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Sanción ejemplar a Jordi Alba
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Carlos Matallanas

Con las botas puestas

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Sanción ejemplar a Jordi Alba

La Federación debe dejar claro que no se trata de luchar por llevar estrellas encima del escudo, sino que las estrellas deben ser fruto del esfuerzo

Foto: Jordi Alba.
Jordi Alba.

La siguiente escena tuvo lugar en Ferrol hace un mes, durante el campeonato de España sub-16 de selecciones autonómicas, torneo anual que sirve de escaparate perfecto para que la Real Federación Española de Fútbol comience a reclutar promesas para las secciones inferiores del combinado nacional.

Uno de los equipos participantes contaba en sus filas con varios jugadores a tener en cuenta. El más aventajado de ellos, miembro de la cantera de un conjunto de élite, está a las puertas de ser llamado a la primera concentración, en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, de la nueva hornada de internacionales sub-16. Pero durante la convivencia en el hotel de concentración de la ciudad gallega, comete el error de echarle abundante sal al plato de un compañero que se había ausentado de la mesa un momento. Una broma, una chiquillada, pensará algún lector. Pues en el informe que ya consta en los archivos de la Federación española, ese detalle está grabado a fuego. Y, de momento, ese chaval no va a ser convocado por España.

Quien registró el hecho representa una figura introducida con acierto por el organismo que preside Ángel María Villar. Se trata de un delegado federativo encargado de velar por el Juego Limpio, en una estrategia que viene de las más altas instancias del fútbol mundial (y es que algo hacen bien por Suiza, más allá de que se cubran de sospechas a la hora de otorgar Mundiales a países ‘exóticos’). La idea no es otra que cuidar el comportamiento ejemplar de los proyectos de ‘estrella’. En el caso de este jugador al que nos referimos, el delegado ya venía avisado de sus deslices y malas formas en el día a día de su equipo. Fue el detalle de la sal el que terminó de dar forma a un expediente que, o es revertido con una mejora de conducta a corto plazo, o al menos en la RFEF no están dispuestos a velar por el desarrollo de la carrera del futbolista.

De prestar detalle a esa educación integral, más allá de lo meramente deportivo, se vanagloria desde hace muchos años la Masía del FC Barcelona, y cada vez más clubes españoles dan prioridad a formar personas, aparte de futbolistas. Ejemplos como el de Iniesta, Puyol o Xavi dan muestra del acierto de un sistema que, en sus intenciones, no debe tener tacha alguna. Aunque, como todo, hay excepciones. El desagradable y reprobable incidente protagonizado tras jugar contra Australia por Jordi Alba, un jugador formado en la cantera culé y en la de la Selección, es la mejor muestra de ello.

No vamos a entrar en el origen de su malhumor (que desconocemos porque no ha dado explicaciones públicas), ni vamos a machacar con la evidencia de su falta de esa virtud tan necesaria para su profesión: la de encajar las críticas, siendo miembro de una actividad pública y expuesta a comentarios de todo tipo. Lo que además le puede dejar en peor lugar si atendemos a la versión de los periodistas (la única que conocemos), y es que el insultado jamás habría realizado siquiera información alguna sobre el lateral izquierdo de la Roja en todo el campeonato. Horas después cogía fuerza la teoría de que se había confundido de enviado especial.

Pero es que todo eso, aparte de no ser atenuante de su actitud, es secundario e irrelevante. Las formas y el fondo de su frase amenazante hacia un periodista, lo desafortunado de la misma (que encima fue fácilmente registrada por multitud de medios presentes en esa zona mixta), la reiteración en su actitud minutos después ya en el avión (todo delante de jugadores, técnicos y dirigentes federativos) y, lo que ya es mucho peor, sus disculpas insulsas y generalizadas por redes sociales al día siguiente, y sin dar siquiera explicaciones al destinatario de sus insultos, merecen que Alba reciba una sanción ejemplar por parte de la Federación.

A ellos, los que reparten delegados de Juego Limpio por todo el territorio español para velar por que el fútbol federado se separe para siempre de las formas barriobajeras de las zonas marginales de nuestra sociedad, les corresponde enseñar de verdad a los niños qué es lo que jamás se puede hacer. Esos jugadores que, por desagracia, nacen en zonas desfavorecidas pero que, por suerte, son hábiles en esto del fútbol y encuentran en ello una segunda oportunidad que ninguno de sus vecinos tiene, deben comprender rápidamente que en la sociedad civilizada existen unos cauces y unos límites que conviene nunca rebasar. Y si se hace, rectificar como se merece y acatar el castigo correspondiente.

Desde aquí uno habla más allá del lazo familiar que le une al periodista objeto de las iras de un jugador internacional. Esto es la opinión de un hombre de fútbol, educado por este deporte y que por su ocupación profesional tiene la suerte de contar con un altavoz como éste, desde donde reiteramos que es intolerable e inexplicable lo sucedido tras el partido de Curitiba.

La Federación debe dejar claro a los millones de aficionados que no se trata de luchar por llevar estrellas encima del escudo, sino que esas estrellas deben ser fruto siempre del esfuerzo personal, colectivo, solidario y respetuoso que da forma a una manera de entender este juego, y siempre desde la humildad. Ese debe ser el estilo a seguir en este país, más allá de noches mágicas en Sudáfrica o goleadas en contra frente a Holanda. No se debe dejar resquicio alguno para actitudes como la de Jordi Alba. Y lo peor es que a más de uno por la Masía y por Las Rozas no les habrá sorprendido nada…

La siguiente escena tuvo lugar en Ferrol hace un mes, durante el campeonato de España sub-16 de selecciones autonómicas, torneo anual que sirve de escaparate perfecto para que la Real Federación Española de Fútbol comience a reclutar promesas para las secciones inferiores del combinado nacional.

Jordi Alba Real Federación Española de Fútbol
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