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"Me quito la bota y el pie no es mío, sino el de un elefante"
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Fran Pardo

'Cruzar África en moto'

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"Me quito la bota y el pie no es mío, sino el de un elefante"

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Ha pasado ya un mes desde que salí de Comillas con dirección a Ciudad del Cabo y, en mi último post, narré mi huida en moto por las calles de Conakry de unos autóctonos que me lanzaban piedras por conducir en un día en el que había manifestación. Una vez me recuperé del susto y con ganas de volver a hacer kilómetros, el país me deparaba una última trampa en forma de arena: caída. Terminé el día en Kankan, mirando en internet todos los huesos que tiene el pie para saber cuál me pude haber roto.

Fui silbando la melodía de ‘Verano Azul’ por la carretera que cortaba en dos la exuberante vegetación de Guinea Conakry. Supuestamente eran 600 kilómetros de paz, sosiego y disfrute hasta Kankan… pero a falta de 150, el asfalto de la carretera fue transformándose lentamente. Cociéndose poco a poco, al principio eran pequeños granos de arena los que invadían el camino, luego bolsas de arena, que pasaron a cubrir parcialmente el asfalto hasta engullir por completo el piso negro. Me recordó a la transformación de hombre a lobo (no sé en qué sentido), en este caso de carretera a pista, lo que implicaba una menor velocidad uniendo, además, que la noche cayó sobre mí. Me esperaba hora y media sin luz y por tierra. A falta de cinco kilómetros: banco de arena y al suelo.

La caída es suave, voy aprendiendo, pero con la mala suerte (para los expertos no será así) de que Lydia –mi moto- cae encima de mí. ¡Cómo le gusta! Me quedo atrapado hasta que me doy cuenta que jugando con el manillar puedo hacer palanca y liberar mi pie. Siento un dolor infinito, me quito la bota y el pie que miro no es el mío, sino el de un señor mucho más gordo que yo. Con una inflamación de elefante (ojalá hubiera sido de caballo) vuelvo a introducir el pie en la bota antes de que siga ‘creciendo’ y ya no entre.

Delirios de pobreza

Nuevamente debo esperar la ayuda de África para proseguir el camino. Un buen hombre acude en mi ayuda y juntos ponemos en pie a Lydia. Por el camino hasta el hotel sufro mareos así que decido parar antes de que suceda algo peor. Me tiro al suelo y pongo los pies encima de la moto… Muy bonita noche, por cierto. Cuando recupero algo de sentido reemprendo la marcha hacia el hotel de Kankan, donde pido hielo y paso la noche mirando en internet todos los huesos que tiene el pie para saber qué me puedo haber roto. Yo creo que nada, sólo ha sido un esguince (de elefante).

Al día siguiente me envalentono y me propongo salir de Guinea Conakry y llegar a la capital de Mali, Bamako. Es un poco locura recorrer 450 kilómetros en moto, por esas carreteras y en mi estado físico, pero prefiero pasar este sufrimiento para en Bamako acudir a mejores centrosmédicos que los de por aquí. Me siento Jorge Lorenzo (corrió con dos tobillos operados y no podía ni andar, pero sí participar en una carrera) porque necesito ayuda para que me pongan la bota y que me suban a la moto. Al final, el viaje es menos doloroso de lo que piensohasta la frontera, momento en el que debo bajarme y siento de nuevo dolores fuertes. En el segundo control para abandonar el país me hago el loco para evitar más molestias aunque sí debo frenar en el de Mali, para que me pongan el sello de entrada. La eterna espera, en África, es más eterna con este dolor.

Recorro 130 kilómetros sufriendo hasta Bamako, donde paro en el primer hotel. Un poco caro para el presupuesto pero mi tobillo me dice: “O pagas tú, o lo pago yo”. Así que no hago caso a la cabeza, el tobillo manda: hielo y a la habitación. Me quito la bota y veo que por la parte de abajo del dedo tengo una grieta grande, que es por donde el pie ha reventado a causa de la inflamación. Los milagros existen y cuando peor lo estaba pasando recibo un mensaje de mi amigo Luis, de Bamako. Me invita a su casa y allí vuelvo a no hacer caso a lo que mi cabeza sugería: me quedo tres días (como propuso Luis, ¡gracias!) en lugar de uno. De esta manera, la inflamación comienza a bajar y pude recuperar la forma –más o menos- de mi pie. No fue necesario comprarme unas zapatillas del con el pie de Pau Gasol.

Convenciendo al jefe de aduana: “Please, my friend, bla, bla…

Con el pie similar al de una persona normal me subo a mi Yamaha con destino a Costa de Marfil, uno de mis destinos deseados en este viaje. Por el camino, sin tráfico, me voy entreteniendo con gente local pasando buenos momentos, divirtiéndome y riéndome. A las 18 horas llego a la frontera y mi cara cambia cuando en aduanas me dicen que no puedo pasar porque no tengo el ‘pasaje’ de la moto. Después de una charla, acabo convenciendo al jefe diciéndole que estoy realizando el viaje de mi vida y que mi destino es Sudáfrica. El amigo estaba preocupado de que fuera a Costa de Marfil a vender la moto. Me hizo sufrir un rato hasta que, unas horas después, un hombre me deja entrar. Ya dentro de este nuevo país para mí, recorro 90 kilómetros y cambio mi rutina al encontrar un hotel para dormir: el ¿tienen wifi? Ahora lo he cambiado por ¿tienen hielo?

Al día siguiente me despierto como Blancanieves, tarareando esperando que sea un día mágico. Me esperan 600 kilómetros hasta Adbijan por uno de los países más bonitos de África. Y vaya si disfruto: paisaje, café local, conversaciones y comida. Maravilloso aunque admito que comienzo a tener un respeto a la moto que antes no tenía. Tengo miedo de volver a caerme, y volverla a cagar (perdón por la expresión). Casi llegando me paro a mirar el aceite de Lydia y pasan dos moteros que, al verme parado se paran. Comenzamos a hablar, eran dos chicos ingleses muy majosque también van para Sudáfrica. Sin rumbo los tres, decidimos ir a buscar hotel juntos. La verdad que fue llegar y triunfar porque a los 10 minutos de nuestra entrada en el hotel, pegado a la playa, cayó el gran diluvio. “¡De la que me he librado!”, pensé, hasta que en la cama comencé a sentir las gotas que caían desde el techo… Ciertamente, desconocía este sistema de refrigeración de la habitación y como no me motivaba pasar la noche mojado, busqué al vigilante para cambiar de habitación.

Ahora estoy haciendo visas en Adbijan para Ghana, Togo y Camerún. Este fin de semana salgo para Ghana, donde intentaré ampliar mi visa de Angola ya que veo imposible llegar antes del día 3 de mayo. A ver qué película me invento. Amigos, de momento esto os cuento. Sigo lamiéndome las heridas pero esta vez a orillas del Atlántico. Espero mejorar, que se me pasen los dolores de los pies para poder disfrutar nuevamente al 100% de esta gran aventura.

Ha pasado ya un mes desde que salí de Comillas con dirección a Ciudad del Cabo y, en mi último post, narré mi huida en moto por las calles de Conakry de unos autóctonos que me lanzaban piedras por conducir en un día en el que había manifestación. Una vez me recuperé del susto y con ganas de volver a hacer kilómetros, el país me deparaba una última trampa en forma de arena: caída. Terminé el día en Kankan, mirando en internet todos los huesos que tiene el pie para saber cuál me pude haber roto.

Sudáfrica Pau Gasol