio con la sensación del matador que se arrodilla ante toriles para recibir al desbocado astado a ‘porta gayola’, ese peligroso lance donde desde el primer momento se quieren dejar muy claras las líneas que regirán el resto de la faena. Y es que conviene desde hoy elevar la voz contra esa bilis que, desde el shock del pasado viernes, ha vuelto a inundar la actualidad futbolística de este país. Un lugar agridulce, que cuando le da por desconfiar, no confía ni en aquellos que le hicieron feliz hasta el punto de sentir que se quería más a sí mismo y a todos los que lo componen. Que ya hay que ser desagradecido…

Estas líneas se escriben a horas de que la selección española conozca qué nuevo pronóstico tienen sus heridas, si han cicatrizado bien y el horizonte está despejado o si se infectan y se terminan de pudrir del todo mientras los buitres de siempre sacan tajada entre ataques ventajistas. La estrella de Sudáfrica fue atropellada brutalmente por cruzar la calle confiada, sin darse cuenta de que se aproximaba a toda velocidad un tráiler matrícula holandesa.

Eso fue un evidente fallo deportivo. Un error, sí, con sus responsables (que por cierto todos admitieron su culpa inmediatamente, volviendo a servir de ejemplo). Pero en el deporte, y menos en el fútbol, no se deja de luchar tras un contratiempo por muy grande que este sea, ni se pierde el norte al grito de revolución o regeneración, ni se le corta la cabeza al marqués de turno. Conviene mantener la calma mientras se sigue compitiendo. Tranquilidad para trabajar y buscar soluciones. Y eso es el primer acierto que tuvo Del Bosque tras el desastre de la segunda parte ante Holanda, y el mayor atributo que le diferencia de la gente de a pie.

Nadie en la expedición de la Roja ha entrado al trapo. Y eso que lo que más puede molestar en un vestuario campeón como el de la Roja es que se aluda a la edad para buscar culpables. Las canas en el fútbol no significan de por sí nada negativo, si acaso, todo lo contrario. En ámbitos futbolísticos, sólo en España se habla de ‘futbolistas viejos’. Esa famosa bilis que ya hemos nombrado suele usar tal argumento a menudo, a nivel de club o en torneos internacionales. Y no pueden estar más equivocados quien así tratan de argumentar un revés y solicitar cambio de cromos, caras nuevas constantemente.

Vaya por delante que no venimos aquí a inventar nada. Ya una leyenda del fútbol español como Santiago Bernabéu, quien sin ir más lejos fichó a un treintañero y rechoncho Puskas ante la desconfianza de la ‘abuela’ de la bilis actual, se vio obligado a recordarlo: “No hay futbolistas jóvenes y viejos; los hay buenos y malos”. Es la condición de ser bueno o malo la que puede variar en un mismo individuo, siendo reversible constantemente.

Un gran jugador puede decaer por fases concretas de rendimiento, por mal entrenamiento mental, emocional o físico. Pero cuando toca echar el cierre a una generación es porque esos futbolistas ya no tienen vuelta atrás y son irrecuperables, porque han encontrado un techo en alguno de los tres elementos nombrados (a nivel técnico y táctico, a estos niveles, el valor se presupone). Pues bien, ver alguno de esos topes en la actual selección española no es que sea injusto, es que es de una inmensa osadía, por no ser más contundente en la apreciación.

Es muy sencillo echar abajo esa supuesta limitación por edades que argumentan los agoreros, esos que tienen la manía de jubilar al futbolista por el carné de identidad. Ejemplos para rebatirles hay muchos, cientos. El más inmediato se dio al día siguiente del España-Holanda, con una exhibición de Pirlo, ese italiano de 35 años capaz de dominar un partido gracias a su capacidad para hacer ‘sprints mentales’ constantes cada vez que el balón pasa por el centro del campo. Una virtud que ni la más fogosa y veloz promesa puede adquirir o mejorar si no le viene de serie.

O la Francia que quedó subcampeona en 2006, con bastantes jugadores que ocho años antes consiguieron la gloria en su país… y que en 2002 habían caído en la fase de grupos con estrépito. En ese canto del cisne que consiguió hacer en Alemania la misma generación gala que aquí se hubiera enterrado tras Corea y Japón, eliminaron a España con justicia en Hannover. Y como el estado de reposo de la bilis española es el entusiasmo desmedido, egoísta y maleducado, que roza con la ignorancia y la estupidez en muchas ocasiones, un diario de tirada nacional regaló a las hemerotecas de la vergüenza una portada en la previa que rezaba “Vamos a jubilar a Zidane”. Es difícil escoger una frase con intenciones más alejadas de los valores del deporte…

Justo cuando el vértigo de la derrota más dolorosa asoma a la vuelta de la esquina, Carles Puyol quiso hacerse notar para animar a ‘su’ Selección. Ese ‘tarzán’ catalán ha sido cruelmente doblegado por las lesiones, pero ha sido un juvenil de espíritu hasta el último minuto que calzó unas botas. Llamarle futbolista viejo a él, por ejemplo, debería estar terminantemente prohibido, como marcar un gol con la mano. Su gol ante Alemania en las semis de Sudáfrica es una acción de fe y convicción, pero convicción de veterano. Esa es la que se necesita en bastantes dosis en un envite como el de Chile de este miércoles, mezclada, eso sí, con gotas de la ambición y hambre de los recién llegados. Pero los segundos no son nadie sin los primeros.

Reza un cartel a la entrada de una mina en Asturias: “Aprovéchate de la experiencia de los veteranos, sigue sus consejos”. Conviene recordar siempre esta cadena de respeto dentro y fuera del deporte. Por si se avecina un desprendimiento y los nuestros quedan atrapados entre escombros, no permitir que ningún buitre les ponga además una lápida encima sin saber siquiera si todavía respiran.

Estrena uno este nuevo espacio con la sensación del matador que se arrodilla ante toriles para recibir al desbocado astado a ‘porta gayola’, ese peligroso lance donde desde el primer momento se quieren dejar muy claras las líneas que regirán el resto de la faena. Y es que conviene desde hoy elevar la voz contra esa bilis que, desde el shock del pasado viernes, ha vuelto a inundar la actualidad futbolística de este país. Un lugar agridulce, que cuando le da por desconfiar, no confía ni en aquellos que le hicieron feliz hasta el punto de sentir que se quería más a sí mismo y a todos los que lo componen. Que ya hay que ser desagradecido…

Carles Puyol Vicente del Bosque